Fue una de las grandes promesas de Racing y saltó al Real Madrid, donde jugó con Raúl, Roberto Carlos y Redondo: “Quizá no tuve la categoría para atajar ahí”

Albano Bizzarri se perfilaba para ser el sucesor de Nacho González y su talento lo llevó a la Selección y al Merengue. ¿Qué pasó con el cordobés que se instaló en Europa y nunca más volvió a la Argentina?

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Albano Bizzarri fue una de
Albano Bizzarri fue una de las apariciones más interesantes de Racing en la década del noventa (Foto: Getty images)

Fue una de las apariciones más interesantes de la década del 90. Aparentaba ser el sucesor de Nacho González en un Racing que luchaba por cortar una sequía de títulos antes de la presentación de la quiebra.

Con 17 años dejó su pueblo y partió rumbo a Avellaneda con un bolso cargado de ilusiones. Atrás quedaban los amigos, la familia, Sportivo Talleres y Etruria. “Un ayudante de campo que tenía Chabay me llevó a Racing porque había sido mi entrenador en mi pueblo. No era como ahora, que si hay un chico bueno lo sabe todo el mundo. En aquella época tenías que tener suerte y necesitabas que alguien te llevara a Buenos Aires. Los clubes no iban al Interior a buscar jugadores, tenías que tener un conocido y mucha suerte para poder tener una prueba”, recuerda en diálogo con Infobae.

Su caso fue llamativo: debutó en Primera antes que en la Reserva. “Fue un accidente”, aclara con humildad. En la fecha 18 del Clausura de 1996, la Academia tuvo que viajar al Bosque para enfrentar al Gimnasia de Timoteo Griguol. Y a los 20 minutos del primer tiempo, Ángel Sánchez expulsó a Cubito Cáceres cuando el Lobo ganaba 1 a 0. Fue en ese instante en el que Albano Bizzarri tuvo que ponerse los guantes y comenzar su carrera con un penal en contra que ejecutó el Pepe Albornoz. Fue el segundo de un histórico 6 a 0 a favor del Tripero.

Debut de Albano Bizzarri en Racing

¿Empezaste con el pie izquierdo?

—Fue complicado. Cubito tenía muchas condiciones y me acuerdo de que la gente lo aplaudía en los partidos de la Reserva. Cuando estaba él, pensaba que nunca iba a atajar. Hasta que un día hubo un problema porque Nacho González había renunciado a jugar en Racing, y ahí quedó Cáceres como titular y yo como suplente. Después llegó Babington y me puso como titular definitivamente. Siempre le estuve agradecido, porque la gente no lo apoyaba y él creyó en mí cuando tenía 19 años.

Y después de un par de años te fuiste al Real Madrid…

—Entré a Europa por la puerta grande. Fueron muchos años en España e Italia. Yo a Racing había llegado de grande, porque tenía 17 años y no había hecho las inferiores. Y de ahí pasé al Real Madrid. Fue un privilegio.

¿Qué análisis podés hacer de ese proceso meteórico?

—Cuando Lalín asumió como presidente, llegó Sessa, (el pase pertenecía al empresario) y asumió Ángel Cappa como entrenador. Él entonces optó por poner al Gato en el torneo y a mí en la Mercosur. Fueron seis meses en esa copa sudamericana y después me fui al Real Madrid. Para esas alturas, Racing había incorporado a Latorre, Matute Morales, Tapita García… Había hecho un equipo para pelear el campeonato, y el arquero era Sessa.

En esa época te convocó Marcelo Bielsa para la Copa América, ¿cómo fue esa experiencia con el Loco?

—En mi carrera se dio todo muy rápido. Uno puede estar de acuerdo o no con la filosofía de Bielsa, pero es un entrenador que para un jugador es muy importante tenerlo, porque le deja muchas cosas. Es muy frontal y muy particular. Vive el fútbol al 100%, y para él todo tiene un porqué. Se toma todo muy en serio, y con él no existe la joda. Todas las decisiones que toma tienen un motivo y te las explica. Se toma la profesión como deberían tomarla todos los técnicos. Es el entrenador más serio que tuve. Con el paso del tiempo te das cuenta de que hay otros entrenadores que no son sinceros, entonces ahí valorás más a Bielsa.

¿Quién sería la antítesis de Bielsa?

—No voy a nombrar a ninguno en particular, porque además no tuve grandes entrenadores; pero lo que uno más valora de Bielsa es su factor humano. No se trata solo de técnicos, sino de cómo es como persona. Pasa lo mismo con los jugadores, los periodistas y los entrenadores: en todos los rubros hay de todo.

