Cuando Messi se consagró como figura de la Selección Sub 20 campeona del mundo en Holanda 2005, Cristian Pavón tenía nueve años.
Entonces, en su casa en Anisacate, dormía con la pelota junto a su cama. No se trataba de un gesto romántico, sino más bien pragmático. Le permitía, apenas se despertaba, tomarla para salir corriendo hacia el potrero de enfrente, mayoritariamente sin desayunar.
No es el único olvido que se le computa a raíz de la ansiedad por jugar al fútbol con los amigos. Si más de una vez lo tuvo que correr su madre, con las zapatillas en la mano, para que no jugara descalzo.
Cuando Messi ganó su primera Champions con el Barcelona; cuando jugó su primer Mundial, en Alemania 2006, Kichán tenía 10 años.
Entonces ya se destacaba en Club Deportivo Recreación de Anisacate, que orgullosamente se presenta como la cuna del crack.
Sin embargo, Carlos Torres, su primer entrenador, no lo veía como la gema de su familia. "Ahora es el mejor, pero de chiquito era el Fede. Se transformó en el mejor porque le gustaba el fútbol y nada más que el fútbol", supo describir en una nota en TyC Sports.
Es que es en la casa de los Pavón, en el pueblito de 2.900 habitantes donde la estrella tasada por Boca en 37 millones de dólares vuelve a ser Cristian, el fútbol es religión.
Son cinco hermanos; cuatro, varones. Federico, el mencionado por su primer entrenador, juega en Deportivo Norte. Daniel pasó por Unión San Vicente y Rodrigo llegó a Primera en Racing de Córdoba. El menor, el más inquieto, espera la confirmación del pasaje para representar a Argentina en el Mundial de Rusia.
En 2007, cuando Messi llegó a la final de la Copa América de Venezuela con la Selección, cuando le convirtió el gol maradoniano a Getafe con la casaca del Barça, Pavón tenía 11 años.
Y a esa altura ya quería ser Messi. Hacía cosas de Messi. Deslumbraba.
Se lo puede comprobar en las imágenes del torneo que televisó Canal 12 de Córdoba, en el partido en el que, con Anisacate, le ganó a Tordilla. Sucedió en 2008.
El atacante hizo tres goles. "Siempre está acelerado; siempre está una marcha arriba", lo define el relator, en una definición que bien podría trasladarse a su actualidad como figura del Boca bicampeón de la Superliga.
Finalizado el partido, encaró las cámaras con muchísima más timidez que cuando les propone el mano a mano a los defensores. El diálogo con el periodista derrama admiración por el ídolo; casi una obsesión.
-¿Cómo jugaste hoy?
-Como Messi.
-¿Cómo Messi o como alguno de Talleres?
-Como Messi.
En 2018, Messi, integra la nómina de 23 futbolistas para el Mundial. Cristian Pavón, también.
A los 22 años, puede aseverarse que llegó adonde quería estar: a tirar paredes con su espejo, después de un torneo local brillante. Aunque en el camino se topó con un par de obstáculos de gran porte, que casi privan al Xeneize y a la Selección de su talento.
Uno juega y el otro espera
Kichán recibió el llamado de Talleres cuando cursaba el primer año del secundario. Entre Anisacate y Córdoba Capital hay casi 50 kilómetros de distancia. Un ida y vuelta intenso, que no dejaba mucho espacio para, por ejemplo, la escuela. Mamá Verónica aceptó que pusiera en pausa la educación para darle prioridad a su pasión. Pero en el camino, otro bache.
Papá Walter se quedó sin trabajo. El sueldo de la madre no alcanzaba para la manutención del hogar y los traslados que, en una familia de futbolistas, eran onerosos. Había que elegir.
"Nos sentaron mis viejos y nos dijeron que uno de los dos tenía que dejar de entrenar. Y en la charla salió que Cristian dejara porque era el más chico, solo por eso. Yo iba a seguir porque era el que estaba más cerca de Primera", contó Rodrigo la conclusión del cónclave, que dejaba los sueños de Kichán momentáneamente en el camino.
Pero si hoy está en la preselección de Argentina es porque no se vio obligado a darles descanso a los botines: una familia de Alta Gracia se ofreció a llevarlo y traerlo de los entrenamientos; incluso muchas noches hasta le brindó cobijo. Y ayudó, tal vez sin imaginarlo, a alumbrar a una de las estrellas del fútbol argentino.
El juego de la escoba… familiar
Finalmente, tanto Cristian como Rodrigo, ambos delanteros, llegaron a Primera. Y llegó el día en el que debieron batirse a duelo. Talleres y Racing se enfrentaban por la Liga local y la jornada histórica ameritaba ser condimentada. "Ese día nos levantamos y dijimos: 'Vamos a apostar algo'. Plata no teníamos así que arreglamos: 'El que pierde limpia la pieza'", describió el clímax Rodrigo.
