La trágica muerte de Jamere Arnold ya tenía suficientes tintes escabrosos. Su familia lamentaba en julio su accidental consumo de una mezcla alcohólica que, aseguraban, lo intoxicó y acabó con su vida. Pero la autopsia realizada reveló que su fallecimiento está ligado a una crisis nacional: el consumo de opioides.
Jamere, de 8 años, fue hallado con espuma en la boca y llevado rápidamente a un hospital. Según trascendió, su abuela creía que había ingerido una bebida alcohólica casera, hecha por un amigo de la familia.
Los paramédicos lo llevaron con un paro en el corazón y no lograron resucitarlo.
Sin embargo, cinco meses después, la autopsia determinó que su muerte no estuvo relacionada con el alcohol, sino con una sobredosis de fentanilo, un opioide más potente que la morfina.
La policía indicó que desconoce cómo accedió el menor a la sustancia, pero la investigación caracterizó la muerte como "accidental". No obstante, agentes del departamento de abuso de menores y de homicidios estaban participando de las pesquisas.
En octubre, el presidente Donald Trump declaró una "emergencia de salud pública nacional" ante la crisis por el consumo de opioides, lo cual le permite intensificar la lucha contra una epidemia que mata a más de 100 estadounidenses cada día.
Según las nuevas reglas de la agencia antinarcóticos estadounidense, cualquier persona que posea, importe, distribuya o produzca derivados o sustitutos de fentanilo podrá ser procesada como si estuviera involucrada en su tráfico.
Se estima que alrededor de dos millones de estadounidenses son adictos a los opioides, una categoría de estupefacientes que incluye analgésicos administrados bajo receta y heroína, a menudo mezclados con sustancias sintéticas.
(Con información de AP y AFP)
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