Cada futbolista atraviesa su propio proceso de maduración y la plenitud es una cuestión prácticamente imprevisible. No hay rango etario que garantice la explosión, tampoco factores externos que aseguren el auge. Incluso las apariciones de niños prodigios como Kylian Mbappé o Jadon Sancho, por nombrar algunos de surgidos en los últimos años, han desvirtuado la percepción sobre el esplendor de los jugadores. A Lucas Ocampos, por ejemplo, le ha llegado a los 26 años, varias temporadas después de dar el salto al profesionalismo en un contexto caótico y tras un extenso recorrido por las ligas más importantes del mundo. Surgió en la mayor crisis deportiva e institucional de River Plate y emigró a Europa con más talento que conceptos, pero en su viaje ha cruzado caminos con entrenadores como Claudio Ranieri, Marcelo Bielsa, Rudi García, Leonardo Jardim y Julen Lopetegui, quien finalmente ha tomado el producto de todas las experiencias acumuladas del jugador argentino para exprimir al máximo su potencial, transformándolo en su hombres más influyente en la ofensiva del Sevilla: ha participado en 22 goles –17 anotaciones y cinco asistencias– esta temporada en todas las competiciones, ubicándose por delante de Éver Banega (13) y Munir (13).
A Ocampos nunca le ha faltado ritmo ni verticalidad, desde los 17 años que es un extremo activo y desequilibrante. Se lo llevó un AS Mónaco que acababa de perder la categoría con solamente un puñado de partidos en la segunda división del fútbol argentino y allí dio inicio a su aventura. Dos temporadas después fue traspasado al Olympique Marsella, jugó cedido en el Genoa y en el AC Milan, y recaló finalmente en el Sevilla, donde ha logrado superar la franja de 200 partidos en las cinco grandes ligas de Europa, sin contar sus participaciones en competiciones continentales.
Llegó al equipo de Lopetegui para intentar revitalizar la figura del extremo en un sistema de carácter ofensivo y con altos índices de posesión, siendo un jugador capaz de garantizar peligro pero también darle amplitud a los centrocampistas. Sus últimas dos campañas en Francia habían sido las más sobresalientes, donde había logrado asentarse como titular en un equipo europeo. Se transformó en un atacante por fuera capaz de cargar el área del lado contrario de la gestación en ese Marsella de Rudi García –actual DT del Lyon– que cayó en la final de la Europa League 2017/18 ante el Atlético Madrid de Simeone.
Comenzó siendo extremo derecho en el 4-3-3 del Sevilla. Desde allí, Lucas Ocampos aportó desde sus primeras apariciones ese plus de energía y verticalidad. Los mecanismos ofensivos del club andaluz han descubierto su mejor versión: es mejor atacando a los espacios que a los defensores. Si bien tiene buena capacidad de conducción y regate, sus movimientos sin pelota son perfectos, sobre todo atacando muchas veces el espacio entre central y lateral rival. Puede retrasarse y ocupar carriles centrales para dar espacio a los pasadores con arrastres o bien pisar el área para finalizar las jugadas con la misma facilidad. Detecta bien los espacios en el área y las rendijas en los esquemas contrarios, para luego atacar con ese arranque potente que lo caracteriza.
Al llegar Suso en el mercado de invierno, pasó a jugar a la banda izquierda, su costado predilecto, para aprovechar también el perfil invertido. Ha encontrado en ese carril un gran socio como Sergio Reguilón, cedido del Real Madrid, quien tiene más espacio para subir cuando Ocampos corta en diagonal hacia el área. Y también ha conectado mucho con Jesús Navas, aunque sea el lateral del lado opuesto y juegan alejados entre sí, porque el capitán del Sevilla supo ser atacante y hace un enorme aporte ofensivo. Sus centros al área encuentran al jugador argentino como gran complemento entrando desde el segundo palo. Ese movimiento de ruptura de Ocampos compensa la falta de mediocampistas llegadores en el equipo de Lopetegui, ya que los interiores Éver Banega y Joan Jordán son pasadores natos y especialistas en bajar el ritmo a los partidos.
Por algo el extremo argentino se ha convertido en el jugador del Sevilla con más remates al arco (113), por encima de delanteros naturales como Luuk de Jong (72) y Munir (69). Tampoco es casualidad que sea el jugador de su equipo con más toques en el área rival (259), incluso en el Top 3 de la Liga española junto a Messi y Benzema.
A nivel defensivo, Ocampos hace un gran despliegue físico y se lo ha visto bajar hasta muy atrás para ayudar en la cobertura al lateral de su costado. Ha cooperado siempre con el lateral que juega detrás de él, explotando al máximo su velocidad y agresividad en los retrocesos. La zona en la que más suele recuperar pelotas, pese a que el Sevilla no le teme al pressing alto, es en el primer tercio del campo de juego. Es muy férreo en los duelos individuales. No por nada integra el Top 5 de jugadores con más quites del cuadro andaluz (60). Lógicamente su labor en defensa está atada al sistema de su equipo y a ciertos mecanismos que ejecuta mayormente con éxito, aunque hay ocasiones en las que no se posiciona de manera óptima. Algo natural derivado de su naturaleza de jugador ofensivo y determinante en los últimos metros.
Este Sevilla solamente ha perdido seis partidos en esta temporada de LaLiga, su cifra más baja de derrotas en la historia. El cierre de campaña es espectacular. Llega a la final ante el Inter en Colonia con una racha de 20 encuentros sin caídas –15 de Liga y cinco de Europa League–, lo que también representa la racha de imbatibilidad más larga de su existencia. Así llega a su sexta final de la competición europea de segundo orden, con el antecedente de haber salido victorioso en las cinco anteriores (2006, 2007, 2014, 2015 y 2016).
Y Lucas Ocampos es la máxima expresión de este estado de forma de su equipo. Desde los números, atraviesa su mejor temporada liguera en Europa: con más minutos jugados (2.753), más goles (14), más remates (84) y más toques en el área rival (200). Al joven argentino que fue citado por primera vez a la Selección Argentina a finales del año pasado, y que marcó goles en los amistosos ante Ecuador y a Alemania, hasta le tocó ser arquero ocasional en el vigente curso y respondió con creces, garantizando con una tapada en el quinto minuto de descuento una victoria de su equipo ante Eibar (1-0) en el Sánchez Pizjuán. La confianza es un factor indispensable para alcanzar la plenitud, nada impulsa más a un jugador que sentirse valioso para su equipo. Ahí radica principalmente su explosión definitiva. Él sabe que es el arma letal del Sevilla.
*Agradecimiento a Opta por los datos estadísticos. Más en @Optajavier.
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