Desde que Marcelo Bielsa tomó las riendas en junio de 2018, la ciudad de Leeds se vio revolucionada. Su contratación fue esperanzadora aunque ni los más optimistas fanáticos del equipo blanco iban a imaginar que su plantel iba a responder tan satisfactoriamente en las siguientes tres temporadas (la primera fue protagonista de la Championship, la segunda se consagró campeón y la tercera acabó noveno en la Premier League).
Una de las grandes cualidades del conjunto del Loco fue la unión del grupo y humildad con la que trabajaron todos sus componentes desde el minuto cero. Y una anécdota contada con lujo de detalles por el ex traductor del entrenador argentino Salim Lamrani da cuenta de ello.
Fue a un mes de haber arribado a la institución de Yorkshire del Oeste que el intérprete por entonces devenido en discipline coach al que había conocido en Marsella durante su paso por Olympique (con la literatura y su interés conjunto por la política económica de Cuba como puente) le propuso a Bielsa: “Marcelo, usted se habrá dado cuenta de que alrededor del edificio principal hay mucha basura. Entonces les voy a proponer a los jugadores que limpiemos todos el centro de entrenamiento”.
El rosarino, que tenía absoluta confianza en Salim y lo usaba como confidente durante las largas caminatas desde su hogar situado en Wetherby -que le hacía recordar al de su Máximo Paz santafesino- hasta el campo de entrenamiento Thorp Arch, esbozó una sonrisa de aceptación y respondió: “Si usted consigue eso…”. Enseguida el francés tomó la posta para llevar adelante una charla con el plantel que desembocaría en el procedimiento, guiño y caricia al alma para los utileros Rich y Bees, más todo el personal de limpieza del predio.
Lamrani, que conocía más que nadie las inquietudes de la plantilla dirigida por Bielsa, reunió a los futbolistas en el gimnasio y abrió un debate en el que emplearon definiciones de la palabra humildad (de ahí el nombre del capítulo “La vía de la humildad”). Ese fue el gancho para que inclusive los jugadores de mayor renombre se calzaran los guantes de plástico, tomaran bolsas de basura y bajo un sol veraniego recolectaran todos los desechos durante una hora.
Pablo Hernández expresó ese día: “Sabes, antes de ser futbolista profesional y poder vivir de mi pasión, hice todo tipo de trabajos”. Adam Forshaw, otro de los valores del Leeds, dio cabida al asunto: “Entiendo lo que están tratando de hacer y es algo bueno para el grupo”. Después de la actividad, pesaron las bolsas que contenían 13 kilos de basura. El acto tuvo un fin simbólico: la entrada para cada partido le costaba a los hinchas, en promedio, 25 libras esterlinas. Sacando una cuenta rápida sobre el salario mínimo en Inglaterra, las horas diarias trabajadas y el precio de los tickets para asistir a los cotejos del Leeds, un fanático debía dedicar tres horas de labores para ir a la cancha.
La actividad tuvo un impacto positivo en el seno interno. Y, en retrospectiva, fue una de las piedras fundamentales del camino hacia el éxito del Leeds United de Bielsa.
EXTRACTO DEL LIBRO “EL FÚTBOL SEGÚN BIELSA” (Salim Lamrani): “La vía de la humildad”
Durante la pretemporada, antes de instalarme en el centro de Leeds, viví durante unas semanas en un hotel de Wetherby. Todas las mañanas iba a buscar a Marcelo Bielsa a su domicilio e íbamos juntos al centro de entrenamiento. Al entrenador de Leeds United le gustaba el lugar: “En Argentina vivo en el campo y este lugar tiene muchos puntos comunes”.
Por la tarde, después de la larga jornada de trabajo, lo llevaba a su hotel y aprovechábamos esos momentos para intercambiar nuestros puntos de vista sobre el grupo profesional, pero también para abordar temas que nos interesaban y que se alejaban del fútbol. Así, le hacía un balance del día y le daba mi opinión sobre los jugadores. El grupo profesional tenía una gran calidad humana y de su actitud se desprendía respeto hacia el cuerpo técnico y los empleados del club, pero también hacia las personas encargadas de la limpieza, los utileros, Rich y Bees, y el personal de cocina.
