"Caminamos ocho kilómetros por un sendero hasta que vimos la lava roja y ardiente. Afortunadamente, fluía por fuera de los límites del Parque Nacional de los Volcanes (en la Gran Isla de Hawaii)".
En su relato, el fotógrafo israelí Erez Marom, de 36 años, no podía contener la emoción. Ante semejante espectáculo, puso a volar el drone y empezó a filmar.
"Una hora después de nuestra llegada, los ríos de lava empezaron a avanzar por la ladera de la montaña", contó Marom.
En total fueron varias horas de filmación, que le permitieron obtener un registro único del volcán Kilauea. Sin embargo, más allá de la felicidad por lo realizado, se dio cuenta de que se había acercado demasiado a la lava.
"Cuando regresé al apartamento, me sorprendí al comprobar que el plástico de la cámara del drone se había derretido", dijo el fotógrafo. De todos modos, no se arrepintió. "Se puede decir que soy un adicto a la lava. Me encanta mirarla y la sensación que me produce estar cerca de ella".
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