El Partido Demócrata empieza a cerrar uno de los peores ciclos de su historia. La debacle comenzó en 2014, cuando perdió el control del Senado por primera vez desde 2006, dejando al entonces presidente Barack Obama en minoría absoluta en el Parlamento. Además sufrió estruendosas derrotas al nivel de los estados: apenas logró conservar 15 gobernaciones y 34 quedaron en manos republicanas.
El colapso se terminó de dibujar en 2016, con los catastróficos comicios presidenciales y legislativos. Hillary Clinton, una de las principales líderes del partido en las últimas décadas, perdió una elección inverosímil contra Donald Trump, que parecía ser el candidato a presidente más débil en mucho tiempo. Para profundizar el desastre, los republicanos ratificaron sus mayorías en las dos cámaras del Congreso.
Pero la tendencia se revirtió este 2017 con algunos triunfos importantes. En Virginia, el vicegobernador Ralph Northam logró mantener la gobernación para el partido, que además está a punto de quedarse con el control de la cámara de delegados estadual. En Nueva Jersey, Phil Murphy le ganó a Kim Guadagno, segundo del gobernador Chris Christie, republicano. Los demócratas ganaron también muchas de las alcaldías que se pusieron en juego en las últimas semanas, como la de Nueva York, donde Bill de Blasio accedió a un segundo mandato.
"Virginia y Nueva Jersey son estados que tienden a ser demócratas, así que las expectativas eran de victoria. Pero ganaron por amplios márgenes, por más de lo esperado. Fueron triunfos importantes, que les permiten ser optimistas respecto de una posible ola demócrata en las elecciones de 2018″, dijo a Infobae Paul Beck, profesor emérito de ciencia política en el Centro Mershon de Estudios de Seguridad Nacional, de la Universidad Estatal de Ohio.
Los comicios permitieron sacar algunas conclusiones interesantes, más allá de los ganadores. Para David A. Hopkins, profesor de ciencia política en el Boston College, pusieron en evidencia que "los votantes demócratas están muy movilizados para ir a sufragar porque quieren dejar asentada su fuerte oposición a Donald Trump". "Los resultados sugieren que los republicanos están en peligro de perder un apoyo crucial entre los electores suburbanos de clase media", dijo en diálogo con Infobae.
La participación electoral es un tema fundamental en Estados Unidos, donde el voto optativo y la abstención suele ser muy alta. Quizás los candidatos opositores al gobierno no sean particularmente atractivos, pero el rechazo que genera Trump en parte del electorado es un factor que está modificando los patrones de concurrencia a las urnas.
Fueron triunfos importantes, que les permiten ser optimistas respecto de una posible ola demócrata en las elecciones de 2018
"Los resultados, particularmente los de Virginia, indican que los republicanos moderados que viven fuera de las áreas rurales pueden preferir no votar a candidatos de su partido debido a las dudas que les genera la administración Trump. Esto tiene implicaciones sobre los comicios de medio término. Puede que ahora al Partido Demócrata le resulte más sencillo recaudar fondos", explicó James A. McCann, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Purdue, consultado por Infobae.
Los demócratas terminan 2017 revitalizados y con esperanzas de recuperar el terreno perdido, pero todavía falta un año para las elecciones parlamentarias, que serán el 6 de noviembre de 2018. Se renueva la totalidad de las 435 bancas que componen la Cámara de Representantes y 33 de las 100 que conforman al Senado. Además se elige gobernador en 39 de los 50 estados. Entonces se verá si el país se pinta de azul, o sigue rojo.
La carrera hacia las elecciones de medio término
El rechazo a la gestión de Donald Trump como presidente está en niveles récord para alguien que aún no cumplió un año en el cargo. El promedio de las principales encuestadoras que realiza Real Clear Politics muestra algo impactante: ni siquiera en la semana que asumió lograba reunir más adeptos que detractores. Su presidencia comenzó con un empate en 44% entre los que aprobaban su trabajo y quienes lo reprobaban.
Desde ese momento, la brecha no paró de agrandarse. En agosto llegó a su pico, 20 puntos porcentuales de diferencia, y en ese nivel se estabilizó. Los números de noviembre muestran que tuvo un leve descenso, a 18,6 puntos. El 56,9% de los estadounidenses rechazan su gobierno, y el 38,3% lo apoyan. Sin embargo, hay un núcleo duro que, si bien es minoritario, lo sigue ciegamente.
"Trump ha sido desde el comienzo uno de los presidentes más impopulares, pero tiene un piso de seguidores cercano al 40%, y abajo de eso no va a caer. Eso lo convierte en un problema para los republicanos, ya que no pueden ganar con Trump por el rechazo que genera entre algunos votantes, pero tampoco pueden ganar sin el apoyo de los que están con él. La gran mayoría de senadores y diputados del partido están en contra, pero no saben qué hacer. Un grupo pequeño lo manifiesta abiertamente, pero el resto prefiere mantenerse en silencio", dijo a Infobae Mark P. Jones, investigador del Instituto Baker de Políticas Públicas, en la Universidad Rice.
