Camina por los pasillos del centro de entrenamiento de London Colney, bromea con los referentes del grupo en el vestuario y participa de las sesiones con total normalidad. Eso le alcanza para embolsar un jugoso salario que equivale aproximadamente a USD 1.800.000 mensuales y que lo coloca entre los 10 futbolistas mejores pagos de Inglaterra. Pero sus minutos en partidos son nulos. No juega oficialmente desde marzo. Y su última convocatoria al primer equipo fue hace cuatro meses. Mesut Özil ha llegado al punto de ser ignorado profesionalmente en el Arsenal Football Club. Supo ser la máxima estrella del equipo y el ídolo de cada fanático gunner en el mundo, muy pocos se atrevían a poner en tela de juicio su enorme talento futbolístico. Hoy se ha transformado en objeto de debate porque, siendo el integrante mejor pago de una plantilla de élite y uno de los más prestigiosos mediocampistas de su generación, ha quedado fuera de la nómina de 25 jugadores elegibles por Mikel Arteta para disputar la temporada 2020/21 de la Premier League y también fue descartado de la lista para la UEFA Europa League. Ya casi nada queda de ese número 10 que encandiló al Emirates Stadium con sus magistrales asistencias, exquisitos controles de pelota y magníficos pases. Todo se redujo a polémicas extradeportivas que derivaron en una exclusión irreparable.
Özil fue la megaestrella del Arsenal desde aquel instante en que puso un pie en Londres. Llegó proveniente del Real Madrid –descartado por la llegada de Gareth Bale e Isco– en el último día del mercado de fichaje del verano europeo de 2013 a cambio de una cifra récord de USD 55 millones, convirtiéndose en la contratación más costosa en la historia de una entidad siempre tradicionalista y reacia a invertir grandes cantidades de dinero, pero que se sostenía en la pelea por el título cada año y conservaba el prestigio edificado por Arsène Wenger.
A Mesut siempre se lo conoció como un enganche clásico y elegante, un jugador técnicamente brillante, capaz de maquillar su falta de habilidades defensivas con un estilo embelesado y altamente influyente en ataque. Un artista con el balón. De lenguaje corporal apático sobre el césped pero capaz de cambiar la dinámica por completo con esos toques mágicos impulsados por su asombrosa velocidad mental. Como si aún conservara los rasgos más simples y puros de aquellos días de puro divertimento en las canchas del barrio de clase trabajadora de Gelsenkirchen (Alemania), donde se crio con su familia de orígenes turcos. Tenía el molde ideal para desempeñarse bajo las órdenes del DT francés que construyó una filosofía estética y efectiva. El laissez-faire ofensivo de Le Professeuer era el escenario perfecto para su forma de jugar.
Logró imponer sus atributos siendo la Premier League un campeonato mucho más ligado al esfuerzo físico que la LaLiga o la Bundesliga, y no tardó en convertirse en el ídolo de los hinchas. Bajo el ala de Wenger en su estreno, explotó al máximo su faceta de pasador nato y creador de oportunidades en el último tercio, convirtiéndose en una pieza vital para que el Arsenal pelee por el título liguero –lideró la tabla de posiciones gran parte de la temporada– y poniéndole fin a una sequía de trofeos de nueve años con la obtención de la FA Cup. Pocos meses después fue campeón del mundo con Alemania, la selección que eligió representar por consejo de Mustafa, su padre (y agente hasta que se pelearon en 2013), y pese a que su madre lo motivaba para decantarse por Turquía y honrar los orígenes de su familia.
Pese a que sufrió una rotura del ligamento de la rodilla pudo regresar a su mejor versión al participar activamente de 28 tantos –8 goles y 20 asistencias– en 40 partidos de la temporada 2015/16. A esa altura ya era una figura de clase mundial y un fenómeno en las redes sociales, acumulaba más de 55 millones de seguidores entre Facebook, Twitter, Instagram, donde cada publicación es cuidadosamente seleccionada por su equipo de marketing y aprobada en un grupo de WhatsApp que lo incluye. Vivía una explosión notable al tiempo que había entrado en el último año de contrato con los Gunners. Su renovación se demoró hasta enero 2018, a seis meses de romperse el vínculo y con la posibilidad de entablar negociaciones con cualquier club. En ese contexto, firmó por tres años más y su salario se duplicó con creces a £350.000 por semana, transformándose en el futbolista mejor pago de la historia de un Arsenal estancado en resultados mediocres, que entraba en la dinámica de sostener una estructura de élite europea sin competir en la UEFA Champions League.
