A juzgar por su rostro angelical y su perfil mesurado, se podría pensar que Paulo Dybala todavía es uno de esos jóvenes futbolistas talentosos que destaca en la dinámica de su equipo exclusivamente por cuestiones futbolísticas. Pero a sus 26 años, ya no es solamente un jovencito cordobés que brilla en Europa. Su trayectoria deportiva, llena de títulos y batallas en grandes escenarios, lo han convertido en un líder para la Juventus. Desde que dejó Laguna Larga (Córdoba, Argentina), con 14 años su proceso de maduración fue meteórico y se ha transformado en un jugador intocable para todos sus equipos, sobre todo en el de Maurizio Sarri, el entrenador que ha recuperado su mejor versión y le encontró un hueco en un ataque en el que Cristiano Ronaldo tiene un lugar asegurado y es pieza inamovible, obligando al resto a formar parte de su ecosistema.
Antes de este nueva consagración como campeón de la Serie A, La Joya tuvo una temporada muy agitada. Venía de su campaña menos fructífera desde lo estadístico –5 goles y 2 asistencias en 30 partidos– y encima comenzó el nuevo curso como suplente, viendo como CR7, Douglas Costa y Gonzalo Higuaín eran las primeras opciones de su entrenador, quien luego entendió que la esencia del estilo de juego que tiene el argentino era ideal para su funcionamiento. Después llegó la interrupción por la pandemia del coronavirus y el contagio de un Paulo Dybala que al regresar a la actividad se mostró letal: cuatro goles en los primeros cuatro partidos, a los que sumó dos asistencias, todo perdiéndose solamente un partido a causa de una sanción por acumulación de tarjetas amarillas.
El lunar: en el juego de la consagración, la victoria contra Sampdoria, debió abandonar el campo a los 39 minutos del primer tiempo por lesión. Maurizio Sarri optó por cuidarlo, dada la proximidad del cruce de vuelta por los octavos de final de la Champions League ante Lyon (la Vecchia Signora cayó 1-0 en la ida).
Cuando Cristiano se marchó del Real Madrid y llegó a la Juventus hubo un efecto colateral en el rendimiento de Paulo Dybala. En ese 4-4-2 con el que la Juventus de Massimiliano Allegri llegó a la final de la UEFA Champions League 2016/17, el ’10′ argentino era quien conducía el plan del equipo, la figura referencial del juego ofensivo e incluso en la gestación. Por eso le costó acoplarse al personalismo impuesto por Ronaldo, dejó de fluir por el carril central y sus capacidades se eclipsaron al punto que la temporada pasada quedó relegado a la suplencia más que de costumbre o era uno de los primeros reemplazados en los segundos tiempos.
La llegada de Maurizio Sarri dio un giro a las tácticas de la Juventus, donde el mediocampo empezó a jugar más en rombo y se empezó a ver cada vez con más frecuencia aquel rasgo incuestionable de todos sus equipos: las triangulaciones. Cada vez que tenía minutos, Paulo Dybala interpretaba muy bien el concepto del tercer hombre. Es su especialidad. La Joya le facilita a Juventus la superioridad numérica en el último tercio, porque flota permanentemente y permite siempre a sus compañeros encontrar apoyos en el juego interno. Sus desmarques dan aire en zonas congestionadas y cada vez que el balón llega a su pies algo sucede. Se necesitan mutuamente. “He tenido entrenadores que me pedían que no me moviera, que esperase. Y yo no podía. Sin el balón me pierdo, necesito tocarlo, necesito acción. Creo que es eso, una necesidad. La necesidad de generar algo: de patear al arco, de gambetear o de tirar un caño. El gol es el gol, claro, pero pocas cosas me gustan más que dar una asistencia”, explicó Dybala en diálogo con El País en noviembre pasado.
En ese rol, siendo el futbolista subversivo que se posiciona cerca del área y puede definir un partido, ha conseguido muy buenas estadísticas: de sus 11 goles en la Serie A, ocho sirvieron para abrir el marcador. Además lleva 11 asistencias, su mejor registro desde que juega en la liga italiana, alcanzando por primera vez una cifra de doble dígitos en pases gol desde que se mudó a Turín. Ha renovado su estilo por completo. Juega con la soltura y naturalidad de sus mejores años, sus recursos técnicos están intactos, pero a la vez es líder y el equipo confía al máximo en su lucidez, en su manejo del espacio y el tiempo. Ha vuelto a imponer las condiciones de ataque de su equipo, siendo influyente con cada decisión. Ha conseguido canalizar toda su técnica para beneficio colectivo.
En todas las competiciones, Dybala acumula 17 goles y 14 asistencias. Y lo más impactante ha sido la química edificada con Cristiano Ronaldo tras esa primera temporada de poco feeling. La Vecchia Signora ha asegurado su noveno título de Serie A consecutivo gracias a la efectividad de este tándem que alimenta la ilusión de remontar el 1-0 de la ida en Lyon en los octavos de la UEFA Champions League que se completará en Lisboa. El dúo Dybala-Cristiano ha marcado 42 goles en la Serie A, lo que representa el casi el 30% de los goles de su equipo, solo siendo superados por Lewandowski–Gnabry a nivel continental.
Paulo Dybala encontró la plenitud, ha recuperado el contacto con el balón y, a partir de eso, se transformó en jugador satélite y en el mejor socio para Cristiano Ronaldo. La filosofía de Sarri, que fundamentalmente consiste en generar apoyos, asociaciones y desmarques con la pelota como elemento primario, permitió a La Joya ser ese eslabón necesario en la cadena. Y la Juve goza de estos factores con la obtención de un nuevo Scudetto, mas allá de la lesión que, a la luz de la historia, quedará como una anécdota.
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