Debieron pasar 45 años para que el FBI decidiera poner fin a la investigación. Más de cuatro décadas para que se diera por vencido. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, el secuestro de un avión comercial no sería resuelto por esa oficina de investigaciones federales. D.B. Cooper -tal como fuera identificado el único responsable por la toma de rehenes- quedaría así en la historia.
La noticia de que se dejaría de investigar el secuestro del vuelo 305 de Northwest Airlines se conoció ayer miércoles, luego de que el FBI emitiera un comunicado en el cual daba cuenta de toda la información que recopiló sin éxito desde el 24 de noviembre de 1971. Fue la más larga y exhaustiva pericia de la historia de esa dependencia oficial. Y la única en la cual debieron rendirse.
"El 8 de julio, el FBI decidió redireccionar los recursos dedicados al caso D.B. Cooper para enfocarse en otras prioridades de investigación. Durante los 45 años de pericias, el FBI revisó exhaustivamente las pistas creíbles, coordinó la tarea de múltiples oficiales en búsquedas, recolectó toda evidencia a disposición y entrevistó a todos los testigos identificados. Las pruebas obtenidas a lo largo de estos años serán preservadas para propósitos históricos en el Cuartel General del FBI en Washington DC", indica el comunicado.
En la tarde del 24 de noviembre de ese año, un hombre llamado D.B. Cooper compró un ticket de ida desde Portland, Oregon, hasta Seattle, estado de Washington. Pagó en efectivo y esperó el llamado para embarcar. En pleno vuelo, ordenó a una de las azafatas un bourbon con soda, hielo y le dio una nota en la cual decía que tenía en su poder una bomba. Comenzaba el secuestro. Cooper mostró un pequeño attaché y en su interior podían verse cables rojos y azules, un reloj y un supuesto mecanismo explosivo. La mujer le creyó.
Cumplió la siguiente orden que le indicó el secuestrador. Llevó hasta la cabina una corta nota al capitán del vuelo 305 en la que podía leerse su demanda. Consistía en algo sencillo y hasta poco creíble: cuatro paracaídas y 200 mil dólares en billetes de 20 dólares.
Por la noche, al llegar a Seattle, Cooper había conseguido lo que pretendía y cumplió parte del acuerdo. Liberó a 36 pasajeros, pero le ordenó al comandante que despegara con rumbo a la Ciudad de México. Una vez en vuelo, a poca distancia del trayecto en algún lugar entre la partida y Reno, en Nevada, se calzó un paracaídas, tomó su dinero, abrió una puerta trasera y saltó. Eran las 8 pm de ese 24 de noviembre y nunca más se sabría nada de él. D.B. Cooper había desaparecido para siempre.
Las teorías que se imaginaron fueron de las más variadas. Desde que debía ser un paracaidista experto y con carrera militar, hasta que el secuestro tuvo que ser efectuado por alguien con poca idea de lo que estaba haciendo, debido al riesgo que corría al saltar desde un avión comercial.
La leyenda sobre Cooper crecía sin detenerse. Hasta una periodista de The Washington Post lo comparó con Robin Hood, dada la arriesgada maniobra que hizo para eludir a las autoridades y que no hubieran víctimas entre sus secuestrados, lo cual enfureció al FBI.
Quien comandó la investigación fue Ralph Himmelsbach. Durante años siguió cientos de pistas, entrevistó a decenas interminables de personas, recibió miles de cartas y llamados telefónicos. Todas tenía importancia para él, pero muchas de ellas -la mayoría- eran falsas. Durante estas más de cuatro décadas, poco ha cambiado. Salvo cuando se halló un paquete con unos 5.800 dólares en billetes de 20, en mal estado, que coincidían con la serie que había sido dada al secuestrador.
La creencia de muchos de quienes siguieron el caso de cerca es que Cooper nunca sobrevivió al salto. El paracaídas que recibió no era de los más sofisticados. No podía orientarlo. En teoría "aterrizó" en medio del bosque, vestido de traje y con zapatos de cuero, en pleno invierno y de noche. ¿Cómo sobrevivir?
En 45 años, el FBI utilizó la tecnología que la ciencia le ofrecía para intentar determinar el lugar donde este misterioso hombre había caído. Sin embargo, nunca se hallaron rastros del cuerpo de Cooper, en caso de que haya muerto. Ni aún con la ayuda de satélites en una zona determinada de Nevada.
"A pesar de que el FBI ya no investigará activamente este caso, si emergiera nueva evidencia física -relacionada con el paracaídas o el dinero tomado por el secuestrador- deberán contactarse con su oficina local del FBI".