Una tarde, mientras llevaba al entrenador a su hotel, le dije lo siguiente: “Marcelo, usted se habrá dado cuenta de que alrededor del edificio principal hay mucha basura. Entonces les voy a proponer a los jugadores que limpiemos todos el centro de entrenamiento”.
Marcelo me miró con una sonrisa y me contestó: “Si usted consigue eso…”. Por mi parte, como ya había establecido buenas relaciones con los jugadores, sabía que serían receptivos a la iniciativa y aceptarían realizar la actividad.
Después de conseguir el visto bueno de Marcelo les presenté la idea a Benoit, Rubén, Rob y Tom. Era un procedimiento que yo había establecido desde el inicio a causa de mi inexperiencia en el mundo del fútbol. Sometía mis iniciativas a la opinión de los colegas, y el consenso me permitía tomar una buena decisión. Todos me alentaron a llevar a cabo la actividad. Así, el 12 de julio de 2018, durante la tarde, reunimos a los jugadores en el gimnasio y nos sentamos en círculo. Empezamos por recordar la definición de humildad: la virtud de reconocer y aceptar las propias limitaciones y debilidades. Es esencial en la vida cotidiana y en el deporte de alto nivel. La modestia es una admirable cualidad humana y una aliada segura frente a los inmensos desafíos presentes en el fútbol profesional.
En su mayoría, los hinchas de fútbol, los del Leeds United y los del resto del mundo, proceden de las capas populares y hacen frente diariamente a las dificultades materiales de la vida. Para vivir su pasión, a veces, tienen que hacer importantes sacrificios para seguir a su equipo preferido. Muchas veces, el único momento de felicidad, en una realidad marcada por todo tipo de preocupaciones, es la victoria de su equipo. Pier Paolo Pasolini, el gran cineasta italiano, escribía con razón que “el fútbol es un valor esencial para devolver la dignidad a los que no tienen nada”. Por eso el fútbol es tan popular en el mundo y la pasión de los hinchas es tan emocionante y respetable. En el estadio, personas de todos los horizontes cantan sus esperanzas de una vida mejor, que pasa inevitablemente por el triunfo de sus colores, y se unen en la fraternidad nacida de la pasión por el mismo escudo.
Yo me había informado sobre el precio de las entradas. Una suscripción anual para Elland Road costaba alrededor de 562 libras para las más accesibles, lo que daba un promedio de 25 libras por partido. El salario mínimo en Inglaterra era de unas 7,83 libras por hora; un empleado debía entonces trabajar al menos tres horas para poder vivir su pasión. Les propusimos entonces a los jugadores rendir simbólicamente un homenaje a los hinchas tratando de ponernos en su lugar durante una hora y limpiar el centro de entrenamiento.
Todo el equipo, sin excepción alguna, se adhirió al proyecto y aceptó participar en la iniciativa. Los jugadores se colocaron guantes de plástico que habíamos puesto a su disposición, tomaron las bolsas de basura y durante cerca de una hora, bajo el agradable sol del verano, limpiaron el centro de entrenamiento. Benoit tuvo la buena idea de pesar las bolsas de basura: los jugadores habían recolectado cerca de 13 kilos. Pablo Hernández se mostró muy receptivo a la actividad. “Sabes, antes de ser futbolista profesional y poder vivir de mi pasión, hice todo tipo de trabajos”, me dijo. Adam Forshaw también aprobó la iniciativa. Durante la recolección de la basura, me dijo lo siguiente: “Entiendo lo que están tratando de hacer y es algo bueno para el grupo”. La disposición unánime a realizar esa singular tarea ilustraba los valores del equipo, la sensibilidad de los jugadores y su respeto hacia los hinchas.
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