A partir de allí, paulatinamente, Mesut Özil comenzó a tener más relevancia por cuestiones personales que por sus actuaciones en el campo de juego. Algunas críticas ya le habían caído cuando empezó a ausentarse sin argumentos sólidos de las convocatorias para los partidos fuera de Londres ante rivales modestos: en la última temporada de Wenger en el Arsenal evitó los viajes a Colonia, Borisov, Belgrado y Östersund, además de Brighton, Bournemouth y West Bromwich a nivel local. Pero su primer gran conflicto lo tuvo ya con la campaña consumada, al renunciar a Die Mannschaft tras la eliminación en primera ronda en el Mundial de Rusia 2018. Lo hizo con un duro comunicado apuntado a quienes lo criticaban por fotografiarse junto al presidente Recep Tayyip Erdogan en la previa de las elecciones presidenciales en Turquía. Incluso atacó directamente a Reinhard Grindel, por entonces presidente de la Federación Alemana de Fútbol (DFB). “En los ojos de Grindel y sus defensores soy alemán si ganamos. Pero si perdemos, no soy más que un inmigrante. Ya no serviré como chivo expiatorio por su incompetencia e incapacidad para hacer bien su trabajo”, disparó.
La llegada de Unai Emery y heredar el número 10 por el adiós Jack Wilshere no fueron el rayo de luz que Mesut Özil necesitaba mientras su cielo empezaba a nublarse. Justo cuando tenía la oportunidad de focalizarse únicamente en el Arsenal y ser líder del ciclo que iniciaba tras los 22 años extremadamente fructíferos de Wenger, su fútbol quedó limitado por una estructura táctica puramente reactiva, con poco espacio para la creatividad, empeñada en neutralizar rivales y a construir el juego con triangulaciones por los costados. Un plan colectivo que eclipsaba la faceta inventiva del astro germano y no dejaba ningún tipo de licencia para sus lagunas ni su carencia de recursos defensivos.
Pese a que en esa primera campaña fue titular en 28 de los 35 partidos que jugó, y estuvo de arranque casi toda la fase eliminatoria de la UEFA Europa League, solamente completó los 90 minutos en 11 oportunidades. Y en el balance, Emery hizo jugar más a Iwobi (51 partidos) e Mkhitaryan (39). Incluso prefería a Ramsey de enlace, sobre todo por su despliegue físico. Su bajo rendimiento dio a lugar a todo tipo de especulaciones en la prensa británica, incluso a una adicción a los videojuegos que le impedían recuperarse correctamente de unas dolencias en la espalda. El Daily Star, basándose en datos de un portal llamado ‘Wasted on Fortnite’ que permite consultar el tiempo de juego de cada usuario, apuntó que Özil dedicaba 5 horas al día al popular juego.
El Arsenal de Emery terminó 5° en la Premier League y perdió la final del torneo continental contra el Chelsea en Bakú. Tras el viaje de regreso, el técnico vasco durmió tres horas y se trasladó a London Colney, a donde los jugadores iban a llegar a partir del mediodía para participar de reuniones individuales a modo de balance de una temporada donde los objetivos se escaparon por muy poco. Todos acudieron excepto uno. Mesut Özil directamente inició unas vacaciones en las que tuvo a Erdogan como padrino de su boda con la actriz Amine Gülşe celebrada en un hotel de lujo a orillas del Bósforo, lo que revivió aquel antiguo conflicto que derivó en su renuncia a la selección alemana.
Al curso siguiente, la ruptura era un hecho y fue ratificado como actor de reparto, jugando solamente 507 de los 1.800 minutos (28,1%) que estuvo Emery en el banquillo del Arsenal antes de ser despedido a finales de noviembre de 2019. “Hablé mucho con Özil. Él también tiene que ser autocrítico, analizar su actitud y compromiso. Pudo haber sido capitán pero en el vestuario no querían que lo fuera. Yo intenté con todas mis fuerzas ayudarlo”, comentó recientemente el actual DT del Villarreal en una entrevista con The Guardian.
