“El monstruo que somos lo creamos nosotros y tenemos que ser muy inteligentes para mantenerlo vivo”.
Sergio Hernández, como líder que es de esta nueva camada de basquetbolistas argentinos que impactó al mundo hace dos años y cautivó a todo un país con el subcampeonato mundial en China, tiene claro que, en un punto, depende de todos ellos. Pero no exclusivamente… Por un lado, sabe que su selección necesita mejorar con respecto a los amistosos y mostrar su mejor versión, incluso superior a la del 2019, si quiere soñar en grande. Y, por otro, remarca que puede ser que si su equipo juega muy bien, no le alcance para subirse al podio. Y no tiene que ver con un discurso que abra un paraguas, porque La Oveja no es de esos entrenadores…
Su mensaje está atado a una realidad. El básquet debe tener, incluso por encima del fútbol, la competencia más dura y pareja de todos los deportes con más federados. Tradicionalmente siempre fue brava pero desde la escisión de Yugoslavia y la URSS –de dos potencias pasaron a formarse casi una decena-, y con la globalización del básquet y la internacionalización de la NBA, ya ni siquiera Estados Unidos tiene asegurado el oro con sus figuras.
Desde el 2004, cuando Argentina lo eliminó en semifinales, USA viene sufriendo para llevarse el torneo. Y, cuando no presenta a sus jugadores top, ni le alcanza para ir al podio, como le pasó en el último Mundial. Hace décadas había 5/6 selecciones para el podio, hoy al menos 10 de 12 tienen chances –podría sacarse sólo a Irán y Japón- y de esta cita se quedaron afuera otras potencias, como Lituania, Serbia, Canadá y Croacia, que perdieron sus repechajes jugando como locales. El poderío es tal que, por caso, sólo habrá dos representantes americanos. Canadá, Brasil, Puerto Rico y Venezuela, que siempre dan pelea, lo mirarán por TV.
¡Cuánto vale hoy, tras ver esos clasificatorios, el pasaje que Argentina se aseguró en China, por encima incluso de USA!
“La realidad es que no deberíamos estar con miedo por lo que vaya a pasar. Debemos festejar que estamos en un Juego Olímpico que no tendrá a potencias como Serbia, Lituania, Canadá, Grecia... Parece poco, porque hace rato que lo hacemos, pero es mucho. Argentina, en estos 20 años, ha logrado cosas impensadas, es uno de los tres mejores equipos del mundo en este lapso. Pero no lo perdamos de vista. El miedo a no repetir lo del 2019 no debe existir, porque no sé por qué deberíamos repetir lo del Mundial... O, al menos, no dejemos que esas sensaciones nos quiten el disfrutar de este grupo, de ver a Campazzo, de presenciar los últimos partidos profesionales de la vida de Scola, de una selección que verá debutar a chicos de 20 años… Esto se debe valorar y disfrutar. Esto no quiere decir que no vamos a querer ganar. Cuando vaya la pelota al aire, vamos a dar la vida, pero que el árbol no nos tape el bosque”, analiza Hernández.
—Pedís perspectiva y entender el contexto...
—Imaginate si León Najnudel, creador de nuestra Liga Nacional que hoy tendría 80 años, viera a personas nerviosas por lo que pudiera pasar en Tokio, pensá qué les diría... Por favor, tomensé un mate o un vino y disfruten de Argentina jugando un Juego Olímpico en plena pandemia. Yo lo estoy disfrutando y no comenzó. Lamento si alguien dice que sólo le importa que ganemos. Yo no tengo la culpa. Lo lamento por esa persona. Voy a seguir disfrutando, viviendo momentos y situaciones que tal vez hace no tanto estaban en los planes de muy pocos en nuestro deporte.
Oveja tiene claro que, hasta 1996, el básquet argentino no estaba en la cita olímpica desde Helsinki 1952. 44 años de ausencias. Luego, tras el faltazo en Sidney 2000, encadena cinco al hilo, sumando dos medallas (oro en Atenas 2004 y bronce en Pekín 2008) y logrando otras dos participaciones (4° en Londres 2012, 8° en Río 2016), con la mítica Generación Dorada y con el recambio que comenzó a aparecer hace cinco años. Pero este será el primer Juego Olímpico para esta camada que viene junta hace seis años y, en China, mostró sus garras ante los ojos del mundo. Todos repiten que el resultado –plata- y el rendimiento- superó incluso las previsiones más optimistas.
“Este equipo ya demostró que podía hacerlo, ahora la historia es otra. Lo quiere hacer en otro contexto, aún más difícil y ya no siendo sorpresa para nadie”, analiza Luis Scola, el gran capitán que sigue vigente a los 41 años y en Tokio integrará el selecto grupo de basquetbolistas con cinco Juegos (por ahora hay 5 en la lista).
