Fue un partido histórico. Nadie quería perderse la hazaña del Atalanta. Por primera vez desde su fundación, el humilde conjunto de Bérgamo se había clasificado a los octavos de final de la Champions League y todos sus hinchas querían estar en el San Siro para presenciar una jornada inolvidable.
El 19 de febrero del 2020 se vivió una movilización masiva desde Bérgamo a Milán. Más de 45.000 seguidores se trasladaron vía terrestre hacia el norte de Italia para alentar a sus jugadores. Muchos optaron por viajar en su propio vehículo, pero otros tantos eligieron los trenes y buses que salieron llenos en busca de la ilusión.
La calidad del Papu Gómez y los goles de Hateboer (2), Ilicic y Freuler sellaron una goleada perfecta, que sólo fue opacada por el descuento de Cheryshev. Cada grito, cada abrazo y cada beso de los fanáticos del Atalanta pudo convertirse en el principal foco de contagio del coronavirus. “El partido fue hace un mes. Los tiempos coinciden. Es el ambiente ideal para el virus. Miles de personas, a menos de dos centímetros de distancia, entre gritos, abrazos y euforia colectiva. Es probable que a ese partido hayan asistido unos cuantos asintomáticos”, dijo ante la prensa italiana el médico inmunólogo local Francesco Le Forche.
Naturalmente, en aquel compromiso internacional también hubo simpatizantes españoles. Se estima que 2.500 seguidores del Valencia observaron desde las gradas la derrota de su equipo. Ellos también pudieron convertirse en el puente del virus COVID-19 para que la pandemia se extienda por el país ibérico.
Es una hipótesis que se ampara en los números que actualmente acosan a la pequeña ciudad europea. Los 3.500 casos confirmados sobre una población de 120.000 habitantes refleja el alto porcentaje de infectados en Bérgamo.
La revancha se jugó a puertas cerradas (como medida de prevención) y el 4 a 3 a favor del Atalanta confirmó la superioridad italiana para que el combinado liderado por Gian Piero Gasperini se instale en los cuartos de final del certamen más codiciado de Europa.
El silencioso Mestalla no pudo frenar lo que se propagó en Milán. La institución valenciana informó que gran parte de su plantel contrajo el coronavirus (entre ellos Ezequiel Garay) y la suspensión del fútbol fue una medida tan acertada como necesaria. “A pesar de las estrictas medidas adoptadas por el club, distanciando a la plantilla del entorno laboral y del público en general, los últimos resultados demuestran que la exposición inherente a los partidos ha provocado en torno a 35% de casos positivos”, informó el departamento de prensa del Valencia en un comunicado oficial.
Ironía del destino número uno: el día más feliz de la vida del Atalanta pudo ser el que causó el dolor y el aislamiento obligatorio que hoy sufren los habitante de Bérgamo.
Ironía del destino número dos: el animal que representa al Valencia es un murciélago, el mamífero placentario que originó el virus COVID-19 en China y pronto cruzó las fronteras para instalarse en todo el mundo.
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