Desde hace tiempo hay indicios muy claros de que Rusia trató de interferir en la campaña electoral de 2016, que terminó con un triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton en las elecciones presidenciales. El interrogante, hasta ahora, era si se podía asegurar que esos intentos habían sido exitosos.
El dictamen del fiscal especial Robert Mueller no deja lugar a dudas. No se puede saber si el ganador habría sido otro de no haber sido por la intervención rusa. Sería una conclusión contrafáctica. Pero sí se puede saber que alteró la conducta de al menos parte de los votantes, lo que evidentemente impactó en el resultado.
Lo primero que puso en evidencia Mueller es la magnitud de la inversión realizada por las instituciones rusas vinculadas al Kremlin que intervinieron en la campaña. El fiscal sostiene que fueron decenas de millones de dólares, que financiaron actividades desarrolladas sistemáticamente durante años.
La base de la operación fue la creación de identidades virtuales falsas. Los personajes que militaran en la web no podían ser rusos: debían parecer estadounidenses. Para ello, hackearon cuentas de correo y robaron números de documento y de seguridad social, para crear perfiles de ciudadanos americanos fantasma.
Con esas identidades virtuales hicieron mucho más que diseminar noticias falsas. El dictamen afirma que el objetivo fue crear un ambiente informativo capaz de redireccionar la mirada del público.
Pero no de cualquier público. Se trató de un trabajo casi personalizado. Los hackers rusos se focalizaron en ciertas comunidades que veían con potencial para sus objetivos, y trataron de intervenir directamente sobre ellas.
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Estudiaron muy bien a quiénes debían hablarles y cómo para asegurarse de que su mensaje penetre. Para eso fueron modificando los videos, imágenes y "noticias" que difundían.
Lo interesante es que, en líneas generales, el objetivo no fue cambiar las opiniones de los sujetos. Los especialistas saben que eso es muy difícil, y hasta puede resultar contraproducente. Lo que se propusieron fue reforzar ciertas percepciones, para convertir a simpatizantes en activistas, o a personas con dudas en escépticos para los que ni siquiera vale la pena ir a votar.
En una primera instancia, los espías buscaron potenciar el entusiasmo por la figura de Bernie Sanders, rival de Clinton en la interna demócrata. Lo mismo hicieron para alentar a quienes podían sentirse cercanos al discurso de Trump, que logró volverse el centro de las primarias republicanas.
Luego, a través del hackeo de cuentas de correo del Partido Demócratas, y la difusión de todo tipo de difamaciones en contra de Clinton, se propusieron desalentar la participación electoral entre sus potenciales votantes, como los negros y los latinos. Ambas comunidades tuvieron una tasa de asistencia a las urnas menor a la esperada.
De todos modos, esta investigación recién empieza. Del propio dictamen de Mueller, que presentó una acusación formal contra 13 ciudadanos y tres entidades rusas, se desprende que están ante la punta del iceberg.