La gota que rebalsó el vaso fue el 25 de agosto pasado. El famoso burofax enviado por Lionel Messi para comunicar sus intenciones de marcharse llevó a los hinchas culés a reunirse en la puerta del Camp Nou, las redes sociales manifestaron su hartazgo, la organización “Manifiesto Azulgrana” preparó de manera urgente una moción de censura, y los candidatos en las próximas elecciones del 15 de marzo no ahorraron adjetivos en su contra. Así pasó Josep María Bartomeu sus últimos días como presidente del Barcelona, mientras los socios juntaban las más de 20.000 firmas necesarias para conseguir el referéndum, que con dos tercios de los votos lo podrían destituir de su cargo. Pero no aguantó, antes de que se fije la fecha para los sufragios, el mandatario catalán decidió renunciar.
Uno de los primeros en haber repudiado su accionar fue Joan Laporta, candidato para las próximas elecciones y ante quien renunció Bartomeu luego de profundas discrepancias en 2005 cuando aquél ya era presidente, cuando dijo que creía que detrás del conflicto estaba "la intención de la comisión directiva de que el argentino se vaya”. También, subrayó que esto sería “un error histórico”, para terminar afirmando “pobre Barça, en manos de estos incompetentes”, y que le parecía “una cobardía del presidente y una falta de respeto al jugador y un actuar impresentable que perjudica la imagen del club”.
“Sabes perfectamente que si los culés pudieran ir a la cancha, todo el campo sería un grito: ‘Bartomeu, ándate ya!’ No has sido capaz de cuidar ni al mejor de la historia, un mito hecho en casa. Por eso insistimos: Bartomeu dimisión y elecciones lo antes posible”, había anticipado en un tuit Víctor Font, el candidato de mayor peso para las próximas elecciones, haciendo juego con el himno del Barcelona (“Tot al camp, es un clam” –todos al campo, es un grito"-).
Muchos no entendieron el accionar de Bartomeu, de 57 años, y de bajo perfil, quien llegó a la comisión directiva del FC Barcelona de la mano de Sandro Rosell, a quien conoció en la ESADE, una de las más universidades de élite en España para estudios de administración de empresas, y del que se convirtió en un absoluto ladero, acompañándolo tanto en el poder político del Barcelona como en todo tipo de negocios.
Josep María Barrtomeu Floreta nació en Barcelona el 6 de febrero de 1963, pero vivió en Vilanova del Vallés y pudo estudiar en los mejores colegios, como el prestigioso Aula Escola Europa, antes de licenciarse en administración de empresas. En su juventud jugó al basquetbol no sólo en el club blaugrana, del que fue socio desde muy pequeño, sino incluso en el club rival de la ciudad, el Espanyol; y es consejero delegado del grupo ADELTE (empresa de boarding), que tiene sus raíces en Trabosa (dedicada a la construcción de vehículos industriales, creada por su abuelo en 1962) y también es consejero en la empresa EFS (Equipo Facility Services) dedicada al mantenimiento de terminales y equipos electromecánicos (gestión y mantenimiento de carritos portaequipajes, sistemas automático de transporte de equipajes, handling, etc). Insistentes rumores indican que algunas de las empresas de Bartomeu estarían a punto de presentarse en convocatoria de acreedores y que podrían ser reflotadas con un préstamo de Goldman Sachs, vinculado a Jordi Moix, otro amigo suyo y de Rosell, y vicepresidente económico del Barcelona.
Con Rosell, además de los años de conocimiento en el mundo de las empresas, son socios en la inmobiliaria Iniciativas Comas SL, y así como ambos están vinculados con el derechista Partido Popular, tienen negocios con la empresa Cobra, de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, en países árabes.
Cuando Rosell llegó al poder en el Barcelona en 2003 como vicepresidente, Bartomeu fue vocal y quedó como responsable de las áreas de vóleibol, hockey y básquetbol, y pese a que en su primera temporada ganaron con ésta última disciplina la Liga ACB y la Supercopa, y al bajo perfil que trató de cultivar, sus desavenencias con el presidente Laporta en cuanto al organigrama de los deportes que le tocaron manejar fueron la gota que rebalsó el vaso y la comisión directiva se fracturó.
