La desigualdad que atraviesa Brasil se ampara en los altos índices de desocupación, pobreza y violencia de género. En un país donde hay 14,83 millones de personas en la pobreza extrema y el 40% de los hogares basa su responsabilidad a madres abandonadas por sus parejas, la selección que conformó Tité para el Mundial de Rusia no es la excepción.
Muchos de sus protagonistas sufrieron una infancia crítica, en la que el dinero no alcanzaba y el amor por sus padres estaba ausente. Uno de los casos más destacados es el que vivió Taison, el volante que aparece como una alternativa en el Scratch y tuvo que trabajar en otros rubros para colaborar con el ingreso económico en su familia. "Soy una persona batalladora. No he llegado a la selección por casualidad. Todo lo que tengo hoy se lo debo a ella", dijo públicamente en referencia a su mamá, Rosangela, ya que su padre se fue de casa y dejó a la mujer a cargo de sus 11 hijos.
En Navegantes, antes de convertirse en jugador profesional, el actual hombre del Shakhtar Donetsk tuvo que pedir limosnas en la calle y buscar empleo de albañil y pintor. Casemiro, en cambio, sufrió el abandono de su padre cuando tenía 3 años. El mediocampista que se adueña del centro del campo ruso se crió con el cariño de su madre Magda, el apoyo de sus 2 hermanos y el incentivo de Nilton Moreira, un entrenador de una escuela de fútbol ubicada en la humilde región de São José dos Campos.
Marcelo, en tanto, se fue a vivir con sus abuelos cuando sus padres se divorciaron. Su nuevo tutor, Pedro, fue el que lo motivó en su carrera deportiva. "Prácticamente se desvivió por un chaval de 13, 14 años, sin saber que acabaría siendo futbolista", explicó ante la prensa la estrella del Real Madrid cuando le consultaron sobre su adolescencia.
Sus compañeros de la defensa, Miranda y Thiago Silva pasaron por situaciones similares. Cuando Ángela estaba embarazada del futuro central del PSG se había planteado abortar, dado que ya tenía dos hijos y las condiciones económicas eran difíciles. Convencida por su familia, decidió concebir al chico que más tarde se convertiría en una figura internacional. Sin embargo, cuando él cumplió los 5 años, su padre se fue de casa y dejó a su ex mujer a cargo del hogar. Miranda, en tanto, padeció la pérdida de su papá porque murió cuando él tenía 11 años. María, madre de 12 hijos, sacó la familia adelante a pesar de quedar viuda en Paranavaí.
Paulinho, recientemente incorporado al Barcelona, fue otro de los casos que se crió en los brazos de su madre. Su padre, descendiente de indios Xucuru, en la región interior de Pernambuco, se separó de Erica Lima, cuando nació el que sería futuro crack del Blaugrana.
El goleador, Gabriel Jesús, es otro exponente del plantel brasileño que vivió una infancia lejos de su papá. Su madre, Vera, abandonada por su marido se fue a vivir con otra mujer antes de que naciera el delantero. "Cuando iba a los partidos y veía a mis amigos, tenía envidia por no tener un padre allí. Pero, del modo en que mi madre me crió, enseguida me olvidaba de que tenía un padre", contó explicó a The Players' Tribune.
Finalmente, Cássio, el tercer arquero del equipo, nunca conoció a su padre. Según los familiares, desapareció tan pronto supo que la madre, Maria de Lourdes, estaba embarazada. Hoy todos ellos están consagrados. Pasaron los tiempos de su niñez entre pelotas y sacrificio. Sin el apoyo de un padre que los guíe desde las gradas. Fueron sus madres las que ocuparon un rol fundamental en la crianza de ellos. Brasil le debe mucho a esas mujeres que contribuyeron en la formación de los actuales intérpretes de un elenco que aspira a su sexto título mundial.
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