Nueve palabras en una remera que decían mucho más que la frase que generó un escándalo en España. “El miedo es una reacción. El valor, una decisión”, se leyó en la camiseta que lucía el Chimy Ávila antes de subirse a su camioneta. Pero lo que ignoraba el delantero argentino, era que le estaba haciendo una publicidad inconsciente al líder del Vox, Santiago Abascal.
El jugador del Osasuna tuvo que salir a pedir disculpas de inmediato, porque la reacción de sus aficionados no dejó lugar al repudio generalizado que se viralizó de inmediato.
El delantero argentino afirmó que no sabe de política y desconocía quién era esa persona que aparece en su camiseta. En sus argumentos, el ex San Lorenzo dijo que se puso la remera porque le gustaba el mensaje que tiene escrito: “El miedo es una reacción. El valor, una decisión”.
“Hoy metí la pata subiendo a mis redes una foto con una camiseta que ha ofendido a muchas personas. Lo siento. Fue un regalo que me hicieron con una frase con la que me identifico mucho y no pensé que podría tener todas las implicaciones que ha tenido para algunas personas”, indicó horas después en su cuenta oficial de Instagram.
“Ni sé de política, ni me interesa. Mis únicas pasiones son el fútbol y mi familia. No era mi intención ofender y pido disculpas”, reiteró Ávila nuevamente después del revuelo que provocado en una parte de los aficionados de Osasuna.
Desde que llegó a Europa, el goleador tuvo que sobreponerse a dos lesiones graves que lo privaron de incorporarse al Barcelona. Durante su mejor etapa en el combinado de Pamplona, el conjunto Culé se había interesado en él como posible refuerzo, pero el destino le jugó una mala pasada.
En septiembre del año pasado debió ser operado de la rodilla izquierda por una rotura de ligamentos cruzados similar a la que había sufrido en enero del 2020 cuando se lesionó la derecha.
Antes de llegar a España, el argentino pasó por Tiro Federal y San Lorenzo. Sus buenas producciones lo llevaron al Huesca, donde hizo escala previa antes de sumarse al Osasuna.
Durante su infancia atravesó momentos difíciles. A los 19 años, Ezequiel Ávila había colgado los botines, había sido papá, trabajaba como albañil luego de haber tenido que ganarse la vida cartoneando y era investigado por robo a mano armada en el club al que había pertenecido.
El Chimy debió afrontar complicaciones desde pequeño: “Nosotros éramos 9 hermanos. A mi padre, cuando se separa de mi madre, le pegó fuerte la separación y se tiró al alcohol y las drogas. Lo poco que teníamos, cuando venía tomado o pasado de sustancias, nos lo rompía; como la tele o la heladera”, reveló en su momento en una entrevista a Fox Sports Radio.
“Tuve ese incidente que me acusaban de robo calificado y tentativa de homicidio, hace poco se resolvió que soy inocente. Las pruebas eran falsas y perdí dos años de mi carrera. Me acusaron de robo, de haber querido matar al presidente del club”, explicó sobre la denuncia que había recibido.
El episodio tuvo consecuencias traumáticas para su vida. Y puso en el freezer sus sueños de futbolista. “Me llevaron detenido, me tuvieron un año y medio con policía en la puerta de casa, sólo podía salir a trabajar... Tenía 19 años y, como no conseguía trabajo, le dije a mi primo: Prestame el carro y el caballo. Mi mujer estaba embarazada, pasaba desde las 6 de la mañana a las 7 de la tarde, cirujeando, hasta que conseguí trabajo de albañil en una demoledora, había que tirar las casas abajo para que trabajaran los arquitectos”, describió sobre su etapa más complicada.
Pero detrás de la discriminación de los prejuicios, apareció la luz. “En el barrio me decían rata, chorro, fui muy juzgado. Hasta que nació la nena, conocí a mis representantes y me daban 600 pesos por sábado para que sólo me dedicara entrenar, aunque en realidad trabajaba a la mañana y entrenaba a la tarde”, narró tiempo después. Y surgió la prueba en San Lorenzo, el debut con el Patón Bauza como técnico y el salto a Europa.
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