Hay que ir muy atrás en el tiempo para ver a seis clubes ingleses dominando el fútbol europeo. Hace casi medio siglo, en la temporada 1970-71, el Everton estuvo entre los ochos mejores de la Copa de Europa, ex Champions League; el Chelsea y Manchester City —sin inyecciones económicas— llegaron a la misma instancia de la extinta Recopa de Europa; y Leeds United, Liverpool y Arsenal, campeón de la liga y la Copa inglesa de aquel curso, alcanzaron los cuartos de final de la última edición de la Copa de Ferias, torneo que fue reemplazado por la Copa UEFA, predecesora de la Europa League. Incluso, el Chelsea alzó el trofeo imponiéndose en la final al Real Madrid y el famoso Leeds de Don Revie, principal proveedor de materia prima de la selección inglesa de aquel tiempo, fue campeón ganándole la definición a la Juventus.
Tuvieron que pasar 48 años para ver algo similar, ahora con una mayor sensación de mérito porque el Manchester City, Tottenham, Manchester United y Liverpool ocupan la mitad de las plazas de los cuartos de final de la Champions League, mientras que Arsenal y Chelsea siguen firmes en la Europa League. Misma cantidad de equipos que décadas atrás, pero con una competencia menos y con más protagonismo en el certamen de más prestigio. Muy impactante a esta altura de la historia, donde el fútbol se ha profesionalizado a tope y la equidad en el juego es cada vez mayor.
Dicho impacto hace suponer que Inglaterra puede presumir ante el mundo, con mucho orgullo, de su éxito en Europa. Pero el 'Big six', que compite a más de 10 puntos del resto en el certamen doméstico, es una ínfima parte de lo que realmente es la Premier League y el fútbol inglés. El poco aporte de los jugadores locales, eclipsados y por gestiones más empresariales que deportivas, sumados al éxodo de talentos, hacen que el modelo de poder del fútbol inglés sea una falacia.
Más riqueza, menos ingleses
Diez temporadas pasaron de aquella edición de 'Champions' en la que cuatro equipos ingleses llegaron a cuartos de final —tres a las semifinales— y el FC Barcelona ganó la competencia en la temporada estreno de Pep Guardiola. El año anterior, el Chelsea y el Manchester United habían sido finalistas. Eran épocas donde la liga inglesa empezaba a convertirse en un imperio económico y el éxito deportivo parecía garantizado. Pero, como dice el refrán, el dinero no compra la felicidad, y las enormes ventajas en términos de derechos de transmisión y la riqueza financiera no garantizaron los trofeos. En la última década solo tres clubes ingleses alcanzaron una final europea y el Chelsea únicamente fue triunfador. La gloria continental comenzó a esquivarlos. Alegaron falta de competitividad en el plano continental por la intensidad del calendario de sus torneos nacionales y falta de vacaciones o pretemporadas de invierno. Las inversiones de dinero fueron en aumento en busca de tapar falencias y la vara siempre se mantuvo alta.
En el periodo 2008-2018, la Premier League ha ocupado una posición central en todos los mercados de transferencias. Un estudio del Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES) muestra que, desde 2010, los equipos de Inglaterra han gastado 1,6 veces más que los clubes italianos, 2,1 veces más que los españoles, 2,8 veces más que los alemanes y 3,1 veces más que los franceses. Los seis flujos más grandes de dinero también involucran a la liga inglesa: €905 millones con Francia, €831 millones con España, €645 millones con Italia, €582 millones con Alemania, €412 millones con Portugal y €369 millones con los Países Bajos.
Un video que muestra como los clubes ingleses subieron a la cima de los que más gastan (Crédito: BetGOAT UK)
Aprovechándose de su ventaja económica, han invertido a gran escala. El sitio especializado The Swiss Ramble hizo un informe que muestra que la mayor parte del dinero en la liga, aproximadamente el 46%, se gastó en compras de jugadores, y el 22% en pagos de préstamos e intereses.
Esto ha generado paulatinamente un campeonato cada vez más extranjero, alcanzando sus mínimos históricos en la influencia de jugadores locales. Y con tendencia a seguir bajando. Los casos de Harry Kane y Raheem Sterling ya esta altura son una excepción, porque los futbolistas elegibles por Gareth Southgate son cada vez más relegados. Según el CIES, los ingleses disputan solo el 35,2% de los minutos de los partidos de Premier League y, por ende, su participación en goles es escasa: sólo convierten el 30,7%. Nunca habían anotado tan poco. En el Top 6 de clubes, incluso, la situación es más preocupante porque el porcentaje de minutos de jugadores locales cae al 20%. Southgate ya abrió el sobre el desafío de aumentar el número de jugadores ingleses que compiten regularmente en la Premier League.
