Solía preocuparles que el Adjarabet Arena, con sus arcos sinuosos y exterior iluminado, se convirtiera en una especie de elefante blanco. Después de todo, Batumi es una pintoresca ciudad turística; en realidad no necesitaba un estadio con una capacidad para 20.000 espectadores. El Dinamo, el equipo de fútbol que lo llamaba hogar, por lo general requería asientos solo para la mitad de esa cantidad de personas. Pero cuando llegó Khvicha Kvaratskhelia todo cambió.
“La ciudad ignoraba al fútbol”, comentó Tariel Varshanidze, una prominente voz de la escena de los aficionados del equipo local. “La atmósfera cambió radicalmente”. Los partidos en la Erovnuli Liga, la máxima categoría de fútbol del sistema de Georgia, de pronto tenían el mismo aire que los “mejores encuentros de la Champions League. Era fantástico”, agregó.
En los tres meses que Kvaratskhelia pasó en Batumi se agotaron todas las entradas. Los turistas que llegaban en manada a las playas del Mar Negro sumaban un partido a sus itinerarios. Los amigos, parientes, vecinos, colegas y conocidos comenzaron a preguntarles a los asistentes regulares por boletos que les sobraran, ya fueran seguidores del Dinamo, de algún otro equipo o de nadie.
Según Varshanidze, durante los encuentros, todo el estadio celebraba cada vez que Kvaratskhelia tocaba la pelota, incluso los aficionados que en teoría venían a apoyar al equipo contrario. Y no solo en Batumi. “Teníamos estadios llenos en casi todas las ciudades”, comentó George Geguchadze, el entrenador del Dinamo. Toda Georgia quería ver a la nueva estrella. Incluso en los partidos celebrados en los remansos del país, en estadios que en épocas normales podrían atraer a unos cientos de espectadores, se agotaban las entradas.
No era ninguna sorpresa. Kvaratskhelia había llegado a Batumi como un icono nacional consagrado. Había florecido como una sensación de 16 años en el Dinamo Tbilisi, el club más importante del país. Para cuando hizo su debut con su selección, tan solo dos años más tarde, la liga georgiana le había quedado chica, así que se mudó a Rusia para sumarse al Lokomotiv Moscú y luego al Rubin Kazan. La breve e inesperada oportunidad de verlo en persona de nuevo —después de que pudo invalidar su contrato tras la invasión de Rusia a Ucrania— era una oportunidad demasiado buena como para dejarla pasar.
Lo que pocos pudieron haber anticipado fue cuán rápido y cuán lejos se iba a propagar la manía. Apenas seis meses más tarde, la fama del delantero de 21 años se ha difundido más allá de Georgia. En cuestión de semanas, ha cautivado al fútbol italiano y ha emergido como una estrella revelación de la Liga de Campeones.
Los números destacan sus enormes producciones: desde que llegó al Napoli por unos 10 millones de dólares, Kvaratskhelia ha anotado cinco goles en la Serie A, donde su equipo se ha establecido como el líder con una ventaja de dos puntos, y dos más en la Champions, para ayudar al elenco sureño a calificar con tranquilidad en un grupo intimidante donde estaba el Liverpool y el Ajax; justamente la entidad de Ámsterdam no lo contrató en su momento por su nacionalidad.
“Lo ofrecí en muchos de los clubes top. No confiaron en un georgiano y falló el área de scouting. Él estaba disponible en el mercado y eso fue lo que ocurrió”, expuso su agente Christian Emile a los escépticos, que hoy deben estar lamentándose al ver su nivel.
Su entrenador, Luciano Spalletti, ha descrito a Kvaratskhelia como “estratosférico”. Arrigo Sacchi, el ex DT de la selección nacional italiana y del Milán, prefiere la palabra “devastador”. Una leyenda como Alessandro del Piero sugirió que parecía como si estuviera “hecho para jugar en Europa”.
Los aficionados del Napoli le otorgaron su más grande honor, al apodarlo Kvaradona, por el ídolo popular más querido en la historia del club. Sin embargo, quizá el testimonio más revelador pertenece a Fabrizio Ravanelli, el ex delantero de la Juventus. Después de que el Napoli superara al Milán el mes pasado, Ravanelli admitió que lo habían cautivado Kvaratskhelia y Rafael Leão del Milán. “En el mundo, hay cada vez menos jugadores como ellos”, consideró.
Ese sentido de rareza es la raíz del atractivo de Kvaratskhelia. Es el tipo de jugador que ya no produce el fútbol moderno, con sus sistemas industrializados de juveniles y plantillas estilísticas: volátil e intuitivo, con una pizca de inconformismo, un tanto indomable.
Willy Sagnol, el entrenador de la selección nacional de Georgia, ha sugerido que su paralelo más cercano sería un joven Franck Ribéry, el crack del Bayern Munich, pero no es una comparación exacta. Kvaratskhelia es más alto, más lánguido, menos fácil de categorizar. El francés fue un jugador amenazante y resolutivo que quería, la mayor parte del tiempo, recortar hacia adentro.
Para Levan Kobiashvili, presidente de la federación de fútbol de Georgia, su fortaleza es su “imprevisibilidad”. El directivo objeta la idea de que sea la “continuación de cualquier proceso”. Georgia puede tener una rica historia de producción de atacantes virtuosos —en particular el ex volante del Manchester City y el Ajax Georgi Kinkladze—, pero Kvaratskhelia solo es un producto de su propio talento.
Otros no están tan seguros. “Tiene algunos aspectos que son muy georgianos”, opinó Andrés Carrasco, el director español de desarrollo juvenil en el Dinamo Tbilisi, el club que descubrió a la estrella naciente. “Tiende a no preocuparse si algo no funciona. No piensa en las consecuencias negativas. Así son muchos atacantes aquí. Son atrevidos. Son audaces. Son un poco anárquicos”.
En Batumi, como en toda Georgia, los aficionados al fútbol han seguido el estallido del estrellato de Kvaratskhelia con la misma avidez que lo hicieron cuando fue jugador del Dinamo Batumi durante un periodo breve, en el que vivió en un hotel no lejos del estadio. Ahora, los juegos del Napoli paralizan al país. “Todo el mundo se reúne alrededor de la televisión”, comentó Kobiashvili, quien es uno de los jugadores más condecorados de la historia georgiana. “No puedo recordar nada parecido”, agregó.
Sin embargo, Kobiashvili, como Carrasco, no tarda en enfatizar que Kvaratskhelia no está solo. El fútbol georgiano está al alza. Cuando Kobiashvili asumió su cargo como presidente de la federación georgiana de fútbol en 2015, el país estaba languideciendo “más o menos en el lugar 150 de la clasificación de la FIFA”, comentó Kobiashvili.
No obstante, su rendimiento en la Liga de Naciones ha sido todavía más impresionante. Georgia ha sido promovida dos veces —al principio, de la división más baja de la competencia a su tercera y luego, este verano, a la segunda— es decir que en la siguiente edición del torneo jugará al mismo nivel que Inglaterra.
“Hace apenas unos años, los niños en Georgia aspiraban a ser el próximo Lionel Messi o el siguiente Cristiano Ronaldo”, comentó Kobiashvili. “Ahora todos sueñan con ser el futuro Kvaratskhelia, porque ha transformado toda la cultura del fútbol en Georgia”. Sin dudas, el joven delantero del Napoli será una de las ausencias más notorias en el próximo Mundial de Qatar.
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