Al terminar el partido, con el 4-2 que consagró a Francia como campeón del mundo, el presidente Emmanuel Macron extendió sus brazos y saludó a la presidenta de Croacia Kolinda Grabar-Kitarovic con tres sonoros besos.
Así cerraron los primeros mandatarios de los países finalistas de Rusia 2018 90 minutos cargados de emoción, gritos y hasta "amuletos de la suerte" que poblaron el palco oficial del estadio Luzhniki en Moscú.
Kolinda Grabar-Kitarovic optó por lucir la camiseta de la selección y mantener los colores en toda su vestimenta: pantalón blanco y chaqueta roja para alentar al equipo dirigido por Zlatko Dalić. Ese fue su "talismán" de la suerte durante todo el mundial y no era momento para cambiarlo.
Antes de llegar al estadio, la primera mandataria croata -muy activa en las redes- pidió a los aficionados rusos que alienten a su país: "Ustedes son grandes anfitriones. Apoyen hoy a Croacia. Seamos felices juntos".
Al color del estadio y en las calles de Moscú hay que sumarle lo que se vive en el palco oficial de la FIFA. El fanatismo lógico por sus equipos sumado a la diplomacia y la cordialidad de los que se ubican en las butacas oficiales generan un "partido aparte". Vale recordar el cruce de miradas y gestos entre el jeque árabe y el presidente Vladimir Putin cuando Rusia goleó a la selección de Arabia en el partido encuentro inaugural, o la locura de Diego Maradona y sus brazos extendidos al cielo cuando Argentina venció a Nigeria en un agónico 2 a 1.
Y esta vez no fue diferente. El palco de honor se pobló de figuras y jefes de Estado de todo el mundo. El presidente de Rusia tuvo varios primeros mandatarios como invitados especiales: Armen Sarkisyan, de Armenia, Alexander Lukashenko, de Bielorrusia, Igor Dodon, de Moldavia, Mahamoud Abbas, de Palestina, Ali Bongo Ondimba, de Gabón, Omar Al Bashir, de Sudán y el Sheikh Tamim Bin Hamad Al Thani, emir de Qatar, donde se celebrará el próximo Mundial en el 2022.
Gianni Infantino se sentó junto a los presidentes de Francia y Croacia que estuvieron acompañados de sus respectivas parejas: Kolinda Grabar se mostró junto a su marido Jakov Kitarovic, y Emmanuel Macron siguió el encuentro junto a su esposa, Brigitte Marie-Claude.
En cada uno de los seis goles del encuentro fue imposible mantener el protocolo: los presidentes festejaron como todos los hinchas saltando de sus asientos y gritando los tanto a viva voz. Y cuando llegó la pitada final de arbitro Néstor Pitana, Macron elevó sus brazos al cielo mientras Grabar aceptaba con tristeza la derrota.
Minutos después, en la entrega de premios y bajo una intensa lluvia, Macron se mostró exultante y felicitó con abrazos y palmadas en la espalda a los jugadores dirigidos por Didier Deschamps, mientras Kolinda Grabar los abrazó con afecto y derramó alguna lágrima de emoción por la entrega del equipo donde Luka Modric fue la gran estrella.
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