Como el embarazo había sido tan difícil —en cama durante los últimos dos meses, tres semanas hospitalizada— y el parto, una cesárea de emergencia, toda la atención se concentró en la bebé Madeline Logeline, prematura. A las 27 horas de la intervención, le dijeron a Elizabeth Logelin, la madre, que podía ver a la recién nacida; el padre, Matt Logelin, le dijo que en ese tiempo ya había aprendido a cambiarle los pañales.
Pero en el trayecto entre su cama y la silla de ruedas, apenas dos pasos que dio al ponerse de pie, Elizabeth Logelin murió de una embolia pulmonar.
Aunque tenía antecedentes familiares de coágulos, y los dos meses que había pasado en reposo aumentaban su riesgo, nadie pensó en eso. No recibió anticoagulantes, ni hizo ejercicios circulatorios. Murió en el acto, como consecuencia del nacimiento de su hija, resumió el sitio Quartz este caso.
Morir a causa del parto es algo que suena a pasado, o a países atrasados. Y el caso de Logelin podría considerarse como de mala práctica si no fuera porque antes entra en una estadística asombrosa: con 26,4 muertes maternas por cada 100.000 bebés nacidos vivos, los Estados Unidos son la sociedad industrializada con mortalidad materna más alta.
"Y por mucho", analizó la autora del texto, Annalisa Merelli. "En Canadá, la tasa es de 7,3; en Europa occidental el promedio es de 7,2, con muchos países como Italia, Noruega, Suecia y Austria con tasas de alrededor de 4. En los Estados Unidos mueren más mujeres por causas vinculadas al parto que en Irán (20,8), el Líbano (15,3), Turquía (15,8), Puerto Rico (15,1), China (17,7) y muchos otros lugares".
Se cree que a una persona sana como Logelin, una joven que no fumaba, tenía una educación superior y contaba con seguro de salud, no podía sucederle algo así. Además, en las últimas tres décadas, en el mundo se han hecho campañas que redujeron la mortalidad materna. "Pero los Estados Unidos es uno de un puñado de países donde el problema empeoró, y de manera significativa", según Quartz.
Las cifras del informe indican que entre 700 y 1.200 mujeres mueren cada año en ese país por complicaciones del embarazo o el parto. Unas 50.000 corren peligro de muerte y otras 100.000 se enferman de gravedad durante o después de la gestación.
Hasta 2017, además, cuando una mujer moría, su certificado de defunción no siempre indicaba si estaba embarazada o había dado a luz. Dependía de cada estado.
Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y hasta finales de la década de 1980, las tasas de mortalidad materna bajaron en los Estados Unidos, al igual que en la mayoría de los demás países desarrollados. Entonces, la tendencia cambió, y hacia el cambio de milenio era indiscutible que algo malo sucediera. Mientras que hacia 2015 la mortalidad materna global se redujo —30% según estimaciones conservadoras, 45% según la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—, en los Estados Unidos aumentó casi un 60%.
"Otras tendencias relacionadas se hicieron visibles en el período 1990-2015", escribió Merelli. "En particular, aumentos notables de las tasas de obesidad y diabetes". En ese tiempo, también, las mujeres postergaron la maternidad. Así llegaban al embarazo con más edad, más peso y/o más problemas de salud.
Sin embargo, eso también sucedió en otros lugares del mundo. "La obesidad entre las madres blancas casi se duplicó en el mundo entre 1980 y comienzos de la década de 2010. Las muertes por maternidad se redujeron casi a la mitad", según el artículo "En algunos lugares del mundo —los países escandinavos y Europa occidental, en particular— el acento en un cuidado mayor antes, durante y después del parto ha dado resultados muy diferentes".
La atención de la salud femenina no escapa de la discriminación general que sufre la mujer. "Esperan más para ver a los médicos que los hombres, se suele minimizar su dolor y aunque tienden a consultar menos que los varones sus síntomas se desdeñan muchas veces: por ejemplo, se atribuyen erróneamente a causas psicológicas en lugar de fisiológicas".
En el caso del embarazo, además, el foco está puesto en el bebé, como les pasó a los Logelin. Mientras que en países como el Reino Unido la seguridad social cubre enfermeras y comadronas que ayudan a la madre flamante, en los Estados Unidos ni siquiera es obligatoria la licencia por maternidad y el primer examen que cubren los seguros de salud es a seis semanas del nacimiento, con lo cual la mitad de los casos de depresión postparto no se diagnostican.
Otro factor de importancia es la etnia: las madres negras corren tres veces más riesgos que las madres blancas de morir o sufrir enfermedades relacionadas con la gestación o el parto. Las madres nativas, dos veces. Las hispanas, en cambio, corren menos peligro que la población materna estadounidense en su conjunto.
Una razón visible es la socioeconómica: los afroamericanos son tres veces más pobres que los blancos, y sufren las consecuencias que vivir bajo la línea de pobreza produce en la salud. Las organizaciones de derechos civiles han denunciado racismo, que probablemente comienza por la escasez de profesionales de la salud afroamericanos: solo lo son el 6% de los médicos y el 4% de los ginecólogos, mientras que la población negra representa el 12% del país.
"Establecer exactamente por qué tantas madres mueren por, o sufren durante, la gestación y el parto es un rompecabezas de salud pública desmesurado", sintetizó Merelli. "No hay una razón sola, sino una mezcla compleja de factores que, en su conjunto, apuntan a problemas que atraviesan el sistema de salud y el sistema social del país".
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