La época dorada del Benfica fue a principios de los 60. Ni el Barcelona de Sándor, Kocsis, Kubala pudo frenarlos en 1961. Tampoco lo logró el Real Madrid de Alfredo Di Stéfano y Farenc Puskas al año siguiente. El equipo portugués ganó dos Champions League en fila.
El cerebro de ese equipo era Béla Guttmann, un entrenador astro-húngaro que llegaba de comandar al Porto. Eusebio y Coluna eran las estrellas de un Benfica imparable. Pero el equipo su imperio europeo se derrumbó para siempre después de obtener la segunda Liga de Campeones.
Él era licenciado en psicología y profesor de baile, como sus padres, llegó al Benfica en 1959 y remodeló la plantilla. Fichó a jóvenes de las colonias portuguesas de la época, como Mozambique, de donde trajo al mítico Eusebio.
Guttman colocó al equipo en la primeras planas de todo el contiene y exigió un aumento de sueldo. Discutió con la dirigencia. El presidente Antonio Carlos Cabral estaba furioso. No le concedió una suba del salario y decidió echarlo.
“Estoy vacío. Sin mí, el Benfica no ganará un título europeo en 100 años”, fueron las últimas palabras de Guttmann, que se marchó para nunca más volver. Esta frase significó una maldición que llevó varias definiciones continentales como pruebas. A partir de ese momento, su pronóstico se convirtió en un karma para el conjunto lusitano: perdió cinco finales en la Champions League y tres en la Europa League.
Tan sólo un año después de pronunciada su maldición, en 1963, el Benfica perdió el título de la Orejona ante el Milan; y luego cayó en la misma instancia frente al Inter de Milán (1965) y ante el Manchester United (1968).
Mientras Guttmann recorrió el mundo y siguió como entrenador en Peñarol de Uruguay, en Suiza, Austria, Grecia y otra etapa en Portugal, el Benfica padecía su hechizo a nivel europeo.
A esos fracasos iniciales le siguieron 15 años sin finales. Cuando Guttman murió en 1981, todo indicaba que el hechizo podría terminarse, pero en la antigua Copa UEFA y la Champions continuaron sus pesadillas: Anderlecht (1983), PSV Eindhoven (1988) y Milan (1990) lo derrotaron posteriormente.
El fantasma de Guttmann estuvo presente en 2013, cuando Benfica perdió con el Chelsea. Desde ese momento, las autoridades del club lusitano intentaron romper el conjuro de Guttmann con la instalación de una estatua de bronce del ex técnico frente a la puerta 18 del Estadio Da Luz. Pero la sequía continuó hasta que un grupo de juveniles logró terminar con la malaria.
En las últimas horas, el representativo juvenil goleó 6 a 0 al Salzburgo y conquistó por primera vez la Youth League, el campeonato europeo en el que participan todos los clubes que juegan la Liga de Campeones esta temporada, así como los vencedores de cada país en esta categoría.
Los portugueses habían perdido en la final contra el Real Madrid en la edición de 2020, la última que se disputó antes de la pandemia, que obligó a cancelar la de la temporada pasada. El delantero Henrique Araujo fue el héroe de las Aguilas con tres goles (Martim Neto, Cher Ndour y Luís Semedo fueron los autores de los otros tantos). Y sus conquistas fueron celebradas, porque la victoria no sólo significó un título para el club. Sino que además se le puso punto final a la maldición que había instalado Béla Guttmann.
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