Sydeny McLaughlin volvió a demostrar su talento descomunal sobre las pistas. La estadounidense, que fue señalada desde una edad muy temprana como la futura estrella de los 400 metros con vallas finalmente cumplió con las expectativas, e incluso las supero al colgarse el oro olímpico en Tokio con un récord mundial incluido.
Sin embargo, tras cruzar la línea de meta, la atleta despertó la curiosidad de la mayoría de los espectadores que estaban viendo la carrera. No hubo gritos, ni deshago alguno. No hubo festejos ni lágrimas. Como un día más en el trabajo, la joven de 21 años miró el reloj, del marcador y se sentó en la pista sacudiendo su cabeza con un gesto de rechazo.
La sonrisa en su rostro nunca apareció a pesar de haber roto el récord mundial con un tiempo de 51.46 y convertirse en la deportista más joven en escalar a lo más alto del podio en esta disciplina. Una vez pudo recomponerse, con la misma seriedad se dirigió a la estación de desinfección de manos. Incluso la primera muestra de felicidad en la pista llegó por parte de Dalilah Muhammad, quien conquistó la medalla de plata por detrás.
El único atisbo de sonrisa llegó recién para el momento de la foto, tanto con sus compañeras de podio como cuando se paró a un costado del tablero que iluminaba su nuevo récord mundial.
“En términos de lo que es posible, no creo que exista una verdadera carrera perfecta”, reconoció McLaughlin minutos después de su gesta. “Creo que siempre hay más en lo que mejorar, y cada vez que pisamos la pista, creo que ese es nuestro objetivo. Creo que todo es posible”, sentenció.
La oriunda de Nueva Jersey venía de atrás en los últimos 100 metros para destronar a su compatriota y campeona defensora, pero con un gran sprint final logró cruzar la meta en la primera posición. El tiempo de Muhammad de 51.58 segundos también fue para destacar, ya que estuvo por debajo del récord que había establecido la propia McLaughlin (51.9 segundos) hace solamente un mes. La holandesa Femke Bol terminó con el bronce con 52.03 segundos.
McLaughlin es un fenómeno de precocidad. Desde muy joven fue señalada como una estrella y en estos Juegos terminó de consagrarse por completo. Su primera gran aparición fue en los Juegos Olímpicos de Río 2016, cuando con 17 años recién cumplidos logró meterse en semifinales. Además, en las categorías juveniles, ya había batido diferentes registros mundiales.
Desde que pasó al profesionalismo en 2019, McLaughlin se encontraba a la sombra de Muhammad, pero en el año 2020 hubo un quiebre en su carrera tras sumar a su estructura a Bob Kersee, ex técnico de su esposa Jackie Joyner-Kersee y su cuarto entrenador en cuatro años. El 27 de junio, en el preolímpico estadounidense en Eugene, ya avisó de lo que podía ser capaz al romper el récord mundial. “Ese récord del mundo me dio mucha confianza y el momento incierto provocado por la pandemia me permitió tomar decisiones importantes”, explicó la atleta.
Además valoró tener a Dalilah Muhammad como contrincante: “No sé si somos rivales, diría más bien que nos hacemos mejores una a la otra. Nos presionamos, pero formamos parte del mismo equipo. Una vez que salimos de la pista somos capaces de animar una a la otra. Los 400 metros vallas no suele ser la carrera que más sigue la gente, pero hemos conseguido que sea muy interesante. Es un placer que sea así”.
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