Llegó el interinato de Freddie Ljungberg con un Özil que jugó cuatro de los siete partidos como titular y en su posición natural. Ese breve período lo dejó en una posición muy favorable de cara al arribo de Mikel Arteta para hacerse cargo de la institución de la no hace mucho había sido capitán y donde se retiró del fútbol. Y vaya si el ex ayudante de Pep Guardiola contaba con él: Mesut Özil jugó 977 minutos de los primeros 1110 minutos del ciclo. En esos primeros 12 partidos, no tuvo un aporte significativo –un gol y una asistencia– pero era pieza fija de un equipo que jugaba 4-2-3-1 y entró en una dinámica de resultados positivos, solamente perdió en la prórroga de los octavos de final de Europa League ante Olympiacos y frente al Chelsea en el Emirates por la liga inglesa. En esa docena de partidos quizás recibía en zonas de poca influencia, sectores poco fértiles para su genialidad, pero trabajaba para el colectivo, colaboraba con creces para la fluidez de la circulación de balón y la construcción del juego desde atrás.
En medio de esta pequeña resurrección futbolística, en diciembre del 2019, el jugador alemán de 32 años criticó públicamente la persecución a los musulmanes uigures en Xinjiang (China), donde esta minoría turca y musulmana llevaba tiempo siendo sometida por el gobierno en campos de detención, donde les prohíben practicar su religión y los obligan a la esterilización para que no se reproduzcan. Su mensaje a través de sus redes sociales no pasó inadvertido en absoluto. Özil, quien visitó La Meca en 2016, es el atleta musulmán más famoso del mundo. Y lanzó un duro comunicado a través de las redes sociales, donde ya agrupa más de 83 millones de seguidores. “Queman sus Corán. Cerraron sus mezquitas. Prohíben sus escuelas. Matan a sus hombres santos. Los hombres son obligados a internarse en campos de concentración y sus familias se ven obligadas a vivir con hombres chinos. Las mujeres se ven obligadas a casarse con hombres chinos”, escribió Özil en turco, quien agregó que todo ello sucede mientras “los musulmanes guardan silencio”.
Como consecuencia, fue eliminado de las versiones chinas de los videojuegos FIFA 20 y Pro Evolution Soccer 2020. Por su parte, la Televisión Central de China (CCTV) decidió no emitir aquel fin de semana el partido de la Premier League entre Arsenal y Manchester City, pese a que el club londinense emitió un comunicado en Weibo –donde la cuenta de Özil fue bloqueada– para sus cinco millones de seguidores donde destacaba que era una opinión personal del jugador y que su postura como organización siempre es apolítica. El calendario avanzó. Mesut Özil disputó 89 minutos en la victoria por 1-0 ante West Ham del pasado 7 de marzo, siendo ese su último partido de manera oficial con la camiseta del Arsenal. Esa tarde dio un pase de gol con la cabeza a Lacazette antes de ser reemplazado por Bellerín. Sin saber que sería su último compás en una orquesta a la que no volvería a dirigir jamás.
La pandemia de coronavirus fue un golpe de impacto muy duro para la industria del fútbol, pero un mazazo letal para un Özil que definitivamente vio morir su faceta deportiva. Ninguno de los hechos que derivaron en su ostracismo del primer equipo han ocurrido dentro del campo de juego. En medio de la crisis financiera derivada del COVID-19, el Arsenal propuso a la plantilla del primer equipo un recorte salarial del 12,5% durante 12 meses que fue inicialmente rechazado. Mikel Arteta tuvo que intervenir en la negociación, suplicando a sus jugadores que aceptaran la solicitud del club, convirtiéndose finalmente en el único club de la Premier League en implementar con éxito reducciones salariales. El sitio The Athletic informó que Mesut Özil, siendo uno de los capitanes, fue el único que se negó a participar de esta medida y el tema resurgió la hace algunas semanas cuando el club anunció el despido de 55 trabajadores porque una de las condiciones para sostener el acuerdo era que todo el personal mantuviera sus empleos. De hecho, el mediocampista alemán se comprometió a pagar el sueldo de Jerry Quy, quien durante 27 años se vistió de Gunnersaurus, la mascota del club en días de partido. El club londinense tuvo que aclarar que no era un despido definitivo –solo momentáneo por la falta de público– y que incluso Jerry era candidato a volver a ocupar el puesto.
