Llegó el día para el Real Madrid. Después de arrebatarle la cima al Barcelona a base de triunfos y polémicas que involucran al VAR, el equipo de Zinedine Zidane se presentó en el Alfredo Di Stéfano con la misión de concretar el título de la Liga frente al Villarreal.
En el encuentro correspondiente a la penúltima jornada de la competición ibérica, el Merengue planteó un duelo sin demasiadas sorpresas: la línea defensiva compuesta por los 4 hombres que garantizan solidez, con Mendy y Carvajal desprendiéndose por las bandas; la gestación de juego a cargo de Modric, Kroos y Hazard; y la amenaza constante llamada Karim Benzema.
Además, las noticias que llegaban desde Cataluña llevaban tranquilidad para los protagonistas. El gol del Osasuna a cargo de Arnaiz sorprendía al Barcelona y contribuía en la confianza de los intérpretes de la Casa Blanca. Los de Zizou plantearon el pleito sin tomar demasiados riesgos.
Así, unos instantes previos a la pausa de hidratación, una notable asistencia del virtuoso volante croata le permitió al goleador francés festejar el 1 a 0. La potente definición de la estrella gala dejó sin posibilidades al arquero Asenjo y los festejos comenzaron desde temprano en la capital ibérica.
En el complemento no cambió la esencia del duelo. Si bien el golazo de Lionel Messi le daba esperanzas al Culé en el Camp Nou, la victoria parcial de los capitalinos mantenía intacta la ecuación ideada por Zidane: había que ganar para no depender de nada. Y así lo entendieron sus dirigidos.
El único temor para el dueño de casa fue cuando Xavi Quintilla chocó con Thibaut Courtois. El golpe de la rodilla del lateral contra el rostro del arquero generó un manto de preocupación que se disipó cuando el belga aseguró que podía continuar con el pleito.
Como no podía ser de otra manera, una nueva acción discutida que marcó al campeón de España volvió a tomar protagonismo. Una supuesta infracción a Sergio Ramos fue sancionada con un penal, que tuvo que repetirse por una avivada innecesaria del central sevillano y Karim Benzema. Una canchereada que debió ser anulada para que el francés se olvide de las provocativas cargadas y confirme el 2 a 0 desde los doce pasos.
El descuento de Iborra, de cabeza, sirvió para imponer una cuota mínima de suspenso en el desenlace. Con más orgullo que buen juego, el Submarino Amarilo quería morir en la orilla ante la potencia mundial.
En las instancias finales el Villarreal estuvo cerca de empatar, pero también el Real Madrid pudo extender la ventaja con una conquista de Asensio que fue anulada por una mano de Benzema en la jugada previa. Para esas alturas, en la capital española ya no importaba la victoria del Osasuna sobre el Barcelona. Cuando el árbitro Alejandro Hernández marcó el final, sentenció la coronación de la Casa Blanca. Un campeón deslucido. Opaco. Sin estética, ni producciones maravillosas. Sin embargo, fue el mejor y le alcanzó para quedarse con la Liga con una jornada de anticipación. España volvió a teñirse de blanco después de 3 años. Y ahora buscará extender su hegemonía en la Champions League.
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