La espectacular caída del ejército de Vladimir Putin en la provincia de Kharkiv ha reavivado la preocupación de que Rusia pueda recurrir a las armas nucleares. “Me temo que ahora contraatacarán de formas realmente imprevisibles”, advirtió Rose Gottemoeller, ex vicesecretaria general de la OTAN, “y de formas que pueden incluso implicar armas de destrucción masiva”. Gottemoeller, en declaraciones a la BBC, dijo que no le preocupaban los enormes misiles balísticos intercontinentales de Rusia, que cruzan océanos y pueden destruir ciudades, sino sus llamadas armas nucleares tácticas. ¿Qué son éstas, y podría Putin utilizarlas si está perdiendo la guerra?
Las armas nucleares tácticas (los expertos prefieren el término “no estratégicas”) son las que tienen un rendimiento relativamente pequeño. Pueden tener un peso de unos pocos kilotones, o menos. El rendimiento de una B61-12, un arma estadounidense de rendimiento variable, puede “reducirse” hasta 0,3 kilotones si se va a utilizar como arma táctica, aproximadamente una quincuagésima parte del rendimiento de la bomba que destruyó Hiroshima. La explosión de unos miles de toneladas de nitrato de amonio mal almacenado en Beirut en agosto de 2020 demostró lo terrible que pueden ser estas explosiones. Pero son mucho menos devastadoras que las de las armas utilizadas en un intercambio nuclear total.
Estados Unidos tiene alrededor de 100 armas nucleares tácticas en bases aéreas en Europa, principalmente como una forma de dar a sus aliados de la OTAN una participación en la disuasión nuclear. Se cree que Rusia tiene miles. Las ve como una forma de compensar la fuerza de la OTAN en armas convencionales avanzadas. Su utilidad militar es bastante limitada. Las actuales armas convencionales (es decir, no nucleares) guiadas de precisión son muy precisas y pueden destruir la mayoría de los objetivos, salvo los puestos de mando y búnkeres más enterrados.
Sin duda, las municiones de precisión rusas han fallado a menudo su objetivo en esta guerra, y se están quedando cortas. Pero las armas nucleares tácticas no serían un sustituto viable: habría que utilizar un gran número de ellas para producir un efecto militar duradero. Un estudio de los escenarios India-Pakistán concluye que una bomba nuclear de cinco kilotones podría destruir hasta 13 tanques si se dispersaran. En cualquier caso, Rusia ha demostrado una escasa capacidad para localizar y atacar objetivos en movimiento.
Se teme menos que Rusia las utilice para obtener beneficios en el campo de batalla que como instrumentos de coerción. Christopher Chivvis, que fue el máximo responsable de la inteligencia estadounidense para Europa entre 2018 y 2021, dice que en varios juegos de guerra celebrados tras la anexión rusa de Crimea en 2014 los expertos y militares occidentales que juegan a que Rusia opte a veces por realizar pruebas nucleares o una detonación a gran altura del tipo que interfiere con las comunicaciones en una amplia zona. “Piensa en una explosión que haga que las luces se apaguen sobre Oslo”, dice. Gottemoeller apunta a la posibilidad de un único ataque sobre el Mar Negro o sobre una instalación militar ucraniana. “El objetivo”, sugiere, “sería conseguir que los ucranianos, en su terror, capitulasen”.
Sería difícil cuadrar esto con la política declarada de Rusia. En los últimos años ha elevado el umbral de uso nuclear, desde “situaciones críticas para la seguridad nacional de la Federación Rusa” (en 2000) hasta algo más estricto: “agresión... que implique el uso de armas convencionales cuando la propia existencia del Estado esté amenazada” (en 2014). Es posible, sin embargo, que Putin identifique la supervivencia de su propio régimen con la del Estado, y vea la derrota en Ucrania como una cuestión existencial. Si el ejército ruso fuera derrotado en el sur de Ucrania hasta el punto de que las fuerzas ucranianas amenazaran con reconquistar Crimea, eso también podría llevar al Sr. Putin a asumir mayores riesgos.
Aun así, esos riesgos serían enormes. Un ataque nuclear táctico sobre una base ucraniana o sobre el Mar Negro sería un momento fundamental -el primer uso de armas nucleares desde 1945- pero no necesariamente detendría las ofensivas de Ucrania. “Es difícil imaginar que incluso los ataques nucleares permitan a Rusia quebrar la voluntad de resistencia de Ucrania”, escribió el general Valery Zaluzhnyi, máximo comandante ucraniano, en un ensayo publicado el 14 de septiembre. Cualquier decisión de romper el tabú nuclear también pondría en peligro la relación de Rusia con países amigos o no alineados, como China e India. Y un ataque a Ucrania podría conducir precisamente al resultado opuesto al buscado por Putin desde el comienzo de la guerra: el envío de fuerzas occidentales, como equipos radiológicos especializados, a Ucrania.
A pesar de su giro hacia la dictadura, Putin no es el único responsable de la toma de decisiones en Rusia. Tres funcionarios llevan el Cheget, o maletín nuclear, que transmite las órdenes a las fuerzas de cohetes: Putin, Sergei Shoigu (su ministro de Defensa) y el general Valeriy Gerasimov (jefe del Estado Mayor). Algunos relatos dicen que dos de los tres terminales deben enviar un código para que una orden sea válida. Si una orden tan trascendental fuera desatendida o contrarrestada, podría tener un efecto fatal sobre la autoridad del Sr. Putin.
Mucho de esto es simplemente desconocido. Las discusiones sobre si Rusia recurriría o no al uso de la energía nuclear han adquirido un sabor teológico en los últimos meses. Una facción argumenta que los peligros son tan grandes que Occidente debe convencer al gobierno de Ucrania de que negocie antes de que las cosas se salgan de control. Otra replica que la exageración de los riesgos nucleares juega a favor del Sr. Putin, disuadiendo a Occidente de enviar sus armas más avanzadas y limitando a Ucrania a liberar todo su territorio. En realidad, la única persona que está en condiciones de saberlo con certeza es el propio Putin.
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