"Yo mal que mal, limpiaba. Él era un desastre…. Y nos ganaron 3-1. Yo hice un gol de penal, pero él metió un doblete. Nos pegaron una milonga… Así que cuando llegamos a casa me esperó con la escobita", narró el perdedor en una entrevista que le hicieron hace tres años.
De una vereda a la otra
"Soy de River y de Talleres. En casa tenemos almohadas de River, sábanas de River, todo…". La frase, extraída del archivo, cayó como una bomba en el Pavón que buscaba afianzarse en Boca. Una frase de una nota al adolescente en formación apareció en la vida del que ya se iba ganando un nombre. Su nivel futbolístico logró que aquella simpatía juvenil quedara en una anécdota. A lo sumo, le demoró la ovación en La Bombonera.
Pero el que nunca tomó con seriedad aquella frase fue Daniel Passarella. Es que Fernando Hidalgo, agente del atacante, confesó que Kichán hoy podría ser ídolo del clásico adversario del club que hoy defiende. "Se lo ofrecimos a River cuando estaba Passarella, pero no le interesó. Con el tiempo hablé con (Daniel) Angelici y confió", detalló.
La apuesta de Boca y el "avión" de Mostaza
Su debut en Primera fue precoz. En 2012 lo subieron al plantel profesional de Talleres. En 2013, ante Villa San Carlos, tuvo su bautismo en la B Nacional. Su velocidad, con caja de sexta, que además paseó por las Selecciones Juveniles, llamó la atención de Daniel Angelici, ante la sugerencia de Fernando Hidalgo.
La "apuesta", el gurrumín inquieto de Anisacate, le costaba 14 millones de pesos. Para la T representaba un gran salvavidas, porque asistía a la tesorería a levantar la quiebra del club. Pero, dicho quedó, para Boca era una "inversión". En el inicio terminó funcionando como moneda de cambio. Su cesión a Colón sirvió para destrabar el pase de Meli a La Ribera, pedido explícito de Rodolfo Arruabarrena.
De la posibilidad de jugar en Boca a seguir en la B Nacional. Pero Pavón no se amilanó. Terminó siendo una de las piezas claves del Sabalero que regresó a Primera con Reinaldo Carlos Merlo como entrenador.
De hecho, Mostaza lo adoptó como uno de sus preferidos. "Es un avión, un fenómeno", lo definió Mostaza, que hace poco más de un mes declaró que Cristian no podía faltar en la lista de 23 de Sampaoli. El Zurdo de Casilda, parece, le hizo caso…
Juega con el corazón
Pavón transcurre su cuarto año en Boca y viene de edificar su mejor semestre, con el récord de los 69 partidos consecutivos y la gambeta efectiva. Sin embargo, hace un año y medio tuvo un declive. Y en un joven familiero como el Gordo (apodo que le pusieron sus compañeros en Boca por su afición a los dulces) hay situaciones más ásperas que un stopper.
"Me dio un infarto y estuve internado varios días. Eso lo afectó, ya que tuvo un bajón. Él no dijo nada a nadie y me acompañó hasta que me repuse, igual que el resto de la familia. Elegí contarlo porque pocas veces se sabe lo que debe pasar un jugador para cumplir su sueño. Soportó las críticas y no dijo nada", reveló el papá, una historia poco conocida.
Una vez que su progenitor y promotor, compañero en los caprichos y deseos, se repuso, las fintas volvieron a la cima de sus preocupaciones.
Mi foto con Messi
En 2017, el niño que soñaba con ser Messi conoció a Messi. Jugó con Messi. Congenió con Messi. Demasiadas emociones juntas.
En realidad, el primer contacto de Cristian Pavón con la Selección se dio en las Juveniles. A Humberto Grondona, hombre que supo pasar por el banco de Talleres de Córdoba, le pasaron el dato de que un nuevo "Hijo del Viento" germinaba en el Auriazul. Lo convocó y lo adoptó. Y lo llevó a los Mundiales Sub 17 y Sub 20.
Pero fue en noviembre de 2017 cuando Kichán disfrutó su primera citación a la Selección Mayor. La gira por Rusia, los encuentros ante el local y Nigeria, eran la excusa para pisar el mismo césped que Messi. Tocar la misma pelota. Lo que soñó en aquella entrevista en Canal 12, cuando defendía a su Anisacate natal.
La timidez lo llevó a tomarse la primera foto después del debut, en el 2-0 ante Rusia en Moscú. En realidad, la segunda: la primera fue espontánea. Fue el abrazo en el festejo, ante los ojos del mundo, después del 1-0 parcial; jugada en la que recibió del astro rosarino a la carrera y habilitó a Sergio Agüero para que convirtiera.
Además, se llevó dos regalos invaluables. El piropo del capitán ("Pavón puede ser un jugador muy importante para la Selección por las características que tiene. No solo es rapidísimo, sino que decide bien"). Y la gigantografía del abrazo de gol, gentileza de su representante, que alguna vez le prestó su auto de alta gama por un mes como premio por haber convertido un gol.
"No se la cree todavía. No sabe dónde está", declaró su mamá hace unos años. Claro que sabe. Va a jugar con su ídolo.