El boxeo, el deporte que más medallas entregó al deporte argentino, llegó a la cita olímpica con un plantel mínimo y escasas chances de colgarse una medalla, tras una racha negativa que lleva un cuarto de siglo desde que en los Juegos de Atlanta 1996 el mendocino Julio Pablo Chacón logró una presea de bronce compartida nada menos que con Floyd Mayweather.
Lejos, muy lejos, están de los tiempos de medallas doradas en los puños de Víctor Avendaño, Arturo Rodríguez Jurado, Carmelo Robledo, Alberto Lovell, Oscar Casanovas, Rafael Iglesias y el inolvidable Pascual Pérez, único argentino en lograr un título olímpico y ser campeón mundial como pugilista rentado.
Las 7 medallas doradas, las 7 de plata y las 10 de bronce narran la historia de un boxeo olímpico que ya no existe por varios motivos, entre ellos la carencia de verdaderos formadores y la casi inexistencia de plazas fuertes en el interior, semillero inagotable del pugilismo de paga, como también lo fueron los clubes de barrio.
El equipo olímpico argentino llegó a Tokio con cinco boxeadores: el salteño Ramón Quiroga (52 kilos), el santafesino Mirco Cuello (57), el entrerriano Brian Arregui (69), el bonaerense Francisco Verón (75) y la cordobesa Dayana Sánchez (60).
La cancelación del Preolímpico que iba a realizarse en Buenos Aires del 10 al 16 de mayo obligó al COI a dirimir las plazas olímpicas que faltaban (33 masculinas y 16 femeninas) de acuerdo a los rankings, procedimiento que derivó en acciones legales y deserciones de último momento, lo que benefició a Sánchez y Arregui.
Pero el protagonista de la jornada fue Francisco Verón, quien alcanzó los octavos de final de los Juegos Olímpicos al vencer al sueco Adam Chartoi por puntos y exponer todo su potencial al imponerse en todos los asaltos del combate correspondiente a la categoría hasta 75 kilogramos.
Los tres asaltos los ganó el joven pupilo de Marcos “Chino” Maidana, por 10-9, alcanzando de esta manera la fase de los 16 mejores en su primera experiencia olímpica. Pero antes de su debut victorioso, el Bebu, como se lo conoce en su natal José León Suárez, tuvo una vida de constante sacrificio y esfuerzo. Es que durante la pandemia el púgil argentino se entrenó en las plazas de su barrio, trabajó como remisero y almacenero, y también se dedicó al estudio del profesorado de Educación Física en la Universidad de Hurlingham. Su historia y su victoria alimentan las esperanzas para terminar con la sequía de los 25 años sin medalla en el boxeo albiceleste.
Sin embargo, las chances de subirse al podio en Tokio son mínimas por falta de competencia, aunque Quiroga, pupilo de Chacón y medalla de bronce en los Juegos Odesur 2018 y en los Panamericanos de Lima 2019, pudo participar de un torneo preparatorio en Estambul, donde llegó a las semifinales. En la jornada que estuvo marcada por el triunfo de Verón, el Bebu demostró que la delegación nacional no conoce el significado de las palabras resignación y adversidad.
En el segundo turno, el boxeador salteño Ramón Quiroga perdió por puntos en decisión unánime (5-0) frente al español Gabriel Escobar en su estreno absoluto por los Juegos Olímpicos, enmarcado dentro de la categoría mosca (48-52 kilos). El púgil de Orán no convenció a ninguno de los cinco jurados, que vieron ganar al boxeador español con tarjetas de 30-27, 29-28, 29-28, 30-27 y 30-27.
″No se me dio pero sentí que dejé todo. No doy más. Me voy con el orgullo de haber representado a mi país. Ahora hay que seguir”, declaró Quiroga al canal TyC Sports. El salteño, de 23 años, logró dos medallas de bronce en su carrera deportiva: la primera en los Juegos Sudamericanos de Cochabamba 2018 y la segunda al año siguiente en los Panamericanos de Lima.
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