Los votantes demócratas están muy movilizados para ir a sufragar porque quieren dejar asentada su fuerte oposición a Donald Trump
La encerrona en la que se encuentra el Partido Republicano no es de fácil resolución, y sería muy extraño que se revierta una tendencia tan marcada en la evolución de la opinión pública. Los opositores tienen razones buenas para ser optimistas. Sólo un suceso extraordinario, de muy alto impacto, podría cambiar el panorama.
"Es muy probable que les vaya muy bien a los demócratas en las elecciones de medio término —dijo Hopkins—. Es posible que ganen la mayoría en la Cámara de Representantes y, aunque las chances son más reducidas en el Senado, también existen. Lo único que podría evitar que obtengan un número significativo de bancas es una crisis de algún tipo que lleve a los estadounidenses a apoyar al presidente Trump, como ocurrió durante el mandato de George W. Bush cuando se produjeron los ataques terroristas de 2001″.
No obstante, a pesar de que los demócratas competirán el año que viene con viento a favor, les resultará muy difícil quedarse con el control del Congreso. En el Senado es casi imposible, porque de los 33 escaños que se ponen en juego, 25 están en su poder. En diez de ellos Trump fue el candidato a presidente más votado en 2016. En cambio, los ocho escaños que renuevan los republicanos pertenecen a estados en los que tradicionalmente ganan cómodos. La ola azul debería ser muy fuerte para ganar la mayoría en esas condiciones.
Más favorables son las perspectivas en la Cámara de Representantes, aunque tampoco será fácil. La competencia es por distritos uninominales, es decir que el país se divide en 435 circunscripciones y cada una elige a un solo representante. Los demócratas tendrían que volver a ganar en los 194 distritos en los que se impusieron en 2016, algo previsible, y además deberían vencer a los republicanos en 24 de los 240 que se llevaron. Si bien la gran mayoría pertenece a regiones de escasa densidad poblacional, que siempre votan rojo, hay unos 40 que son realmente competitivos. Más de la mitad debería pintarse de azul para que haya un cambio de mando en la cámara baja.
Por todo esto, la gran apuesta opositora no está en el Parlamento. "Un año en política es una eternidad, pero si las cosas se mantienen como ahora se puede esperar una ola demócrata que les sume bancas en el Congreso y, especialmente, gobernaciones en los 39 estados en los que se renuevan. Los republicanos tienen 26 de ellas, y ocho son en territorios en los que Hillary Clinton ganó en 2016", afirmó Beck.
Un 2018 peligroso para Donald Trump
"Hasta ahora, el presidente Trump ha tenido muy poco éxito con su agenda legislativa. Su plan de infraestructura fracasó, su intento de cambiar el sistema de salud también, y si sale la reforma impositiva, que está teniendo muchos problemas, no será de la forma que él quiere. Su único logro es haber nombrado al noveno juez de la Corte Suprema, que es importante, pero es sólo eso", explicó Jones.
Cuando se ve el balance del año parlamentario, con lo magros que fueron los resultados, cuesta creer que es un gobierno con mayoría en ambas cámaras. Si con ese poder Trump estuvo la mayor parte del tiempo estancado, sus perspectivas serían muy negativas en caso de quedar en minoría, porque se vería obligado a negociar con los demócratas, que lo defenestran. Y si ni siquiera ha mostrado capacidad para acordar con los sectores disidentes de su propio partido, parece difícil imaginar que pueda hacerlo con sus adversarios.
Se puede esperar una ola demócrata que les sume bancas en el Congreso y, especialmente, gobernaciones en los 39 estados en los que se renuevan
"Si los demócratas obtienen el control de al menos una de las dos cámaras en 2018 —dijo Hopkins—, la agenda legislativa del presidente Trump quedará definitivamente trabada. Pero aún más importante es que los demócratas pasarían a administrar los poderes investigativos y de control que tiene el Congreso".
Para un mandatario rodeado de tantos escándalos, un cambio de mando en la Cámara de Representantes podría ser peligroso. Basta pensar en todas las evidencias que se revelan mes a mes en las pesquisas sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2018 para darse cuenta de que el mandatario debe estar muy preocupado.
"Los demócratas lanzarían inmediatamente agresivas investigaciones sobre los lazos de la campaña electoral de Trump con el gobierno ruso, y sobre las circunstancias que rodearon al despido del director del FBI, James Comey (que precisamente estaba siguiendo de cerca ese tema). Más allá de si el Congreso encuentra razones suficientes para justificar un impeachment, esas investigaciones serán muy dañinas para Trump y para sus subordinados", concluyó Hopkins.
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