En 2012 el broker Guy Gentile fue detenido por haber participado de una estafa con acciones fraudulentas. Le ofrecieron una condena negociada: sería informante de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) en Wall Street y no iría a la cárcel. Desde esa posición ayudó a que la autoridades detuvieran a varios corredores de bolsa que se dedicaban a ardides de especulación.
Gentile estaba casi feliz de que lo hubieran descubierto: había soñado con dedicarse a la criminología y lo entusiasmaba la idea de practicar sus dotes histriónicas.
Hizo lo que le pidió el FBI. Inclusive instigó a la comisión de un delito a pedido, por el cual otro broker cumplió un año de prisión. Entonces la fiscalía le agradeció y le explicó por qué lo procesaría igualmente.
Gentile se sintió traicionado y decidió que pagaría con la misma moneda: hizo juicio contra el gobierno. Y lo ganó.
En su cuenta de Instagram, que tiene como localización "Nassau, Islas Bahamas", publicó un fotograma de El lobo de Wall Street, menos por amor a la obra de Martin Scorsese que por su identificación con el papel de Leonardo DiCaprio, basado en las memorias del agente de bolsa Jordan Belfort. "Jódanse todos", escribió en la imagen, que acompañó con los hashtags #DepartamentoDeJusticia y #CasosDesestimados.
Gentile hizo millones con una operación offshore de compraventa en línea de acciones. Acababa de aterrizar en el pequeño aeropuerto de White Plains, al norte de Nueva York, cuando vio autos policiales en la pista. Supo que no llegaría a la fiesta para la cual había volado.
Bajó del avión con su Rolex pegado a las esposas. Había querido llamar a su abogado, pero los policías le habían arrebatado el teléfono.
Pronto llegaron dos agentes del FBI que lo llevaron a comer una hamburguesa con queso y tocineta. Le explicaron que lo consideraban parte de un grupo que había embaucado a un grupo de inversores y se había quedado con USD 15 millones por la manipulación de las acciones de una mina de oro en México y un proyecto de explotación de gas natural en Kentucky. Podían enviarlo a la cárcel y confiscar sus bienes. O podían ofrecerle un acuerdo con la fiscalía.
Gentile no lo dudó. Tenía 36 años en ese momento. Los delitos de los que lo acusaban podían ameritar una condena de 20.
"¿Recuerdas la película Escándalo americano? Es algo así, con mucha más mugre y más vueltas", dijo a Zeke Faux, quien publicó su perfil en la revista Bloomberg Businessweek.
Con un entusiasmo que rara vez muestran los informantes —en general, el estrés de llevar un micrófono es muy desagradable—, Gentile se reunió con Adam Gottbetter, a quien había tratado en el negocio de gas natural. Pero el abogado habló poco del asunto: quería proponerle un plan nuevo. Como la propuesta se acomodaba a los huecos de la ley, el FBI se encontró con las manos vacías.
Los agentes le pidieron entonces a Gentile que propusiera a Gottbeter el uso de un algoritmo que inflara el valor de las acciones. "Sentí que lo estaba engañando", dijo, con precisión. El abogado fue sentenciado a un año de prisión y a pagar USD 5 millones en multas.
Gentile estaba en pleno dominio de su papel. Convirtió su delación en el operativo "Wall Street clandestino", en el que él ocupaba el lugar del héroe de acción principal. Los agentes lo dejaron soñar. Ni siquiera objetaron que llevara su arma Glock.
Pero aun ebrio por su aventura, Gentile desconfiaba del resultado. En febrero de 2014 grabó un encuentro con los agentes del FBI. Lo habían citado para repasar lo que le diría al auditor de gastos de la agencia. Uno de ellos lo felicitó por su labor: "Nunca hubiéramos llegado cerca de esa gente sin tu ayuda". También le dijeron que no dijera que había promovido un acto ilegal, como había hecho para detener a Gottbetter, ni que le habían dejado su revolver.
Durante el año siguiente, mientras ya lo dejaban elegir a sus objetivos, grabó un centenar de llamadas más.
En junio de 2015 la fiscalía le dijo que ya era suficiente. Sólo tenía que declararse culpable de los cargos y no se pediría prisión efectiva. "Ese no era el acuerdo", se quejó. La discusión subió de tono. Gentile dijo que "el gobierno me instruyó para que volviera delictivo el plan", dijo sobre el algoritmo. Y entonces mencionó las grabaciones.
En lugar de ceder ante la amenaza, los fiscales se molestaron. Lo procesaron con todas las acusaciones que le cabían y lo detuvieron.
Gentile pagó USD 500.000 de fianza y voló a Miami. Se juntó con un rapero para componer una canción sobre un soplón, y grabó las líneas: "The feds don't know who they got, bro/ I'm going rogue" ("Los federales no saben a quién tienen, compa./ Yo me rebelo"). Dio una fiesta temática para su cumpleaños 40 —todos sus invitados al estilo de James Bond— y salió con una miss puertorriqueña.
Hizo lo que le pidió el FBI. Inclusive instigó a la comisión de un delito a pedido, por el cual otro broker cumplió un año de prisión.
Sus abogados pidieron que se desestimara el caso, y citaron su extensa colaboración. La fiscalía reconoció la utilidad de la información que había recibido del broker pero negó la existencia de un acuerdo. El juez decidió que los cargos habían prescripto y denegó la demanda. El único juicio que le quedó pendiente es civil: la Comisión de Bolsa y Valores investiga sus ganancias de USD 17 millones en los esquemas.
"Voy a hacer una empresa millonaria", dijo a Bloomberg. "Voy a tener mi jet privado. Voy a manejar un carro ostentoso y le voy a poner una placa personalizada: Fuck U DOJ".
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