Uno de los hábitos más tradicionales del fútbol en los tiros de esquina es colocar un jugador junto al poste más cercano a la ejecución. Es un método muy utilizado. Lo que no es común es que el futbolista que ocupa ese lugar tome una actitud displicente, como lo hizo el senegalés Idrissa Gueye en el único gol del partido, que decretó el triunfo de Colombia.
Gueye, quien juega en el Everton FC de Inglaterra, ocupó el palo izquierdo del arquero N'Diaye durante el tiro de esquina que ejecutó Juan Fernando Quintero y que fue transformado en gol por Yerry Mina.
En las imágenes, que se viralizaron en las redes sociales, se ve a Gueye apoyado contra el poste, con las manos en la cintura, y con pocas intenciones de rechazar el balón. El envío de Quintero cayó en la cabeza de Mina, quien desvió el balón a la portería, donde el mediocampista senegalés esperaba muy tranquilo. El balón le pasó por al lado y ni se inmutó.
Los usuarios de las redes sociales criticaron a Gueye por su inexplicable actitud. "No se quería perder el gol" y "el aficionado con mejor perspectiva del estadio", fueron algunas de las frases más utilizadas.
Más allá de las burlas que recibió Idrissa Gueye, de 28 años, es uno de los mejores futbolistas de Senegal y tiene una interesante historia de vida. Antes de debutar profesionalmente en el Lille OSC de Francia, su primer club antes de emigrar a la Premier League, se formó deportivamente en el Diambars, uno de los clubes con mejor academia de Senegal, donde tuvo que esforzarse mucho para llegar al primer equipo.
"Llegué con 13 o 14 años. Primero participé en una serie de pruebas. Entendí que los que elegidos tenían camiseta amarillos y azules. A mí me dieron una roja, pensé que estaba acabado. Sólo quedaba un partido y dos muchachos querían jugar en el medio, así que me puse en el lateral derecho. Así me eligieron", contó en una entrevista con L'Equipe.
Luego de eso tuvo que vivir mucho tiempo lejos de su familia para poder progresar como futbolista: "Diambars es una familia. Todo lo que le pasa a uno toca al otro. Pasé más tiempo allí que con mi propia familia, cinco años sin parar, solo a esa edad. Todas las noches hablamos de nuestros sueños, imaginamos vidas cuando no teníamos nada."
Además, reveló que había una sola regla: todos son iguales. "Al llegar a la academia, me advirtieron que no habría diferencias. Algunos eran más ricos que otros, incluso uno era mendigo, pero no importaba", reveló.
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