No es casualidad que en la última temporada Lionel Messi haya sido el goleador de la LaLiga con solamente 25 goles. Le hubieran alcanzado también para serlo en la Premier League o la Ligue 1, aunque no en la Bundesliga y la Serie A. Pero lo llamativo es que necesito de la menor cantidad de goles en toda su carrera para alzar su séptimo trofeo de Pichichi. Fue de hecho la cantidad más baja de un máximo artillero en España desde la temporada 2006/07. En contrapartida, el astro argentino rompió el récord de asistencias: con su pase de gol al chileno Arturo Vidal en el partido contra el Valladolid, superó su propia marca (20 asistencias en la temporada 2014-15) y se convierte en el único jugador en los últimos 25 años que ha firmado 21 asistencias en una misma edición de LaLiga. Es innegable que en los últimos años La Pulga se fue retrasado en el campo de juego y ha comenzado a influir mucho más en la gestación que en la finalización.
De cara a una nueva edición de El Clásico entre el FC Barcelona y el Real Madrid, Messi podría dar un nuevo paso hacia las 300 asistencias en su trayectoria deportiva. Según Opta, lleva hasta ahora 255 en el Barça y 41 con la Selección Argentina, por lo que solamente está a cuatro de firmar un nuevo hito en su maravillosa carrera.
“Hoy me obsesiona menos el gol, por ejemplo. Y trato de aportar lo máximo para el colectivo”, reconoció recientemente el crack rosarino de 33 años en una entrevista con la revista Garganta Poderosa. Es que con el paso del tiempo su estilo de juego ha atravesado una metamorfosis muy notoria. Ya no es ese extremo derecho explosivo ni tampoco el ‘falso 9’ letal que construyó Pep Guardiola. Ahora es un futbolista mucho más cerebral, que influye más que nunca en la elaboración y que mantiene sus altas estadísticas de goles por el simple hecho de que es el rey absoluto en este deporte. Porque su capacidad de definición es asombrosa, todavía conserva gran parte de la velocidad de sus primeros años, tiene también fenomenal una lectura y visión de juego, pero por sobre todas las cosas es el mejor pasador del mundo.
Su abanico de capacidades hacen que sea prácticamente imposible encasillar a Leo Messi en una sola posición. El gran desafío para todos sus entrenadores es encontrar el sector propicio para explotar al máximo su potencial. Lo que es evidente es que cada vez tiene un rol más influyente en la zona de gestación, ha empezado cada vez más a recibir el balón cerca de los mediocentros y ya no tanto entre líneas o al espacio. Llega menos desde atrás para finalizar, ahora es más propenso a crear oportunidades que a pisar el área. Y ha comenzado a dejar a sus compañeros en posición de gol cada vez con más frecuencia al punto que su faceta de asistidor se hizo notar de forma paulatina.
En las últimas cinco temporadas ha ido aumentando su cantidad de asistencias: dio 16 en todas las competiciones con el Barça en la campaña 2016/2017, al siguiente curso fueron 18, luego sumó 19 y en la última campaña llegó a 25. Incluso en el curso anterior bajo su promedio de gol por partido (de 1,02 a 0,70) pero elevó la media de pases gol: el 0,38 de la 2018/19 subió a 0,57 en 2019/20.
Su transformación empezó partir de la temporada 2014/15, cuando Luis Enrique tomó el mando del Barcelona y dio un giro en la filosofía que Guardiola, Tito Vilanova y Tata Martino sostuvieron durante los primeros años de explosión de Messi. El jugador rosarino empezó a jugar más retrasado. En parte porque el equipo bajó levemente su bloque, empezó a coquetear más con el repliegue, para darle espacio al tridente que también integraban Neymar y Luis Suárez, algo que se profundizó mucho más con Ernesto Valverde. Esos matices estratégicos colectivos terminaron también influyendo posicionalmente en él, sacando a relucir su rol de pasador.
Por estos días, donde Ronald Koeman ha cambiado el tradicional 4-3-3 barcelonista por un 4-2-3-1 en el que La Pulga tiene como punto de partida de sus recorridos el costado de derecho. Pero tiene absolutas libertades para permutar con el resto de sus compañeros –con Griezmann y Coutinho, sobre todo– para encontrar espacios por el centro y edificar sociedades a través del balón. En ataque, el Barça suele jugar 4-2-4 con Messi ocupando alguna de las posiciones centrales de la línea ofensiva, retrocediendo desde allí a buscar la pelota para también atraer rivales y liberar espacios al resto de los atacantes.
En los últimos partidos ante Real Madrid no ha logrado brillar. Lleva cinco clásicos consecutivos en todas las competiciones sin participar en ni un solo gol (dos en Copa del Rey y tres en LaLiga); siendo la peor racha de toda su trayectoria en este tipo de encuentros. Tampoco ha marcado ni ha asistido en los tres últimos partidos de LaLiga. Pero hablamos de un fuera de serie que todavía está muy vigente, que casi siempre ha sido determinante ante el club blanco –ha participado en 40 goles en sus 43 partidos (26 goles y 14 asistencias)– y en esta nueva edición no será la excepción.
Poco a poco Lionel Messi empezará a tomar ritmo en este curso, se terminará de despojar por completo de los coletazos del verano turbulento en el que casi se marcha de la entidad culé tras la estrepitosa caída por 8-2 ante el Bayern Múnich en los cuartos de final de la UEFA Champions League. Tras los cincos primeros partidos de la temporada 2020/21, llega la primera gran prueba de fuego: ante Real Madrid tendrá la oportunidad de volver a brillar en El Clásico y afirmarse en su nuevo rol.
(*) Agradecimiento a Opta por los datos estadísticos. Más en @Optajavier.
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