Así el vínculo entre el Arsenal y su jugador mejor pago empezó a ser cada vez más incómodo, al punto que, desde que se reinició la actividad en julio, Mesut Özil no jugó un solo minuto de fútbol competitivo. Ya ni siquiera aparece en las convocatorias en la vigente temporada. Tampoco lo hará porque finalmente no fue incluido en las listas de la Premier y la Europa League, ya que el club solo puede anotar 17 jugadores extranjeros y actualmente le sobran dos. Quedó descartado en ambas competencias junto al griego Sokratris Papastathopoulos. El futbolista germano sólo podría tener rodaje en las copas nacionales inglesas o incluso existe la posibilidad de que sea registrado en enero. Pero resulta muy poco probable porque varios medios ingleses sostienen que el Arsenal se está ahorrando grandes sumas de dinero en bonificaciones si lo mantiene apartado. Su falta de minutos y su alto perfil de activista también le han cortado sus jugosos acuerdos de patrocinio con marcas de primer nivel. No obstante, el futbolista alemán cobró a finales del mes pasado un “bono de lealtad” de alrededor de USD 10 millones que estaba estipulado desde aquella renovación de contrato en 2018. Y lejos de bajar el tono a su imagen política, recientemente tomó postura con el lema “Una Nación, Dos Estados” en el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia.
A 24 horas de quedar oficialmente fuera de las nóminas para competir con el Arsenal, volvió aparecer en las redes sociales para manifestar su inconformidad. “Estoy completamente decepcionado por no haber sido inscrito para la presente temporada de la Premier League, desde que firmé mi último contrato en 2018 he demostrado mi lealtad y compromiso con el club que amo, el Arsenal, y me entristece mucho que esto no se haya visto correspondido. Londres todavía es como mi casa, todavía tengo a grandes amigos en este equipo y todavía siento una fuerte conexión con los aficionados. Pase lo que pase, seguiré luchando por mi oportunidad y por no dejar que mi octava temporada en el Arsenal termine así. Seguiré entrenando tan bien como sé y siempre que sea posible seguiré clamando contra la crueldad y a favor de la justicia”, escribió.
La respuesta de Mikel Arteta llegó en la conferencia de prensa previa al partido ante Rapid Viena en territorio austríaco: “Todos son libres de expresar sus sentimientos. ¿Qué puedo decir de mi lado? Es solo una decisión futbolística de la que mi conciencia está muy tranquila porque fui muy justo con él. Mi nivel de comunicación con él ha sido realmente alto, sabemos qué esperar el uno del otro. He tenido su oportunidad como todos los demás. Obviamente un jugador de esa dimensión, con la carrera que ha tenido a nivel internacional, todo lo que pasa a su alrededor tiene un gran impacto.”
Lo que parecía un cuento de hadas, acabó siendo una película de terror. Aquel número 10 que llegó a deslumbrar a la Premier League con su técnica, control y lectura del juego a mediados de 2013, que poco exponía de su vida e intereses personales, se ha transformado en un factor nocivo dentro la atmósfera que el Arsenal intenta construir bajo la conducción de Mikel Arteta, el hombre elegido para depurar el vestuario e instalarse otra vez en la élite. Simplemente sus intereses no encajan, ninguna de las partes es culpable de eso. Los más perjudicados son los fanáticos gunners, todavía encandilados por sus últimos destellos de elegancia sobre el césped. Probablemente deseando que se quede, pero sabiendo que lo mejor es que se aleje. ¿Cómo soltar la mano de uno de los jugadores más talentosos que han visto, aún sabiendo que no está 100% enfocado en el fútbol? Es la pregunta que no tendrá respuesta mientras Mesut Özil camine por los pasillos del centro de entrenamiento de London Colney.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: