La aventura de Joe Veix, periodista y escritor que publicó en The Outline su búsqueda fracasada de las bolsas de basura del CEO de Facebook, terminó con una nota irónica: "Si solo Mark Zuckerberg se preocupara por la privacidad del resto del mundo tanto como por la propia".
Veix, que recorrió dos ciudades en busca de la información personal que los residuos de un individuo hacen pública, se encontró con camionetas de seguridad y cercas para tapar la visión. Su pesquisa comenzó antes de que el caso Cambridge Analytica revelara que la red social no cuida los datos personales de sus usuarios tanto como la basura de su fundador y director ejecutivo, y concluyó en pleno escándalo.
En 2014, Zuckerberg compró una propiedad en el barrio The Mission, de San Francisco, por USD 10 millones, que comenzó a arreglar para que funcionara como su pied-à-terre en la ciudad, ya que su domicilio familiar —donde vive con su esposa, Priscilla Chan, y sus dos hijas— es una casa en Palo Alto, media hora al sur, en Silicon Valley. Esa casa queda cerca de Menlo Park, donde está el cuartel general de Facebook.
A comienzos de 2018, Veix pensó en recrear una versión física de un perfil de Facebook a partir de lo que en Sociología ha sido siempre una herramienta valiosa de información sobre los hábitos de las personas: sus desperdicios. Para determinar si era legal, analizó sentencias judiciales, y encontró no solo que eran favorables a que él hurgara en la basura ajena, sino que hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos lo había confirmado.
Buscó el calendario de recolección de residuos de la cuadra de Zuckerberg y, como era miércoles, día en que se saca la basura en esa calle, subió a su auto y fue hasta el domicilio. Estacionó a dos cuadras. Se emocionó al ver dos contenedores plásticos de basura en la vereda. "Y un hombre con un suéter gris apoyado contra la pared, a su lado. Parecía custodiar el lugar", agregó.
Al rato el hombre caminó unos pasos hasta una camioneta Dodge que estaba detenida cerca, sobre cuyo panel se distinguían distintos equipos electrónicos. Conversó con el hombre que estaba sentado en el asiento del conductor. "Observé cómo levantaban la vista y me miraban", escribió Veix, que fingía buscar una llave.
Apareció entonces un tercer hombre. "Empecé a ponerme paranoico. Quizá no debía hacerle una broma infantil a uno de los individuos más ricos y poderosos del mundo, que dirige una enorme base de datos de información personal", escribió con sarcasmo el autor. Vio cómo el hombre hablaba con los otros dos, que se iban, y por fin se quedaba, solo, junto a los dos contenedores de basura.
Le preguntó si podía buscar allí sus llaves. El hombre no le creyó, supone, porque le dijo que claro, que de todos modos esa no era la basura de Mark Zuckerberg, sino la del vecino. Veix tampoco le creyó y miró.
"Resultó que no importaba de quién eran. Estaban vacíos".
Varias empresas privadas de eliminación segura de residuos podrían hacerlo por él, especuló. Luego de días de esperar en vano que un representante de relaciones públicas de la empresa le respondiera cómo se deshacía de su basura el CEO, Veix perdió las esperanzas: sucedió la denuncia del abuso de los datos de 87 millones de usuarios de la red social.
Pero aunque Facebook juzgara que su consulta no fuera prioritaria, o ni siquiera seria, para él lo era. "(Zuckerberg tenía) un océano de datos personales sobre mí y toda la gente que conozco, pero nosotros no teníamos nada sobre él", escribió. Partió hacia su residencia principal, en Palo Alto.
"No fue difícil de encontrar. Extrañamente, sin embargo, la entrada está pixelada en Google Street View", detalló.
El CEO de Facebook compró la propiedad principal en 2011 por USD 7 millones. Y luego, entre 2012 y 2013, pagó USD 42 millones por otras casas a su alrededor, a los fines de demolerlas y construir reemplazos más pequeños cuya perspectiva impidiera que se viera hacia su domicilio.
"Cuando llegué, su residencia estaba rodeada de una obra en construcción y un cerco de malla metálica. Vi otras dos camionetas de seguridad que vigilaban su entrada en el frente", siguió Veix. Los matorrales que adornan el núcleo de propiedades no le permitían ver mucho desde fuera.
No había contenedores de basura hogareños. Solo vio dos grandes, en la parte en construcción. "Lamentablemente no pude ingeniármelas para llegar a ellos sin posiblemente ser reducido a descargas de taser hasta la muerte. No es algo tan paranoico como se podría pensar: el año pasado, San Francisco Chronicle informó que el servicio de seguridad de Zuckerberg incluía 'ex policías de Oakland con antecedentes disciplinarios, entre ellos por uso excesivo de la fuerza'".
Llamó a la empresa constructora para preguntar dónde arrojaban esos desechos; le dijeron que no sabían. Antes de regresar quiso sacar una foto de la parte de atrás de la casa. Pero donde terminaba la construcción una cerca con un toldo verde tapaba la vista del espacio donde viven Zuckerberg y su familia.
Veix pensó entonces en sus datos y llegó a su conclusión penosa: "Si solo Mark Zuckerberg se preocupara por la privacidad del resto del mundo tanto como por la propia".
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