Uno de los ingredientes fundamentales que tiene el fútbol para ser un deporte tan emocionante es esa relación con el golpe de suerte que puede definir un partido. El largo remate de Riccardo Gagno, arquero del Módena FC nacido en 1997, fue la prueba viviente de ese vínculo. En la recta final de la Serie C, se vivió un momento impensado y conmovedor en el certamen italiano.
En el primer minuto de descuento del partido entre el Módena y el Imolese, el 1-1 parecía inamovible en el marcador. Los locales necesitaban la victoria para mantenerse a cuatro puntos de distancia de su perseguidor en busca de un regreso a la Serie B. El estadio tenía a cerca de diez mil fanáticos esperando la fiesta de promoción en caso de que el Calcio Reggiana no ganara su compromiso.
La igualdad llegó cerca del final a través de un penal muy dudoso aprovechado por Livieri. La desesperación abrumaba a todos. El portero del Módena, al mirar los 91 minutos en el reloj, buscó un pelotazo largo para darle una oportunidad más a sus compañeros, sin pensar en lo que sucedería a continuación. Con el dorsal número 26 en su espalda, cargó la pierna y realizó el clásico lanzamiento.
Los hinchas se pararon de sus asientos y rezaron por una milagrosa acción que les diera los tres puntos. Se escucharon unos murmullos iniciales porque parecía un desafío sencillo para Gianmaria Rossi, portero de Imolese.
De manera inesperada, el viento sopló a favor de Módena: la lluvia y el césped húmedo ayudaron a que el balón saltara como nunca, pasra por encima de Rossi y lentamente ingresara al fondo del arco. Gagno festejó el gol como si fuera un delantero y lentamente todos sus compañeros corrieronn hasta su propia área para abrazar al héroe de la historia. El estadio enloqueció y en el instante del pitido final los jugadores corrieron hacia su arquero para hacerle saber que si la próxima fecha logran el ascenso, probablemente sea gracias a su hazaña.
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