Los Juegos Olímpicos de Tokio acogen por segunda vez en la historia de la competición a un Equipo Olímpico de Refugiados, que está compuesto por 29 integrantes. Los deportistas de este equipo, a diferencia de los otros, compiten bajo la bandera olímpica y en caso de que alguno de sus miembros gane medalla, la imagen de los cinco anillos es la que la que se izará al son del himno olímpico.
De los atletas elegidos, nueve son originarios de Siria, cinco de Irán, cuatro de Sudán del Sur, tres de Afganistán, dos de Eritrea y uno de Camerún, Congo, República Democrática del Congo, de Irak, de Sudán y de Venezuela. Justamente, esta noche debutará Eldric Sella, quien es el primer latino en ser parte de esta delegación.
El boxeador de 24 años se exilió de su país en 2018, luego de años de sobrevivir a la inseguridad, la violencia y la pobreza. Su carrera en el deporte de los guantes comenzó de muy oven, cuando aún no había cumplido los diez años. Cerca de su hogar había un gimnasio al que concurrían muchos niños de su barrio a recibir clases gratuitas y él se sumó. Cuando tenía 15, representó a Caracas en un torneo nacional y ganó. Así, se convirtió en campeón de Venezuela a una corta edad. A los 18, fue convocado para ser parte de la Selección, pero el sueño solo duró siete meses: él y todos sus compañeros fueron despedidos por falta de recursos para solventar al equipo.
Ese revés fue parte de una serie de dificultades que lo llevaron a tomar la decisión de dejar su país natal, gobernado por el régimen de Nicolás Maduro. En 2018, cuando viajó a Trinidad y Tobago para participar de un torneo de boxeo, pidió asilo y ya no regresó a Caracas. Así se convirtió en uno de los 5 millones de venezolanos que hoy viven fuera de su patria, según ACNUR, la agencia de la ONU para los Refugiados.
En su nueva tierra, tuvo que rebuscárselas para ganar dinero y así realizó trabajos de jardinería o como obrero en la construcción. “Mientras mezclaba el concreto o cuando cortaba el pasto pensaba en cómo eso me ayudaría en mi carrera como boxeador”, contó en una entrevista con el sitio oficial de los Juegos Olímpicos. Pero nunca dejó el boxeo de lado.
Como amateur siguió peleando y al ganar una pelea organizada por la Asociación Nacional de Boxeo sin tener la preparación adecuada, advirtió que sus condiciones estaban por encima de la media. Desde ese momento, al enterarse que el Comité Olímpico podría apadrinarlo, buscó contactarse con los organizadores para buscar una ayuda que lo lleve a Tokio. Fue así que en diciembre de 2020, la solicitud del venezolano fue aprobada y le dieron una beca del COI. “Cuando recibí la aprobación para ser parte del programa, sentí que de vuelta estaba en mi camino, me sentí vivo”, sostuvo, con la voz casi entrecortada por la emoción.
Su sueña le ha dado también esperanza a su familia ya que su padre, que pudo escapar de Venezuela en 2019, se desempeña como su entrenador, y su novia lo hace como su agente y nutricionista. “Tener disciplina para levantarme a entrenar y esforzarme, ese es el gran desafío para mí hoy”, sostuvo el joven de 24 años, que fue seleccionado para estar en los Juegos y que este lunes tendrá su gran debut.
Este lunes por la madrugada, al rededor de la 1 AM de su país de nacimiento, buscará hacer historia ante el dominicano Euri Cedeno Martínez por la primera ronda de la categoría de peso mediano. Pero no estará solo en ese ring. Junto a él estarán luchando su novia, su padre, sus familiares, sus amigos y los más de 5 millones de venezolanos que tuvieron que marcharse de su nación en búsqueda de un mejor futuro, al igual que él.
“Tengo la oportunidad de participar en los Juegos Olímpicos y de representar no sólo a mí, sino a millones de personas de todo el mundo que, como yo, se vieron obligadas a dejar atrás su hogar y sus sueños”.
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