El 31 de agosto Donald Trump ordenó el cierre del Consulado Ruso en San Francisco en respuesta a la reducción de 755 empleados de la diplomacia estadounidense en Rusia que había anunciado Vladimir Putin. Durante los dos días siguientes el elegante barrio Pacific Heights subió de temperatura, literalmente: tanto era el calor que emanaba el edificio donde, se especuló, se quemaron a toda velocidad documentos secretos. Las antenas, los discos satelitales y una miríada de otros dispositivos electrónicos que adornaban el techo desaparecieron al tiempo que ascendía, sin pausa, una columna de humo.
Aunque hay oficinas diplomáticas más conspicuas, la elección del gobierno de los Estados Unidos se basaba en que el edificio de seis plantas desde el que se veían el puente Golden Gate, la bahía y el océano era, en realidad, el centro de espías de Moscú más grande que existió en el continente americano, acaso en el hemisferio occidental.
Según una investigación del experto en asuntos internacionales Zach Dorfman, publicada en Foreign Policy, el lugar hubiera merecido un sitio en la serie The Americans.
Distintas fuentes de la inteligencia estadounidense a las que consultó la revista enfatizaron que la importancia del lugar se comprendió al observar las actividades de varios empleados que "hacían cosas raras en lugares donde no tenían por qué estar".
Por ejemplo: a orillas de Stinson Beach, a 45 minutos de San Francisco, un hombre de traje salía de su automóvil con un pequeño aparato en la mano. Se quedaba unos minutos contemplando el océano. Y luego se daba vuelta y se iba.
O en diferentes estaciones de servicio alrededor de la ciudad, distintos hombres de trajes bajaban de sus automóviles al mismo tiempo, y se quedaban quietos, sin comprar gasolina. Volvían a subir y se marchaban, de forma sincronizada.
Una de las muchas interpretaciones de esos actos sostenía que "los rusos trataban de confundir y superar a los equipos de vigilancia del FBI, para medir la extensión real de su cobertura", explicó Dorfman. Otra observaba que las actividades raras sucedían en lugares sobre los nodos subterráneos que conectan la red de fibra óptica del país.
"Con el tiempo, el FBI concluyó que Rusia desarrollaba una operación enorme, prolongada y continua de recolección de datos", según Foreign Policy. Lo que realmente sacaba de quicio a los oficiales estadounidenses, siguió el artículo, era que los rusos se concentraban en nodos de comunicación cercanos a las bases militares. "El objetivo final de Moscú era lograr la capacidad de cortar las comunicaciones y paralizar el comando militar nacional y sus sistemas de control", en caso de una confrontación entre las dos superpotencias nucleares.
Es probable que el consulado, además, concentrase una colección de contactos con los ilegales, personajes como los de Keri Russell y Matthew Rhys en la serie de FX, o viajeros: "También se solía encontrar a sospechosos de ser oficiales de inteligencia rusa vagando por los campos de trigo y las montañas del Pacífico noroeste", según el texto. Por otra parte, la proximidad a Silicon Valley, las universidades de Stanford y Berkeley y una gran cantidad de contratistas de defensa, como dos laboratorios nucleares que trabajan para el Departamento de Energía, hacía de la localidad un punto ideal para el espionaje.
Aunque en las décadas de 1970 y 1980 el interés principal de los soviéticos en San Francisco "era principalmente la inteligencia económica, no política", como dijo a Foreign Policy Oleg Kalugin, ex director del servicio secreto KGB en la embajada soviética en Washington en esos años, durante los momentos más álgidos de la Guerra Fría hubo en San Francisco escándalos, espías dobles y expulsiones de diplomáticos.
El techo se llenó de antenas, recordó la ex agente del FBI LaRae Quy, quien pasó casi dos décadas en contrainteligencia en San Francisco. Según sus cálculos, al menos la mitad de todo el personal del consultado ruso durante la década de 1980 estaba compuesto de espías, de tiempo completo o de medio tiempo.
La ubicación del edificio, en lo alto de una colina en Pacific Heights, determinó también su destino. "Cierto tipo de comunicaciones muy encriptadas no se pueden transmitir en distancias largas", escribió Dorfman. "Diversas fuentes me dijeron que los oficiales estadounidenses creían que la inteligencia rusa se aprovechaba de la ubicación para comunicarse con submarinos, pesqueros de arrastre y puestos de escucha en aguas internacionales". También es posible que los rusos usaran San Francisco para monitorear los movimientos y las comunicaciones de la docena de submarinos nucleares que rutinariamente patrullan el Pacífico.
El artículo destacó que la decisión de cerrar ese consulado en particular fue mucho más significativa de lo que se pensó en el momento. Aunque, aclaró el autor, "no hay prueba" de que el presidente Trump tuviera conciencia de "la gravedad de esa acción". Otra hipótesis arriesga que el cierre fue una señal de Trump a Robert Mueller y el consejo especial que investiga la posibilidad de la interferencia rusa en las elecciones de 2016: un mensaje que indica que gobierno no está cautivo de los intereses rusos.
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