Luis Suárez puede dormir tranquilo a pesar de haber fichado por un equipo que peleará directamente por el título contra el FC Barcelona. El uruguayo tiene la posibilidad de hacer feliz a una afición colchonera que vio cómo el año anterior el conjunto azulgrana le arrebataba a uno de sus mayores ídolos: Antoine Griezmann. Hoy la situación es a la inversa y el Pistolero tiene motivos de sobra para demostrarle a la institución –pero sobre todo a Koeman– que se confundió al descartarlo.
El tercer máximo goleador histórico del club arribó a la ciudad condal el 11 de julio del 2014. Una fecha que quedará en su memoria, no sólo por haber fichado por uno de los equipos más grandes de Europa, sino por haber ganado una lucha personal y cumplir el objetivo que se propuso desde pequeño.
No importaba el hecho de comenzar jugando en el Barcelona B, producto de aquella dolorosa sanción que le impuso la FIFA por haber mordido a Giorgio Chiellini en el último partido de fase de grupos del Mundial de Brasil. Él sabía que lo había conseguido, que después de 10 años llegó a cumplir con la promesa que le hizo a su novia Sofia Balbi cuando aún era jugador de Nacional.
Arribó suspendido por 9 partidos con la selección y con la prohibición de realizar cualquier actividad deportiva durante cuatro meses, además de una multa económica. Fue la sanción más dura que impuso la FIFA hasta el momento. Con el fichaje a cambio de 81 millones de euros por cinco temporadas, el Barcelona logró interceder para ablandar el castigo.
Un mes después, el Tribunal de Arbitraje Deportivo levantó el veto impuesto por la FIFA y le permitió jugar partidos amistosos. Sin embargo, su debut oficial como azulgrana debía esperar hasta octubre. Fue entonces cuando formó parte del Barcelona B, quien tenía un par de encuentros de exhibición por delante. También fue con esa plantilla, en la que sobresalía claramente del resto, en donde marcó sus dos primeros goles como azulgrana ante un combinado sub 19 de Indonesia.
La espera se hizo larga. Finalmente el 25 de octubre, tras perderse las primeras nueve fechas del campeonato español, pudo incorporarse. Las dudas estaban revoloteando acerca de su debut, ya que de salir al campo lo haría contra el Real Madrid y en el Santiago Bernabéu, lo que finalmente ocurrió en el minuto 69 al ingresar por Pedro Rodriguez con el marcador ya sentenciado por 3-1.
Fue la primera vez que el tridente más letal de los últimos años del FC Barcelona compartió campo oficialmente: Messi, Neymar y Suárez.
Con el correr de los partidos, el uruguayo pudo acoplarse perfectamente al estilo de juego del cuadro azulgrana. Entendió rápidamente los movimientos de Lionel Messi, las corridas de Neymar y sobre todo las indicaciones de Luis Enrique. Fue así que terminó con 25 goles y 21 asistencias en los 43 partidos que disputó, tanto de liga, como de Copa del Rey y Champions League.
Fue un año soñado para Luis Suárez, que abandonaba Liverpool como goleador y máximo referente para comenzar su camino a ser una leyenda barcelonista. En esa campaña obtuvo el triplete, siendo pieza clave en cada competencia y marcando en la final de Berlín frente a la Juventus para levantar la Orejona.
Para la siguiente temporada ya era inamovible. Tuvo una adaptación perfecta, se ganó a la afición con una actuación estupenda y pudo cortar con una hegemonía que mantenían Cristiano Ronaldo y Lionel Messi durante seis años. En la 2015-16 se convirtió en el Pichichi (goleador) de la liga y obtuvo la Bota de Oro de Europa con 59 goles en 53 partidos (40 de ellos en el torneo local).
198 goles en 283 partidos a lo largo de sus seis años como azulgrana. Números que lo llevaron a inscribir su nombre en los libros de historia del FC Barcelona y a convertirse en el tercer máximo goleador histórico por detrás de su gran amigo Lionel Messi (634) y de César Rodríguez (232).
Seis temporadas en las que no dejó de brillar, aportando confianza y seguridad en un ataque que quedó muy tocado tras la salida del brasileño Neymar a mediados del 2017. Desde donde, según las palabras del propio Lionel Messi, la institución fue “haciendo malabares” y “tapando agujeros” para sobrevivir.
El final llegó en 2020, cuando la aplastante derrota a manos del Bayern Múnich en Champions League obligó al club a reestructurar su plantilla. Ni bien Ronald Koeman tomó las riendas del equipo, llamó al segundo máximo referente en la ofensiva para decirle que no iba a estar en sus planes. A partir de ese momento, el uruguayo comenzó a vivir las horas más críticas y difíciles de su estancia en la ciudad condal.
Al parecer, sus cuatro ligas, cuatro Copas del Rey, dos Supercopas de España, una Champions League, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes, no fueron suficientes para demostrarle al entrenador holandés que debía quedarse en un equipo en el que su principal problema estuvo del mediocampo hacia atrás.
El ex técnico del Everton se mostró convencido y desde el minuto uno de su arribo fue claro. No así la dirigencia, encabezada por Josep Maria Bartomeu, que estuvo a punto de protagonizar otra novela con uno de los ídolos del club (ya la había hecho con Lionel Messi y su padre) al intentar poner trabas en su fichaje por el Atlético de Madrid.
El futbolista de 33 años se unirá a uno de los máximos rivales del Barcelona, tanto en liga como en Champions League. Un equipo aguerrido que parece caerle como anillo al dedo al uruguayo, tanto por el estilo de juego como por la ciudad en la que residirá: Madrid, ubicada a 627 kilómetros de su hogar, Barcelona.
Según informó el periódico catalán Sport, Luis Suárez continuará su carrera bajo las órdenes de Diego Simeone a cambio de un contrato por dos temporadas en las que recibiría cerca de 7,5 millones de euros por cada una. Además, llega con la carta de libertad, pero el Barcelona cobrará seis millones de euros en concepto de variables, en el caso de que el Pistolero alcance los cuartos de final de la próxima edición de Champions League.