En marzo de 2005, Laporta relevó de su cargo a Bartomeu y en junio abandonó su cargo junto a Rosell y otros directivos. Justo días antes de la crisis se había producido el encuentro entre los dos máximos referentes de la dirigencia, Laporta y Rosell, en el restaurante “Speakeasy”, donde parecía que habían solucionado sus públicos desacuerdos y hasta el entonces vocero del club, Xavier Cambra, aseguraba que ya no quedaban heridas abiertas, pero Bartomeu y su área fueron el detonante de la contramarcha.
Rosell y Bartomeu volverían al poder del Barcelona en 2010, ya como dupla, con el primero en la presidencia y el segundo como vice, al ganar las elecciones con el 61,35 por ciento de los votos. Al poco tiempo generarían una primera polémica al acordar un millonario patrocinio con Qatar Airways, lo que terminó siendo la primera vez que un sponsor auspiciaba en la camiseta azulgrana, que sólo había admitido hasta entonces una publicidad de UNICEF.
"El Barcelona pasó de ser “Más que un Club” (como sostiene el lema que caracteriza a la entidad catalana) a “un club más” con este tipo de acuerdos, llegó a decir entonces el fallecido Johan Cruyff, ídolo de los hinchas culés, en referencia a lo que significaba llegar a un arreglo con una empresa de un país cuestionado por actos terroristas. Además decidió renunciar a la presidencia de honor del club.
La gran oportunidad llegó para Bartomeu el 23 de enero de 2014, cuando Rosell debió renunciar a la presidencia por el llamado “caso Neymar”, en el momento en el que el juez de la Audiencia Nacional de España Pablo Ruiz admitió a trámite la causa. Todo comenzó cuando un socio, Jordi Cases, quiso saber cómo se había ejecutado la transferencia de Neymar desde el Santos al Barcelona para la temporada 2013/14, que en principio parecía de 57,1 millones de euros desde las arcas del club. Sin embargo, la Justicia detectó pagos extras por 40 millones de euros al padre del jugador y se llegó a un acuerdo final a mediados de 2016, por el que se exoneró de toda culpa al jugador y a los dirigentes - Bartomeu había sido imputado por el juez Ruiz- , asumiendo el Barcelona toda la responsabilidad haciéndose cargo de una multa de 5,5 millones de euros.
Sin embargo, la empresa brasileña DIS inició un nuevo juicio al sentirse estafada por ser propietaria del 40 por ciento de los derechos del pase de Neymar, lo que fue conocido como “Caso Neymar 2”, y accionó contra el Santos y el Barcelona, aunque la causa fue archivada primero, al considerarse que esos 40 millones que cobró el padre del delantero no eran por la contratación sino como sueldos, pero luego se admitió que esta operación pudo influir en el mercado al impedir que cualquier otro club negociara con el Santos o con el jugador. En octubre de 2018, el juez José María Vázquez Honrubia, resolvió enviar el asunto a la sala de lo penal, a la espera del fallo.
Los escándalos no tenían freno, justo en una temporada en la que el Barcelona no pudo ganar ningún título luego de siete años, en coincidencia con la contratación de Gerardo Martino como entrenador. Fue luego de la salida de Josep Guardiola y el final de un ciclo brillante de cuatro años, y de que se conociera que su continuador, Tito Vilanova, padecía una enfermedad que derivó en su pronto fallecimiento.
En abril de 2014, poco antes de finalizar esa extenuante temporada, se conoció la sanción al Barcelona de cuatro meses sin poder contratar jugadores por parte de la Comisión de Disciplina de la FIFA, por incumplimiento del Estatuto de Transferencia de Jugadores en nueve casos, y hasta la apelación del club fue rechazada en Zurich. Por esta razón, no hubo posibilidad de modificar el plantel en los dos mercados siguientes, hasta que al terminar la temporada 2013/14 se gastaron 157 millones de euros en refuerzos y llegó Luis Enrique Martínez para reemplazar a Martino.