La leyenda nacional auguró estos resultados cuando, un año antes, tras un partido en Formosa, le dijo a Hernández que “en la intimidad tenemos que empezar a hablar de una semifinal del mundo, este plantel es muy bueno y puede aspirar a eso”. Ni Oveja le creyó, pero como era Scola, lo tuvo en cuenta…
En China, el equipo nacional desplegó un juego agresivo, dinámico, creativo, arriesgado y moderno que pasó por encima de rivales y logró algunas de las mayores sorpresas de las últimas décadas e, incluso, de la más importantes de la historia basquetbolística nacional, como fueron las victorias en Serbia en cuartos y contra Francia en semifinales, dos rivales que –sumando el talento individual- tenían bastante más que Argentina.
Pero, claro, el secreto nacional, ya hace años, está en la fortaleza colectiva. Cuando el equipo funciona tan bien, la suma da mucho más que lo que las partes, individualmente, pueden sugerir. El equipo brilla y todos alcanzan su techo. Ahora, en los amistosos previos, en especial los dos últimos en Las Vegas (derrotas abultadas ante Nigeria y Estados Unidos), Argentina volvió a demostrar flaquezas en una preparación.
Lo mismo pasó en 2019 –caídas contundentes ante Francia y Brasil en la gira- e, incluso, en varios torneos de la GD, lo que ya merece un análisis psico y sociológico, más que basquetbolístico. Lo que se volvió a dejar claro, más incluso que antes, es que cuando el equipo no funciona, no se salva nadie.
De hecho, cuesta trabajo encontrar a alguien para resaltar en esos juegos –tal vez Scola-. Claro que Facu Campazzo es una figura mundial, algo parecido a lo que puede decirse de Luca Vildoza y Gabriel Deck, los tres argentinos hoy en la NBA, pero ninguno de ellos gana partidos por sí solo, si bien eso hoy es cada día más difícil en el concierto mundial. Necesitan de los compañeros y, en especial, de lo colectivo, que esa química que tienen entre ellos los arrope, los cuide, los proteja y, sobre todo, los potencia. Esa es la fórmula argentina para hacer ruido en Tokio.
Hernández, siempre pensando en ir más allá, armó un plan ambicioso de juego que incluye defender más arriba y jugar aún más rápido ¿Más que en el Mundial? Aunque sorprenda, sí. En China, Argentina promedió 18 puntos por juego antes de los siete segundos de posesión y 22 en menos de 14s, con una eficiencia alta de 1.27 punto por avance. Ahora quiere darle una vuelta de tuerca más, con todo el riesgo que eso conlleva.
“Algunos dicen corren mucho, pero si no presionamos y no corremos, vamos a pasear en Tokio. Y nosotros queremos ganar. Tengo claro que con este estilo, cuando te equivocás, te cortás con tu propio filo y podés perder por 20/30 puntos, como nos pasó en amistosos. Pero es la única receta. Porque a Tokio vamos a ir a jugar a ganar, no a no perder”, dijo, de forma contundente.
En defensa planteará lo mismo: subir las líneas, el bloque, crear una muralla que obligue a los errores rivales. “Si los dejamos pensar, todos son más altos, fuertes y grandes. Debemos forzar sus equivocaciones y salir rápido”, describió. Ese es su master plan, sin miedo y una clara convicción de lo que se tiene, a favor y en contra. “Nosotros no tenemos margen de error, porque no somos potencia, como Eslovenia, Lituania, Serbia o España, que se pueden dar el lujo de jugar 6 puntos y ganar. Tenemos que jugar 10 puntos. Al 90% de los equipos, te diría al 100%, no le vamos a ganar si no jugamos 10 puntos. En el Mundial fue distinto. Tal vez podíamos ganar jugando 7, pero un Juego Olímpico ya no. La verdad es esa, no nos tenemos que engañar. Por eso doblamos apuesta en el juego”, aseguró.
El equipo, está dicho, será la clave. Pero Argentina también necesitará de sus individualidades: a Campazzo como motor del equipo, Scola necesitando acercarse al gran Mundial que hizo hace dos años, Deck sosteniendo la actualidad que lo llevó a la NBA, Vildoza dando un salto de calidad tras su publicitada llegada a los Knicks, Laprovittola siendo ese tercer base anotador que se necesita, Brussino ratificando ser un jugador de élite europea y el resto cumpliendo un rol, comenzando por los tres nuevos que se sumaron a los nueve que repiten del Mundial, Leandro Bolmaro, el polifuncional jugador del Barcelona que seguramente en meses será nuestro cuarto NBA, Fran Cáffaro, pivote de 2m14 que se necesitará en algunos partidos, y Juampi Vaulet, aquel alero elegido en el draft 2015 que viene de una interesante campaña en España.