Pero cuando fuiste al Real Madrid estaba un tal Vicente del Bosque

—Cuando llegué no podía creer estar en ese vestuario. Aprendí un montón de cosas por estar al lado de esos grandísimos jugadores. Fue una experiencia que me acompañó el resto de mi carrera, más allá de que deportivamente no me haya ido bien. Fue un privilegio.

Ahí también tuviste la oportunidad de debutar temprano.

—Sí. Llegué en febrero y el torneo ya estaba empezado; pero cuando terminó la temporada, se lesionó Bodo Illgner, que era el arquero titular, y tuve la oportunidad de jugar. Como no me fue bien, Iker Casillas me ganó el puesto, y comenzó a formar su legendaria trayectoria.

¿A qué le atribuís que no hayas tenido buenos partidos? ¿Eras muy joven para ese arco?

—Puede haber mil explicaciones... Puede que no haya tenido la categoría para jugar en el Real Madrid, puede que no haya tenido la formación ideal para jugar en un equipo de esos, porque a los 17 años entrenaba en mi pueblo hasta las ocho de la noche dos o tres veces por semana sin que nadie te diga cómo poner las manos. Yo me fui muy chico a un país que no era el mío, y estaba solo. La vida cotidiana se me hacía mucho más difícil. Si además cometía algún error, la gente se me venía encima. Las cosas no salieron como quería y perdí una grandísima oportunidad. No fue la oportunidad de mi vida, porque pude seguir jugando al fútbol. Si bien no estuve en equipos de la jerarquía del Real Madrid, pude continuar con mi carrera. No me lamento, porque logré tener esa posibilidad. Otra cosa es no haber podido tener esa chance. La tuve, era joven, y con 22 años me fui al Valladolid, a pesar de los consejos que me daba todo el mundo. Todos me decían que no me fuera nunca del Real Madrid, pero yo quería disfrutar de mi carrera y sabía que no iba a tener otra oportunidad.

Imagino que no era lo mismo gritarles a defensores como Úbeda, Sergio Zanetti o Mauro Navas que a estrellas como Fernando Hierro, Roberto Carlos o Michel Salgado...

—No cambiaba nada. Para mí era lo mismo. Después uno va evolucionando y ganando confianza, pero en ese momento era muy joven. Es verdad que no es la misma comunicación que tenía con los defensas a los 21 años que a los 30. Son distintas circunstancias, pero ahí me encontré con unos jugadores de primer nivel con una humildad muy grande. Si vos te comportás bien, los jugadores siempre van a estar de tu lado.

¿Con quiénes tuviste más relación durante esa etapa?

—Me juntaba mucho con Fernando Redondo y con McManaman, pero tenía muy buena relación con muchos. Después la vida nos fue separando por cosas del fútbol. Igualmente, me llevaba bien con la mayoría. Como estaba soltero, me invitaban a comer y a salir.

¿Cómo eran esas salidas nocturnas?

—No creas que las salidas eran muy largas, porque jugábamos todos los miércoles y domingos. Estábamos mucho tiempo concentrados y los compañeros que tenían familias dedicaban el poco tiempo para estar con ellos. Eran otras épocas. Los más jóvenes nos juntábamos a comer, pero no íbamos a discotecas. Por eso no es que destaque las salidas de esos años.

Son pocos los argentinos que pasaron por el Real Madrid, ¿cómo es la convivencia con tantas estrellas?

—Había 3 o 4 jugadores que no podías creer lo que hacían en los entrenamientos. Redondo era uno de ellos, pero también estaban Raúl y Roberto Carlos. Ellos tres estaban por encima del resto, porque hacían cosas espectaculares. Después estaban Fernando Hierro y Seedorf, que también eran extraordinarios.

Y fueron los que cortaron la racha de 32 años sin ganar la Champions.

—En aquella época era más difícil ganarla. Yo era muy joven y no entendía bien lo que significaba ese título. Hoy los chicos ven los partidos de Champions desde el sillón de su casa, pero antes no era así. No había tanta conexión y no se comprendía la magnitud de ese campeonato. Con el paso de los años valoré mucho más ese título. Es un privilegio que se pueden dar muy pocos.

Cuando pasaste al Valladolid te tocó enfrentar rivales de esa jerarquía, ¿quién fue el delantero que más sufriste?

—Ronaldo. Era un fenómeno. Él y Raúl fueron los jugadores más peligrosos que sufrí. Después tuve enfrente a tipos como Ibrahimovic y Shevchenko, que se imponían porque eran verdaderos cracks.

Imagino que habrás armado un buen museo...