La gran campaña de la temporada 2014/15, que había comenzado mal con problemas entre el director técnico y los principales referentes del plantel, finalizó con el “triplete” (Liga, Copa del Rey y Champions League) y trajo como consecuencia inmediata el triunfo de Bartomeu en las elecciones del 18 de julio de 2015, por el 54,63 por ciento de los votos.
Otro asunto turbio fue el llamado “Espai-Barça”, un intento de remodelación del Camp Nou por alrededor de 30 a 40 millones de euros iniciado desde la llegada de Rosell al poder y que continuó Bartomeu, pero que se fue transformando en una obra faraónica de alrededor de 600 millones de euros y en la que participó la empresa Comsa de la familia Sumarroca (Carles Sumarroca Coixet y Jaume Rosell Sanuy-padre de Sandro- fueron socios históricos), mientras que la que se encargó del estudio del nuevo Camp Nou fue la empresa ISG (International Stadia Group) de Ian Todd, ex jefe de Rosell en Nike.
Sin embargo, muchos cuestionan a Bartomeu y su comisión directiva su incapacidad para proyectar un nuevo equipo de fútbol a partir de las lógicas salidas de referentes como Xavi Hernández y Andrés Iniesta, la pérdida de identidad en lo que se dio en llamar “ADN Barça”, las contrataciones apuradas para tapar agujeros; como cuando el PSG depositó los 222 millones de euros de la cláusula de Neymar en 2017 y se lo llevó, y a cambio llegaron Ousmane Dembélé y Philippe Coutinho, que no resultaron, o al sostener mientras pudo a Ernesto Valverde pese a caer en la Champions ante la Roma en 2018 luego de ganar 4-1 en la ida, o ante el Liverpool en 2019, luego de estar 3-0 arriba en las dos Champions anteriores.
Todo se deterioró mucho más en los últimos años, cuando la dirigencia decidió contratar en 2019 al francés Antoine Griezmann, aunque éste parecía que llegaba un año antes y se decantó por continuar en el Atlético Madrid cuando los dos capitanes, Lionel Messi y Gerard Piqué, le habían abierto las puertas, o generando un permanente desgaste al no volver a contratar a Nerymar, que daba muestras de arrepentimiento por haberse ido.
“No sé si el club hizo todo por traer a Neymar”, llegó a soltar Messi, harto porque echaron a Ernesto Valverde, querido por buena parte del vestuario, por una derrota aleatoria ante Atlético Madrid en la Supercopa de España para contratar a Quique Setién, con el que se sucedieron las discusiones subidas de tono, igual que con su ayudante, Eder Sanabria. Para colmo de males, tras la salida de Valverde, el director deportivo, Eric Abidal, ex compañero de varios jugadores del Barcelona en el pasado reciente, sostuvo que algunos jugadores no dejaban todo en la cancha, y Messi salió a exigirle nombres. La situación empeoró cuando se supo que la dirigencia había contratado a una empresa de marketing, I3Ventures, que se manejaba con redes sociales que atacaban en algunas de sus cuentas a Messi, Piqué, y dirigentes opositores, hasta llegar al golpe final, el 2-8 del escarnio ante el Bayern Munich por los cuartos de final por la reciente Champions League.
Bartomeu, como siempre, y con su mejor sonrisa, resistió o que pudo. Ya había tenido que adelantar para el 15 de marzo las elecciones previstas para mitad de año y la votación para definir su futuro estaba a la vuelta de la esquina, por lo que la presión fue más fuerte y lo llevó a dar un paso al costado.
“No he pensado en dimitir. Creo que se está construyendo un buen proyecto y estoy seguro que vamos a ganar más de un título”, había soltado lunes en conferencia de prensa. Sin embargo, no fue así y hoy se convirtió en el cuarto de los últimos cinco presidentes del Barça en dimitir antes de concluir su mandato. Se marchó haciendo historia: consiguió que el genio de Messi, el que batió todos los récords del club, el máximo ídolo de la institución, se haya hartado y seguramente se vaya en junio de 2021 cuando termine su contrato. Pero lo hará ya sin Bartomeu en el trono principal.
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