Hablamos de estar a tope porque un Juego Olímpico no es como un Mundial. De 32 equipos, quedaron 12. Y de esos 12, no hay noches libres ni fáciles de resolver. Para colmo, a Argentina le tocó, tal vez, la zona más compleja. Este lunes, a las 1.40, debuta con Eslovenia, que le ganó la final del repechaje a Lituania en su casa y llegará con tal vez el mejor jugador del momento, Luca Doncic. Desde que él juega, este seleccionado no perdió y está en alza, en todo sentido. Argentina deberá hacer un partidazo para vencerlo y arrancar con el pie derecho. Algo clave pensando que luego viene España, una bestia negra para nuestro básquet. No sólo superó a Argentina en la final de China 2019 sino que casi siempre, en base a grandes equipos y mucho oficio, se ha impuesto, con palizas incluidas, hasta a la propia Generación Dorada.
Los argentinos, con la sangre en el ojo, buscarán revancha pero ese partido del 29 es tan o más difícil que el del debut. Para cerrar, el 1 de agosto, enfrentará al local, el Japón de Julio Lamas, que ha crecido mucho, tiene dos NBA (Hachimura y Watanabe) y viene de ganarle a Francia en el último amistoso. Nada menos. Está claro que, por más que llegue como subcampeón mundial, eso no dice nada. Ni garantiza nada. “Deberemos buscar nuestra mejor versión y ver para qué nos alcanza”, finalizó Scola.
Estados unidos: el único con toda la presión
Luego de los golpes recibidos entre 2002 y 2004, en especial por Argentina, Estados Unidos fundó un nuevo proceso, con Jerry Colangelo en la dirección ejecutiva y Mike Krzyzewski en la dirección técnica. Una dupla ideal para convencer estrellas y formar equipo que, sin perder la esencia y adaptándose al juego FIBA, volvieron a recuperar la supremacía estadounidense, con tres oros olímpicos y dos títulos mundiales. El récord fue de 50-1, con la única derrota, en el debut de este proceso, en el Mundial 2006, en aquella fatídica semi ante Grecia.
Todo marchaba sobre rieles cuando asumió Gregg Popovich en 2019 y nadie pensaba que su llegada, siendo tal vez el mejor de la historia, un maestro que seduce y cultiva el perfil bajo y el juego colectivo, podía coincidir con otra caída. Pero así fue. Volvieron las renuncias y el equipo no fue con la élite a China 2019. Parecía que igual, con varias superestrellas, podía alcanzarle igual, pero no fue así. El resultado reflejó su juego, siendo sexto, tras perder en cuartos con Francia y contra Serbia por el quinto puesto. Papelón.
Dos años después, el panorama no mejoró en nada. Es más, a priori, puede decirse que empeoró. A las bajas top (Curry, LeBron, Harden y Davis, por nombras algunos) se sumaron otras de menos relevancia y así llegaron a una paupérrima preparación en Las Vegas, teniendo que completar el equipo con algunos sparrings y sufriendo algunas bajas a último momento, como la Bradley Beal por COVID-19 (lo que reflejó una burbuja sanitaria que quisieron imponer hizo agua por todos lados en la Ciudad del Juego) y la de Kevin Love, quien se bajó solito por su nivel –y mal estado físico-, aunque aún pocos entienden por qué estaba convocado… Y aún se espera por Zach LaVine, quien no pudo subir al avión por el protocolo COVID-19, sin certezas sobre si es positivo o sólo no viajó por precaución. Terminaron quedando jugadores como Keldon Johnson o JaVale McGee, que no habían estado en la lista preliminar de 57 jugadores de hace un año y aún esperan a que se sumen las tres figuras (Booker, Middleton y Holiday) tras disputar las finales de la NBA.
Claro, tienen monstruos, como Kevin Durant y Damian Lillard, sobre todo ofensivos, pero hay que ver si tienen la ambición, la actitud –no la mostraron a tope en Las Vegas- y las ganas de defender, además del talento ya reconocido. Por lo pronto, el mismo contexto detallado para Argentina, cuenta para Estados Unidos y sus NBA, quienes serán los únicos fuera de la villa olímpica –con 50 personas totales, 28 por encima de las otras delegaciones-, en un nuevo privilegio. Los rivales están mejor que nunca. Y son más. Nadie puede dormirse ni ilusionarse demasiado. El concierto mundial está como nunca y la verdad se verá en el parquet.
Pelota al aire, por favor.
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