Un grupo de 29 atletas forma parte del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados que se presentará en los Juegos Olímpicos de Tokio, que se celebran del 23 de julio al 8 de agosto próximos. Participan en 12 deportes diferentes: atletismo, bádminton, boxeo, piragüismo, ciclismo, judo, karate, taekwondo, deporte de tiro, natación, levantamiento de pesas y judo. Son deportistas de Siria, Afganistán, Camerún, Irán, Irak, Sudán, Sudán del Sur, República del Congo, República Democrática del Congo, Venezuela y Eritrea.
Esta es la segunda vez que un Equipo de Atletas Refugiados participa en Los Juegos, tras su debut en los Juegos de Río de Janeiro en 2016. El equipo cuenta con deportistas que han superado la persecución y el conflicto, y se han entrenado durante años para tener la oportunidad de competir al más alto nivel.
El ACNUR promueve la participación igualitaria de las personas refugiadas en los eventos deportivos. Para ello colabora con la comunidad deportiva, la sociedad civil, las poblaciones refugiadas y los gobiernos en todos los rincones del planeta con el objetivo de construir un mundo mejor, en el que todas las personas que se hayan visto obligadas a huir tengan el acceso y la posibilidad de participar en este tipo de actividades, fomentando la inclusión, la solidaridad y la resiliencia.
Durante estos meses, la Agencia ha trabajado apoyando a los atletas refugiados quienes, a pesar de los desafíos del desplazamiento y la pandemia de Covid-19, continuaron entrenando para mantener vivo su sueño de competir en Tokio.
En el marco de su colaboración de más de 25 años con el Comité Olímpico Internacional, ACNUR trabaja con el COI y la ORF para aprovechar el poder del deporte para ayudar a crear un mundo en el que todas las personas obligadas a huir puedan construir un futuro mejor.
Los atletas
Entre los miembros del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados se encuentra Aram Mahmoud, de 23 años, quien fue promesa de bádminton en su Siria natal y compitió por su selección nacional antes de huir a los Países Bajos para continuar su educación y entrenamiento en condiciones más seguras.
También competirá Masomah Ali Zada, ciclista de 25 años, que nació en Afganistán y mostró su pasión por el ciclismo desde muy chica. Luego de pasar sus primeros años exiliada en Irán con su familia, regresó a Kabul para instalarse finalmente en Francia en 2017, luego de recibir amenazas.
Otro atleta que sueña con estos Juegos es el fondista Jamal Abdelmaji Eisa Mohammed, de 27 años. Su padre fue asesinado cuando él era un adolescente, en la región de Darfur (Sudán). Jamal se escapó solo y a pie cruzando Egipto, para llegar a Israel, donde se le concedió protección como refugiado en Tel Aviv.
Juegos Paralímpicos
Un grupo de seis atletas representarán al Equipo de Refugiados en los Juegos Paralímpicos que tendrán lugar entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre. Una mujer y cinco hombres competirán en atletismo, natación, canotaje y taekwondo. Algunos de ellos han resultado heridos en las guerras de sus países y otros sufrieron lesiones o enfermedades mientras vivían en el exilio.
Entre los atletas que participan se encuentra la primera mujer refugiada paratleta y la más joven del equipo, Alia Issa, de 20 años, una refugiada siria que vive en Grecia y que competirá en Club Throw, una prueba especializada para atletas que no pueden sostener la jabalina, la bala o el disco.
Abbas Karimi, uno de los dos nadadores del equipo, es un refugiado afgano que ahora vive en Fort Lauderdale, Estados Unidos, y que a principios de este año se convirtió en Colaborador de Alto Perfil de ACNUR. Ha ganado ocho medallas, incluida la de plata en los Campeonatos Mundiales de Natación de México 2017, y espera conseguir otra en Tokio.
Por su parte, Shahrad Nasajpour, que fue el segundo miembro del Equipo Paralímpico Independiente en Río, volverá a competir en el lanzamiento de disco en Tokio. Nacido en Irán, se mudó a los Estados Unidos en 2015.
Este equipo representará a más de 82 millones de personas en todo el mundo que se han visto obligadas a huir del conflicto, la persecución y la violación de los derechos humanos, de las cuales 12 millones tienen alguna discapacidad y a menudo se enfrentan a mayores riesgos y barreras de acceso a asistencia y a oportunidades, incluida la participación en el deporte.
ACNUR junto con el COI, la ORF, el Comité Paralímpico Internacional (CPI) y otros socios lidera el llamamiento mundial a favor de un mundo en el que todas las personas desplazadas, incluidas las personas con discapacidad, puedan acceder y participar en el deporte en igualdad de condiciones.
Una crisis humanitaria sin precedentes
El número de personas que han huido de las guerras, violencia, persecución y violación de los derechos humanos alcanza casi los 82,4 millones de personas, un aumento del 4% sobre la cifra récord de 79,5 millones alcanzada al final de 2019. Este número no para de crecer, en la actualidad hay el doble de personas desplazadas forzosas que en 2011, cuando el total era algo inferior a 40 millones.
Las niñas y niños menores de 18 años representan el 42% de todas las personas desplazadas forzosas. Y estimaciones recientes de ACNUR muestran que casi un millón de niños han nacido como refugiados entre 2018 y 2020, y muchos de ellos pueden seguir siendo refugiados durante muchos años.
En nuestro país, la Fundación ACNUR Argentina lleva adelante desde 2020 la iniciativa “Ponchos Azules” con el objetivo de visibilizar esta crisis humanitaria y de sumar el apoyo de la sociedad a todas las personas refugiadas. En la actualidad ya son más de 240 mil los Ponchos Azules en el país. Firmar y convertirse en un Poncho Azul es un gesto de apoyo muy importante para que la organización pueda continuar su labor de brindar protección, alimentación, refugio, salud, educación y asistencia a las personas refugiadas y desplazadas en el mundo.
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