"¿Puedo cargar a la niña, por favor? ¿Solo por un minuto?".
Eleanor Williams jamás podrá olvidar las palabras que le dijo esa mujer amable y conversadora, la mujer que raptó a su hija.
Era el 2 de diciembre de 1983 y Williams, entonces de 18 años, estaba sentada en la sala de espera de la terminal de buses de Washington D. C., en los Estados Unidos. En brazos, vestida con un mono de nieve rosa y blanco, tenía a su hija April Nicole, de tres meses y medio.
La mujer que raptó a la bebé era afroamericana, de unos veinte años. Dijo que se llamaba Latoya y que se dirigía hacia el oeste, recordó Williams, quien después de 35 años habló por primera vez del caso que marcó su vida para siempre.
La mujer, alta y esbelta, se le acercó haciendo murmullos de admiración hacia la bebé de Williams. Al rato, con su voz más dulce, le preguntó si podría cargar a April.
Latoya ,"de repente, se acercó y simplemente comenzó a hablarme", dijo entre lágrimas Williams al diario The Washington Post. "Era amigable, me hacía un montón de preguntas, como '¿adónde estás yendo?' y '¿Cuánto tiene tu bebé?'. Era amable, ¿sabes? Luego comenzó, '¿Te importa si la cargo? Y yo estaba sentada justo al lado, así que dije 'ok', y la dejé".
La mujer, sosteniendo a April, dijo que la bebé necesitaba un cambio de pañales.
"Dijo: 'Oh, la llevo yo al baño. Pareces cansada'. Yo estaba escéptica, dije 'Bueno… ok, creo'. Porque estaba cansada. Lo pensé, pero ya había dicho 'ok' y ella ya se había levantado y la había llevado al baño".
En efecto, Williams estaba cansada. Estaba despierta desde la madrugada, porque había salido de la granja en Virginia en la que vivía para viajar a Kansas. En Washington estaba esperando durante tres horas y media su conexión para luego continuar el viaje otros 1.900 kilómetros. Antes no se había alejado más de 50 kilómetros de su casa.
"Y luego, no sé, unos 10 minutos más tarde, cuando no regresó, comencé a ponerme nerviosa", recordó.
"La fue a cambiar", dijo Williams, "y nunca más las volví a ver".
La investigación
Hoy, 34 años después, el caso está catalogado como "no resuelto".
"Estoy bastante seguro de que es el único caso de secuestro no resuelto en el que aún no hemos encontrado a la víctima", dijo al Post el comandante Leslie Parsons, jefe de la división de investigaciones criminales de la policía de Washington.
La sospechosa es un fantasma. Nadie la vio, de ella no hay ninguna imagen, excepto un boceto realizado por la policía, basado en la descripción de Williams.
En un último intento para resolver el caso, la policía difundió en diciembre un comunicado de prensa.
"Tiene una marca de nacimiento en su muñeca izquierda, como una línea derecha", dijo la policía. También difundió una descripción de la secuestradora basada en la descripción de Williams y alentó a la mujer a contar su historia. La última vez que lo había hecho había sido en los días posteriores al secuestro, cuando, antes de Internet, la información tardaba mucho más en difundirse.
Desde entonces, la vergüenza, el sentimiento de culpa y el recuerdo de la policía que en primer momento la acusaba le impidieron hablar y hasta le hicieron pensar en suicidarse.
"Por supuesto que me culpo a mí misma", dijo Williams. "Me culpo a mí misma cada minuto, hasta este minuto. Pasaron 34 años y es algo que no se acabó. Lidio con esto cada día, que hable sobre eso o no… está siempre en mi cabeza. Siempre: '¿Cómo pudiste ser tan estúpida? ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso?'".
Desde 1988, Eleanor Williams vive en Connecticut, donde se refugió para intentar olvidar y todos los años celebra —sola— el cumpleaños de su primera hija.
April, si está viva, tendría 34 años.
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