En medio del aumento de tensiones con Rusia y Corea del Norte, y tras el reciente ataque ordenado por el presidente Donald Trump con 59 misiles Tomakawk contra una base aérea siria, el poderío bélico de los Estados Unidos cobra más importancia que nunca, en un contexto mundial donde la escalada armamentista protagonizada por las principales potencias parece no conocer límites en su crecimiento.
Una de las promesas de campaña más resonantes del actual presidente de los EEUU se centró en el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas del poderoso país de Norteamérica, una institución que el republicano continúa afirmando al día de hoy que ha sido vaciada por la Administración Obama, sobre todo tras la "desastrosa" invasión militar a Irak.
Como parte de las iniciativas llevadas adelante por la nueva gestión en el poder, el mes pasado el contratista de defensa Lockheed Martin y el Departamento de Defensa de los EEUU acordaron el encargo del décimo lote del revolucionario caza F-35, en el cual —gracias a la presión en redes sociales del presidente Trump para forzar al gigante a bajar sus costos ante la amenaza de traspasar los pedidos a su competidor Boeing— se logró un significativo ahorro para los contribuyentes de USD 728 millones, lo que representa una reducción del 8% en el precio de las aeronaves.
Convertido en el mayor programa de adquisición de armas de la historia del Pentágono, se espera que la compra de los cazas F-35 alcance los USD 1.000 millones en un lapso estimado de 50 años. Lockheed es el principal contratista del programa que involucra al F-35, pero existen otras compañías involucradas, como Northrop Grumman y otros 1.300 proveedores.
Existen distintas variantes del avión estrella de las Fuerzas Armadas de los EEUU. Entre ellas se encuentran el F-35A de despegue y aterrizaje convencional —que representa la mayoría de las naves encargadas—; una versión F-35B para el Cuerpo de Marines, que permite despegar y aterrizar de forma vertical; y el F-35C, que es una variante diseñada para la Armada con alas plegables para su uso en portaaviones y que se espera entre en funcionamiento en 2018.
A la fecha existen más de 200 F-35 en operación por las Fuerzas Armadas de los EEUU y otras siete naciones asociadas. A principios de 2017, Lockheed aseguró que otras 3.000 aeronaves serían adquiridas en el mediano plazo, con un total de 600 destinadas a fuerzas aliadas internacionales, entre las que se encuentran naciones como Israel y Japón.
Diseñado como un arma que excede las prestaciones de un caza, con la posibilidad de hacer frente a amenazas existentes como otras en el futuro, como las guerras electrónicas y los ciberataques, la última variante del F-35, bautizada Lightning II, puede asumir distintos roles, combinando aptitudes furtivas con la velocidad y agilidad propias de un caza moderno.
Entre los aspectos tecnológicos más destacados se encuentran una batería de sensores que permiten identificar y localizar al enemigo sobre el horizonte, cascos que utilizan realidad virtual y les permiten a los pilotos visualizar información como velocidad aerodinámica, altitud, objetivos potenciales y desplegar alertas directamente en su rango de visión sobre un visor curvo frente a sus ojos.
Más allá de posibles cuestionamientos al precio por unidad que los EEUU pagará en el contexto de un contrato militar de proporciones nunca antes vistas, expertos aseguran que la performance del caza F-35 se encuentra a años luz de sus principales competidores. Durante recientes ejercicios aéreos de combate avanzados llevados adelante por la Fuerza Aérea de los EEUU en conjunto con naciones pertenecientes a la OTAN en la Base Aérea Nellis, en Nevada, el avión de Lockheed arrasó con sus enemigos en un ratio de 15 a 1.
Seis cámaras infrarrojas montadas en el fuselaje de la nave realizan un streaming de video en tiempo real, lo que permite a los pilotos ver más allá del metal que los envuelve, incluso directamente hacia abajo.
Mediante un proceso que se conoce como "fusión de sensores", la computadora principal a bordo puede unir la data provista por las cámaras externas, el poderoso radar del avión y el sistema de detección de objetivos "electro óptico" para literalmente eliminar los puntos ciegos y tener una noción exacta de lo que sucede alrededor de la nave en situación de combate.
Rumores de que los fabricantes militares chinos se encuentran desarrollando sus propios cazas capaces de engañar a los radares enemigos con prestaciones similares al F-35 se hacen cada vez más fuertes, por lo que expertos en defensa aseguran que la inversión en nuevas tecnologías resulta fundamental para mantener la delantera armamentista ante una creciente amenaza de nuevas superpotencias bélicas.
A pesar de que los críticos del programa de defensa más caro de la historia de los Estados Unidos —entre los que se incluyen miembros del gobierno, expertos de la industria de defensa y países aliados— aseguran que el avión está "plagado de defectos de diseño", debido a que se le permitió a Lockheed "diseñar, probar y fabricar al F-35 todo al mismo tiempo" en lugar de identificar y solucionar los problemas antes de comenzar a rodar la línea de producción, sus defensores afirman que más allá de que el programa para 2014 se ubicaba USD 163.000 millones por encima del presupuesto y siete años retrasado, el F-35 sigue representando el futuro del poderío bélico de los EEUU y permitirá mantener la delantera militar durante las próximas décadas.
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