Preocupada por las reiteradas pruebas balísticas de Corea del Norte, la administración de Barack Obama decidió a comienzos de 2014 cambiar la estrategia para contener esta amenaza creciente. El entonces presidente y su equipo de asesores en Defensa llegaron a la conclusión de que los sistemas antimisiles tradicionales, que consisten en disparar un misil para interceptar a otro, no eran lo suficientemente efectivos. Así fue como decidieron apostar a una ciberguerra, según una investigación publicada hoy por The New York Times.
El nuevo modelo de defensa consistió en ataques cibernéticos para sabotear el programa de desarrollo armamentístico norcoreano y los lanzamientos misilísticos. Lo cierto es que, poco después de que empezara a ejecutarse, se empezaron a repetir fallos y accidentes en muchos ensayos realizados por el régimen de Kim Jong-un.
Los misiles explotaban antes de despegar, se desviaban inexplicablemente de curso o se desintegraban en medio del aire. Los sectores más entusiastas de la administración Obama se congratulaban secretamente por lo que consideraban operaciones muy exitosas y aseguraban haber demorado varios años el desarrollo militar norcoreano.
No obstante, algunos especialistas más escépticos creen que muchas de esas fallas se explicaban mejor por problemas en la confección de los aparatos y por la incompetencia de algunos de los responsables del régimen de Pionyang. Por otro lado, meses atrás distintos reportes indicaron que Kim empezó a sospechar de un posible sabotaje estadounidense. Lanzó una investigación interna, fusiló a algunos altos oficiales y ordenó tomar más recaudos.
Después de eso el escenario cambió rotundamente. Corea del Norte encadenó tres lanzamientos exitosos de misiles de alcance medio, y en septiembre pasado hizo explotar sin problemas la mayor bomba nuclear de su historia, una que duplicó en potencia a la que estalló en Hiroshima.
La mayor preocupación de Estados Unidos es que Norcorea logre desarrollar la tecnología que le permita lanzar misiles nucleares de alcance intercontinental. Por el momento no lo consiguió, ya que sus ojivas nucleares son demasiado grandes para entrar en un proyectil capaz de cruzar la mitad del planeta. Pero está cada vez más cerca de lograrlo.
Según la investigación de The New York Times, la preocupación del Pentágono es cada vez más grande. Interiormente, reconocen que en este momento no están en condiciones de contener el avance armamentista de Kim. Éste era uno de los temas que más desvelaba a Obama hacia el final de su mandato, y le dijo a su sucesor, Donald Trump, que lo encarara como una prioridad absoluta en materia de seguridad nacional.
El interrogante ahora es por qué estrategia se va a inclinar el mandatario republicano. Su equipo de asesores especializados se reúne todas las semanas y está considerando todas las posibilidades. Profundizar la ciberguerra con más recursos para probar con nuevos métodos y tecnologías. Atacar directamente con misiles las bases de lanzamiento norcoreanas. Presionar a China para que deje de apoyar a su histórico aliado. Abastecer de armas nucleares a Corea del Sur a modo de advertencia. O buscar una salida negociada con Pionyang como la que se alcanzó con Irán para que pongan un freno a su programa belicista.
Todas las alternativas ofrecen más incertidumbre que certeza. Todas entrañan enormes riesgos para Estados Unidos y para el mundo. La decisión final la tendrá Donald Trump.
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