El FC Barcelona vive uno de los momentos más críticos de su historia moderna. Como si se tratara de un embrujo o de un maleficio, lejos de mejorar con el tiempo, las cosas se ponen cada vez más cuesta arriba para una institución que atravesó años recientes de constantes éxitos.
Aquella dolorosa y humillante goleada ante el Bayern Múnich en los cuartos de final de la Champions League marcó un punto de inflexión. Una “reestructuración” que, sin embargo, lejos de hacer resurgir al equipo, lo hundió un poco más en un pozo del que cada vez que parece que va a salir, vuelve a caer.
Este sábado, Ronald Koeman, Lionel Messi y compañía comenzarán a jugar sus últimas cartas. Serán los 12 días más intensos que vivirá el club en la temporada, en los que comenzarán a trepar nuevamente por ese agujero con el riesgo de desplomarse por completo con un paso en falso.
Serán cuatro partidos con unas esperadas elecciones presidenciales en el medio. Cuatro duelos en los que no solo tiene que ganar, sino que deberá golear (por lo menos en dos de ellos) para recién, a partir de ahí, empezar a soñar.
El primer obstáculo que deberá superar el Barcelona será ante el Sevilla por la vigesimoquinta jornada del campeonato local. En este contexto, la frase “cada partido es una final” es la que más se amolda a la situación que atraviesa el club, ya que se encuentra a cinco puntos del líder, el Atlético de Madrid, con un partido más.
Pese a la ausencia del público, el Sánchez Pizjúan albergará un duelo cargado de tensión, ya que allí se encontrarán el tercero y el cuarto de la tabla. El empate sirve de poco, y el perdedor empezará a despedirse de la lucha por el título.
Este cruce, además, será la antesala al próximo desafío al que se enfrentará el cuadro azulgrana cuatro días más tarde. En el Camp Nou, el Barcelona está prácticamente obligado a golear a los dirigidos por Julen Lopetegui para acceder a la final de la Copa del Rey. Hasta ahora, los rojiblancos llevan la delantera al haberse impuesto por 2 a 0 en el duelo de ida.
En cualquiera de estos dos enfrentamientos, el golpe de la derrota retumbará en la cabeza del equipo catalán como si se tratara de un cross de Mike Tyson en sus mejores épocas, y en el caso de perder en la Copa, significará la segunda frustración de la temporada en la lucha por un trofeo después de haber caído ante el Athletic de Bilbao en la final de la Supercopa de España a mediados de enero.
Habrá que ver cómo llega física y mentalmente la plantilla al 6 de marzo, fecha en la que visitará al Osasuna, que, a priori, parece un rival accesible, pero del que no se deberán confiar después de lo sucedido recientemente frente al Cádiz: un equipo que vino del ascenso y que consiguió empatar en el último minuto.
El enfrentamiento ante los Rojillos se verá atravesado al mismo tiempo por un contexto político histórico para el Barcelona, ya que en la ciudad condal se estarán preparando para lo que serán las votaciones presidenciales del día siguiente.
Unas votaciones que dieron mucho de qué hablar desde el día en el que Josep Maria Bartomeu anunció su renuncia al cargo tras el conflicto que derivó en un burofax de Lionel Messi anunciando su intención de abandonar la institución. Desde aquel 27 de octubre de 2020 la entidad es presidida por una Comisión Gestora comandada por Carles Tusquets, tesorero del club.
Dichas elecciones, que debían celebrarse el 24 de enero y se vieron aplazadas por la pandemia, serán claves para el futuro del Barcelona, ya que el elegido, además de presentar un plan económico para sacar a la institución de la línea roja, deberá convencer al astro argentino para que continúe siendo el capitán con un serio proyecto deportivo, competitivo y ganador.
Los candidatos definitivos para ocupar el lugar son Joan Laporta, Víctor Font y Toni Freixa, siendo el primero el que más firmas validadas recolectó (10.272 por sobre 4.431 y 2.634 respectivamente).
Ya con un presidente electo, tres días más tarde el Barcelona deberá afrontar la última y más difícil prueba de estas dos ajetreadas semanas. Los de Ronald Koeman irán por un milagro a París, en donde tendrán que presentar una versión nunca antes vista en la temporada para golear al PSG y revertir el 1-4 que sufrieron en el Camp Nou con un Kylian Mbappé en un nivel superlativo.
Si bien existe el dicho que asegura que “en el fútbol todo puede pasar”, siendo totalmente impredecible lo que pueda suceder dentro del campo, el equipo azulgrana llegará al partido de vuelta de los octavos de final de la Champions League con unas probabilidades de 1 en 10 de acceder a los cuartos de final por su juego, su presente y el poderío de su rival, que ese día podría contar, además, con Neymar y Ángel Di María.
En el caso de haber hecho las cosas bien con anterioridad, venciendo a sus contrincantes en la liga y remontando la serie ante el Sevilla por las semifinales de la Copa del Rey, una posible derrota en Francia dolería menos, a pesar de que volvería a irse con las manos vacías de un torneo que no gana desde 2015, y que es el máximo objetivo por conquistar por el club.
Sin embargo, el escenario podría volverse catastrófico si, además de no golear en el Parque de los Príncipes, cayera en el duelo por la Copa nacional y no sumara esos seis puntos en el campeonato local. Las cartas están echadas, y el Barsa se juega el todo por el todo. Hasta el momento continúa peleando en los tres frentes, pero un tropiezo podría ponerle punto final prematuramente a su temporada, y sobre todo profundizaría las chances de un punto final a la estadía de Lionel Messi en la ciudad.
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