La tranquila ciudad de Fairfield, Maine, vio cómo su vida se veía alterada con la dramática y siniestra historia de Luc Tieman y su esposa Valerie. Ambos vivían en la propiedad de los padres de ella, quienes el 9 de septiembre de 2016 -ya alarmados y temiendo lo peor- denunciaron que su hija de 34 años había desaparecido.
Interrogaron a Luc Tieman y le preguntaron si sabía qué había pasado con su esposa. Dijo que lo había abandonado y que se había marchado, aunque no sabía adónde ni por qué. Dijo que ese 30 de agosto ambos habían ido a Walmart y que Valerie lo debía esperar en su furgoneta. Al salir del supermercado, atestiguó, ella ya no estaba.
Once días después de la denuncia de sus padres, un perro de la Policía de Maine olfatearía algo que le llamó la atención a tan 230 metros de la vivienda, en un bosque cercano. Escarbó poco con sus patas delanteras y pudo descubrir un tramo de una manta naranja, negra y blanca. Envuelta en ella, semienterrada, estaba el cuerpo sin vida de Valerie.
La Policía de Maine volvió a entrevistar a Tieman. Esta vez, el hombre se mostró dolido. Dijo que la joven mujer del sur de los Estados Unidos había muerto por una sobredosis. Era adicta a los opioides, relató. Pero no le creyeron, de acuerdo con el diario Central Maine. "Vi cómo se inyectaba la jeringa en su brazo. Tenía heroína, comenzó a temblar y colapsó. La llevé, intenté darle una sepultura apropiada. No recuerdo todo", dijo a los detectives.
Tieman explicó además que la había enterrado junto con sus pertenencias más preciadas, porque la amaba. "Era el sol y la luna" de su vida, repetía a quien lo quería escuchar. Junto a su cuerpo, los investigadores hallaron muchos objetos: dulces SweeTarts, una alianza de bodas, un jarrón lleno de tallos de flores, una nota garabateada que decía "Para mi única Joy-Joy. Flores, siempre". Y un perfume de Gucci, el preferido de la víctima: Guilty (Culpable).
Pero algo más tenía el cuerpo de Valerie que dio por tierra con la precaria coartada de Tieman. Dos disparos: uno en su cabeza, el otro en el cuello. Al día siguiente de encontrado el cadáver de su ex esposa fue detenido. Salió bajo fianza y dijo a los reporteros que lo esperaban fuera de la Corte de Maine: "Dios bendiga a nuestras familias".
Sin embargo, durante el juicio que terminó de encontrarlo culpable, salió a la luz la verdadera razón por la cual puso final a la vida de Valerie. Tieman quería estar con otra mujer y eligió la peor salida.
Inmediatamente después de haber asesinado a su esposa, el hombre -que sufrió estrés postraumático por haber participado de la Guerra de Irak– comenzó a seducir a otra mujer. Incluso le envió mensajes de texto: "Estoy nuevamente soltero".
Otra de las mujeres a las que intentó conquistar buscó comunicarse con Valerie para avisarle que su marido estaba siéndole infiel. La mujer jamás respondió. Una tercera mujer admitió que tuvo sexo con Tieman después de una fiesta en una piscina. A los dos días, él se mudó con ella.
Las pruebas contra él eran contundentes y sus mentiras cambiaban a cada rato. Todos los restos hallados junto al cadáver de Valerie pertenecían a él, quien nunca negó haberla enterrado. Sus palabras finales antes de que el jurado emitiera su veredicto sonaron cínicas en los oídos de quienes debían determinar su culpabilidad. "El Estado me acusa de asesinar a mi hermosa esposa, Valerie Tieman, lo que no hice. Hubiera ayudado que ellos mostraran un motivo", dijo sin sonrojarse.
A los miembros del jurado les tomó menos de una hora dictar su veredicto. Llevaba la misma inscripción que el frasco de perfume Gucci encontrado junto al cuerpo de Valerie: Culpable.
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