México quiere volver al podio en futbol en los Juegos Olímpicos. El equipo de Jaime Lozano se ha instalado en semifinales con autoridad. Un duro tropiezo frente a Japón en fase de grupos encendió las alarmas a tiempo. La contundente exhibición contra Corea del Sur reafirmó las mejores virtudes de la oncena azteca. Detrás de los reflectores, hay un trabajo metódico que le permite al país volver a soñar con el oro.
Japón fue un remolino contra México. Una alarma a tiempo después del clima festivo que desató la goleada inaugural contra Francia (4-1). La presión intensa y el ritmo de los asiáticos abrumaron al Tri. “Japón no ofreció los mismos espacios que Francia. Eran muy compactos”, comenta para Infobae México el entrenador y analista de Rendimiento Juan Manuel Navarrete. A diferencia del primer partido, la selección no encontró líneas de pase en mediocampo. Los defensas centrales, César Montes y Johan Vásquez, tuvieron dificultades para salir con el balón.
Diego Lainez, jugador clave en la plantilla por sus condiciones únicas, no contó con las ventajas necesarias para gozar de duelos individuales. “Una opción habría sido mover el balón por el lado izquierdo, atraer al rival, y luego enviarlo a la derecha, donde estaba Lainez. Así iba a recibir con ventaja y tendría la posibilidad de ir a los duelos individuales y ganarlos”, opina Navarrete, autor del libro Osorio Táctico, en el que desmenuza el método del exseleccionador nacional Juan Carlos Osorio.
México es un equipo ambicioso, que quiere dominar los partidos. Pero no lo hace a través de la posesión del balón, sino gracias su frontalidad y pegada. Esta apuesta tiene dos caras: hace que las llegadas sean muy directas, pero también resta alternativas. “Falta variedad en los ataques. A veces es necesario no ser tan vertical. Al rival hay que atraerlo, amasar la pelota, desacomodarlo”. Pero jugar con los interiores adelantados también guarda una clara intención. “Los centrales buscan a Henry Martín con juego directo (pases largos) y él, con su capacidad física para competir por altura, gana balones que los interiores aprovechan”. Así, México encuentra el balón mucho más cerca del área rival.
En esos momentos del juego el cuadro de Lozano muestra su mejor cara. “Cuando el equipo ataca cerca del área se le nota muy líquido, muy suelto”, menciona el analista. A Henry Martín no le acompañaron los goles durante sus primeros partidos. Esa sequía generó críticas, principalmente a nivel mediático. Pero el aporte del centrodelantero elegido como refuerzo es sustancial. Tanto por los balones que gana por altura para dejar de cara a la portería a sus compañeros, como por sus desmarques que abren espacios para los interiores y extremos. Una labor silenciosa pero vital. Para fortuna del ariete y del conjunto, el gol le llegó contra Sudáfrica y por cuenta doble ante Corea.
Las comparaciones entre esta selección y la Mayor fueron inevitables, sobre todo en vista de resultados tan contrastantes. La luz de una esperanza de podio y la sombra de una final perdida de Copa Oro. Pero ambos combinados guardan más semejanzas de las aparentes. “Los dos son equipos muy directos. Hay muchos balones frontales. Utilizan mucho a los interiores para llegar a la portería. También hay delanteros (Funes Mori y Henry Martín) que juegan muy bien de espaldas, que además salen del área para atraer a los centrales y generar espacios. Los dos equipos defienden a un ritmo muy alto, activan bien la presión tras perdida. Tienen amplitud por las bandas con los laterales”, resume Navarrete, que cuenta con una certificación de analista táctico por parte del FC Barcelona. Actualmente trabaja en Tapatío.
El puente tendido entre Gerardo Tata Martino y Jaime Lozano es más sólido de lo que cualquier comparación superficial dejaría ver. “Es algo que están haciendo muy bien ambos entrenadores: están uniendo a dos generaciones en cuestión de comportamientos. Los equipos tienen un ADN similar”.
La deslumbrante actuación de Sebastián Córdova ante Corea del Sur ahuyentó por completo las críticas recibidas durante los primeros cotejos. Del jugador del América se esperan muchas cosas. Lo cierto es que sus virtudes principales están vinculadas con la llegada al área, y no con la generación de juego. Las condiciones técnicas de alta gama que posee le han adjudicado etiquetas que no le pertenecen. Se le exige que sea un organizador de jugadas en el mediocampo. Algo para lo que él, en este momento, no está hecho.
“Somos lo que somos. No podemos negarnos. Se puede trabajar, sí. Quizá más adelante en su carrera pueda asumir ese rol creativo. Lo vimos con Andrés Guardado: pasó de ser un lateral, carrilero, extremo… a ser un interior, y terminó jugando como mediocentro. Ni la vida ni el futbol son lineales”, matiza Navarrete, que evoca también los días en los que trabajó con Sebastián Córdova. “Yo lo tuve en Necaxa. Es un tipo que en su lenguaje corporal aparenta ser frío, como si fuera displicente, pero es muy agresivo con y sin balón. Es un jugadorazo. En este momento deben explotar todo aquello en lo que es bueno: tiene gol, un muy buen último pase, llegada. Hay que sacar ventajas a partir de lo que él es”.
Brasil es una cara conocida para México. La evocación de Londres 2012 resulta imposible de evadir. A pesar de ese optimista antecedente, la Canarinha será el rival de más jerarquía que México haya enfrentado en Tokio hasta el momento. Por sus plantel desfila una gran variedad de futbolistas: Richarlison, Dani Alves, Diego Carlos, Douglas Luiz, Matheus Cunha, entre otros. México podría optar por replegar un poco y jugar al contragolpe, dadas las condiciones naturales de sus jugadores. En dicho escenario, la explosividad de Uriel Antuna sería capital para aprovechar los espacios.
Hay una fase fundamental en el futbol moderno: el robo de balón después de perder la posesión. Cuando un equipo tiene el balón y lo pierde en campo contrario, de inmediato busca recuperarlo para ahogar al rival y poder atacarlo con rapidez. México ha logrado activarla muy bien. “Es quizá donde más suelto se ve el equipo, gracias a los metros que encuentra y los espacios libres. Si se plantea un partido donde se tenga que replegar y jugar a la contra, podría aumentar las posibilidades de avanzar”, señala Juanma.
Jaime Lozano es un entrenador discreto. Ajeno a los reflectores y a las declaraciones estridentes, ha dotado el equipo de un estilo claro y de las herramientas necesarias para competir. Su panorama de posibilidades es amplio y su futuro, promisorio. “He tenido la oportunidad de charlar con él. Está muy actualizado en cuanto a metodología de entrenamiento. Lleva una buena mezcla de pasado con futuro. Es flexible y muy inteligente al crear un puente entre su equipo y el de Martino. No está pensando sólo en él. Piensa en el futuro de sus jugadores”.
México y Brasil cruzarán sus caminos por enésima vez en el plano internacional. Las medallas invaden la atmósfera. El equipo de Lozano ha plagado de goles las madrugadas mexicanas. En la última estación previa al Olimpo, la guerra más cruenta. Una historia espera por su desenlace.
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