La captura, después de casi cuatro décadas de Joseph James DeAngelo, conocido como Golden State Killer, continúa generando capítulos y conmoviendo a la opinión pública de los Estados Unidos. El asesino, quien logró escapar de sus investigadores todo este tiempo y tras cometer más de una decena de homicidios y más de 40 violaciones, pudo además estar detrás de otro hecho que se le computó a otra persona que purgó 38 años tras las rejas.
El hecho ocurrió en la ciudad de Simi Valley el 10 de noviembre de 1978. La fecha quedó grabada a fuego en sus habitantes. Ese día, los cuerpos sin vida de Rhonda Wicht (24 años) y su hijo Donald (4 años) fueron hallados en su vivienda por la policía.
Horas después de que los asesinatos fueran reportados por los medios locales, un fugaz ex novio de Rhonda, Craig Richard Coley (por entonces 31 años) llamó a los policías para interiorizarse más sobre los aberrantes crímenes. A los pocos minutos, fue el principal sospechoso. Y lo detuvieron. Tras dos juicios, Coley fue hallado culpable y condenado a pasar el resto de sus días en una cárcel.
Habían sido asesinados en sus camas. La joven y hermosa cosmetóloga antes de ser ahorcada con un tejido, fue violada por su homicida. A Donald lo asfixiaron hasta matarlo. El hallazgo de los cadáveres fue hecho por un amigo. Es que Rhonda debía arreglar el tocado y el maquillaje de una novia la mañana del 11 de noviembre y nunca se presentó al lugar. Alarmado, un allegado de ambos fue a buscarla y encontró la escena.
Tras la imputación hecha contra Coley, la gente de Simi Valley, Condado de Ventura, California, se indignó con las autoridades. Nadie creía que el joven hubiera formado parte del brutal doble asesinato. Fue por eso que se realizaron diversas peticiones para que se reabriera el caso. Nadie fue escuchado.
Pero años después, en 1989, cuando un policía llamado Mike Bender comenzó a realizar el curso de detective en ese mismo condado, un colega le sugirió que se presentara con el caso que terminó por sentenciar de por vida a Coley. El oficial comenzó a estudiar la causa y descubrió decenas de "luces rojas" que llamaban la atención. Sabía que algo estaba mal.
Bender comenzó a creer en la inocencia de Coley. Ahora quería probarlo.
Entre las alarmas que se despertaron en la cabeza del principiante detective figuraban sobre todo dos, sobresalientes. Por un lado, el presunto sospechoso tenía una coartada bastante sólida, sólo empañada por 20 minutos de aquella noche que no podía justificar. Pero los asesinatos, de acuerdo a la evidencia recolectada, había tomado más tiempo al autor.
Por otro lado, un pelo y una huella dactilar no fueron analizadas de manera correcta por los forenses. Sospechosamente, esas pruebas luego se perdieron. ¿Cómo podía ser que estas luces rojas no hubieran aparecido o formado parte de una defensa adecuada de Coley?
Bender conoció al hombre en prisión en 1991, cuando ya nada hacía pensar que algo podía cambiar en su destino. "Al haber tratado con malos tipos durante tantos años, hay formas y lenguaje corporal que uno conoce. Él no tenía eso", dijo el policía tras su encuentro, de acuerdo al diario San Diego Union Tribune.
Recolectó pruebas. Tantas como las que podían caber en 16 cajas. Las presentó a su jefe, pero no fue escuchado. Ni su jefe, ni el hombre que originariamente había tenido el caso, ni el fiscal general del estado, ni el FBI le dieron crédito. Decepcionado, en 1991 decidió abandonar la fuerza y mudarse de Simi Valley. Eso sí, se prometió no dejar de investigar el caso que ahora se había convertido en una obsesión para él.
Cada domingo, desde la prisión en que se encontraba, Coley y Bender hablaban por teléfono. Era una rutina que se convirtió en una necesidad para ambos. Se convirtieron en amigos y el ex policía le prometió que haría lo posible para sacarlo de allí.
Bender, pese a tener otros trabajos, se despertaba varias veces por semana a las 4.30 am para ordenar el caso, estudiarlo, darlo vuelta y entender cómo podría rescatar a su ahora amigo del intrincado sistema judicial norteamericano. Su esposa, Cynthia, lo alentaba.
El camino no fue fácil. Ni corto. Tardó varios años hasta que en septiembre de 2015, cuando consiguió que la oficina del gobernador de California, Jerry Brown, aceptara que se reabriera una investigación. Fue así que se ordenó que el nuevo jefe de Policía de Simi Valley, David Livingstone, y el fiscal del estado, comenzaran una nueva pericia sobre las pruebas que Bender presentó.
La tecnología ayudó. Las pruebas de ADN que antes se creían perdidas fueron halladas y cotejadas con la información genética perteneciente a Coley. No coincidían. Los restos de esperma encontrados en el cuerpo de Rhonda no pertenecían al condenado. Tampoco la sangre, ni las células de piel debajo de las uñas de la mujer, ni en las sábanas ni en el resto del apartamento de la víctima.
Esas pruebas fueron suficientes para que dos días después de la presentación de una petición formal, el gobernador Brown firmara el perdón que terminó con la liberación de Coley. El 22 de noviembre de 2017 fue liberado. Se mudó a la casa de su amigo Bender y su esposa Cynthia donde intenta rearmar su vida.
En febrero último, Coley recibió una "buena noticia". El Comité de Compensación de Víctimas de California votó por unanimidad otorgarle 140 dólares por cada uno de los 13.991 días que pasó injustamente en prisión. Un total de 1.900.000 dólares.
Sin embargo, no todo fue solucionado. Mientras que nadie devolverá a Coley los 38 años que purgó tras las rejas y pese a la gran compensación todavía no se sabe quién mató a su ex novia y su niño. La oficina de investigadores de Simi Valley reabrió la causa de los crímenes de Rhonda y su pequeño hijo Donald.
Livingstone, en diálogo con NBC San Diego, explicó que había varias similitudes entre los asesinatos la mujer y su hijo y los descriptos que fueron cometidos por el famoso Golden State Killer. Es que DeAngelo también tenía entre sus zonas de operación el de Simi Valley y todo apunta a que podría haber sido él quien terminó con su vida e hizo sentenciar a un inocente.
"No es que muchos asesinatos no tengan algunas similitudes, en términos de violencia, pero este es lo suficientemente cercano y con el margen de tiempo suficiente como para mirarlo y ver si podemos incluirlo o eliminarlo (a DeAngelo) como posible sospechoso en este caso", comentó Livingstone.
DeAngelo tiene 72 años y fue detenido en su vivienda de Citrus Heights, a pocos kilómetros al norte de Sacramento. En total, en su sangriento e interminable récord, figuran 12 homicidios y 45 violaciones. También 120 robos a propiedades en varias comunidades entre 1977 y 1986. Ahora sólo resta saber si los de Rhonda y el inocente Donald también figuran en su historial. Las pruebas de ADN serán concluyentes.
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