—Hoy valoro las camisetas que fui acumulando a lo largo de la carrera. Lamento no habérsela pedido a Ronaldo y a Zidane, pero tengo las de Roberto Carlos, Redondo, Neuer, Seedorf, Maldini, y tantos otros que fui admirando en silencio.

El cordobés paso de disfrutar
El cordobés paso de disfrutar al Real Madrid a sufrirlo (Foto: Grosby)

Y a Maradona no lo pudiste disfrutar mucho.

—Cuando él era técnico de Racing, yo recién llegaba y estaba en la Reserva. Cuando volvió en 1997 a jugar en Boca, tampoco tuve la oportunidad de enfrentarlo. Me saqué las ganas en el Partido por la Paz que organizó el papa Francisco en Roma, y me di cuenta de que es el centro de atención del planeta. Jugamos para el mismo equipo y casi no tuve la posibilidad de cruzar unas palabras, porque siempre tenía gente al lado que quería la foto o el autógrafo. Aguantar todo eso también es un mérito. Yo fui al partido, me saqué la foto, pero no pude hablar casi nada con él.

¿Fue una cuenta pendiente el regreso a Racing?

—Nunca se dio la oportunidad de volver. Cuando pregunté si tenía alguna posibilidad, en su momento, habían contratado a Campagnuolo. Después llegó Saja, y se quedó un tiempo prolongado. Siempre me quedaron las ganas de volver a jugar en Racing, porque uno se fue de joven y no viví lo que es ese ambiente. Sin embargo, cuando la mayoría de los jugadores regresan, no se encuentran con lo que dejaron. El mensaje que recibía de ello era que siempre era mejor quedarse en Europa, porque el país era un quilombo y la organización de los torneos, un desastre. Es un conflicto interno para los que estuvieron mucho tiempo afuera: hay algunos que quieren volver como sea, y otros que no regresan ni locos. Y si a eso le sumás algún mal partido que puedas tener a la vuelta, te encontrás con que te vienen a apretar y a rayar el auto. Son cosas a las que uno no está acostumbrado. Además, uno vive de otro modo en Europa, sin tanto loquero cotidiano. Son muchas cosas que determinan la decisión de cada uno.

¿Creés que nos falta crecer como sociedad?

—Ya formé familia en España, y cuando uno ve todo lo que pasa en Argentina, prefiere quedarse en Europa. Uno cuando vuelve lo hace por razones familiares o por los recuerdos nostálgicos que tuvo en el pasado. Cada uno elige su vida, pero yo prefiero quedarme acá porque se vive de otra manera. Eso no quiere decir que sea falta de patriotismo. Tal vez encuentres a algún boludo que te diga que no querés a tu país, pero así como en el pasado los europeos se iban a vivir a la Argentina porque ahí se vivía mejor, hoy todos los argentinos intentan venir a Europa, porque acá hay otras oportunidades. Eso no quiere decir que no ame a mi tierra y no extrañe, pero mi vida ya está acá. Y es muy difícil volver.

Te retiraste hace poco, con 41 años, ¿cómo es tu nueva vida?

—Hice algún curso de entrenador y debería retomarlo, por si en algún momento surge la posibilidad de dirigir en algún equipo o de tomar el cargo de director deportivo. Pero desde que me retiré me dediqué a mi familia, a viajar un poco y a disfrutar de las cosas que durante 20 años no pude hacer, como compartir un fin de semana con los míos. Todavía no tengo muy en claro si quiero seguir ligado al fútbol, por ahora quiero disfrutar de mi tiempo libre. No soy el típico loco que mira tres partidos por día. Me gusta el deporte y lo aproveché como jugador, pero creo que el trabajo del técnico es otra cosa. Son profesiones muy distintas.

¿La pandemia apresuró la decisión de dejar el fútbol?

—Tenía un año más de contrato, pero el club se fue a la quiebra y no tuve una oferta que me entusiasmara para seguir jugando a esa edad. Si hubiera sido por mí, hubiera preferido jugar un poco más. Si bien hay cosas que a los 41 años me costaban más, como los viajes o volver de un partido a las 5 de la madrugada en un micro, creo que podría haber jugado un año más, porque físicamente estaba bien.

Albano Bizzarri fue uno de esos casos llamativos que formó una trayectoria de mayor a menor. Tras su aparición en Racing y su partida al Real Madrid, el ex arquero viajó a la Copa América de Paraguay en 1999 y luego pasó por el Valladolid, Gimnástic de Tarragona, Catania, Lazio, Genoa, Chievo Verona, Pescara, Udinese, Foggia y Perugia. Después de tantos años en Europa y de un reciente retiro, lo único que tiene claro el cordobés es que su vida continuará en el viejo continente.

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