Esto podría ser muy dramático en el futuro porque el país va en otra dirección con respecto a los inmigrantes. Es difícil anticipar qué pasará con el 'Brexit', la salida del Reino Unido de la Unión Europea, pero todo indica que la liga de fútbol va en sentido opuesto a los intereses nacionales. Aunque el gobierno británico está en un punto muerto en las negociaciones de su independencia, los directivos de la Premier League y de sus clubes están preocupados por el futuro de los permisos de trabajo. Varios cientos de jugadores en la Premier League, el Championship (segunda división) y otras categorías se verían obligados a irse si no cumplen con los requisitos. Y los temores de fuga no son solo entre jugadores.
Importación de ideas
Sucede también que la influencia extranjera no solo está dentro del campo, también está afuera. De los 20 clubes de la Premier League, 14 tienen actualmente un entrenador no británico. Y justamente, los conductores de los seis clubes que representan a Inglaterra en Europa son extranjeros: Pep Guardiola en el Manchester City, Mauricio Pochettino en el Tottenham, Jürgen Klopp en Liverpool, Ole Gunnar Solskjær en el Manchester United (donde antes estuvo José Mourinho), Maurizio Sarri en el Chelsea y Unai Emery en el Arsenal.
El desembarco de estrategas extranjeros han introducido otras tácticas y matices en un fútbol que se ha despojado del sello aburrido y antiestético de forma paulatina, convirtiéndose en conjuntos altamente competitivos. Dijeron adiós a los balones largos, los excesivos remates de cabeza, los rebotes y segundas jugadas. Pero así como ningún técnico del Top 6 es británico, también hay una dato aterrador: nunca un DT inglés ha ganado la Premier League, que empezó a jugarse en 1992.
Como si fuera poco, estos entrenadores extranjeros trabajan ahora en clubes de propietarios que tampoco son ingleses. El City pertenece al jeque qatarí Mansour bin Zayed Al Nahyan, mientras que el Chelsea es el club del magnate ruso Roman Abramovich. Los otros responden a gestiones de capitales estadounidenses: el United es actualmente de la familia Glazer, el Arsenal es propiedad del empresario Stan Kroenke y el Liverpool fue adquirido en 2010 por el Fenway Sports Group, con una participación minoritaria de LeBron James, estrella de la NBA. Solamente el Tottenham, que pertenece al grupo de inversión británico ENIC Group, es manejado por capitales nacionales, aunque con base en las Bahamas.
De los 42 clubes que componen las dos categorías más importante del fútbol inglés (Premier League y The Championship), el 64% de las entidades son de capitales extranjeros de diferentes partes del mundo. El 'Championship' se está convirtiendo lentamente en una especie de sala de espera de la Premier League, con magnates ambiciosos de poder que se esfuerzan al límite económicamente sin medir consecuencias. Empresarios de Estados Unidos, Rusia, China, Tailandia, Malasia, Italia, Grecia, Egipto, Irán y Arabia Saudita, entre otras naciones, han invertido su dinero en el país creador del fútbol, donde la diversidad cultural ha invadido todas las esferas y ha elegido modelos administrativos que dejan poco espacio para los jóvenes que desarrollan en academias.
Éxodo en busca de oportunidades
Es difícil pensar que el fútbol juvenil atraviesa un crisis en Inglaterra sabiendo que los clubes tienen recursos de sobra para la formación de jugadores y después de ver que su revolucionario proyecto llamado 'ADN Inglaterra' cosechó dos Mundiales juveniles. Incluso la selección absoluta hizo un gran papel en la Copa del Mundo de Rusia el año pasado, generando orgullo, agradecimiento y optimismo en los fanáticos. No obstante, existe una problemática para los jugadores ingleses en formación que atenta contra el potencial de sus combinados nacionales. La Premier League no les permite a los diamantes en bruto desarrollarse al más alto nivel. Jugadores como Lewis Cook y Dominic Calvert-Lewin, figuras del equipo campeón del mundo Sub-20 en 2017, cuentan con cierto rodaje en el Bournemouth y Everton, pero ni ellos ni sus compañeros han logrado establecerse como titulares en ningún equipo.
La normativa establece que de los 25 jugadores que inscribe cada equipo, 17 cupos tienen total libertad y los ocho restantes deben ser ingleses o formados en sus academias. Sucede que el 63% de estos jugadores locales tiene actualmente entre 17 y 20 años. Todos los grupos etarios posteriores, integrados por jugadores más maduros y con mayor tiempo de juego, están compuestos por mayoría de extranjeros.
Las falta de oportunidades han llevado a muchos jugadores ingleses a emigrar hacia otras ligas, sobre toda a la Bundesliga, donde se valora mucho el talento a corta edad y se da prioridad al desarrollo de promesas. El gran ejemplo es Jadon Sancho, quien pertenecía al Manchester City pero a los 17 años eligió fichar por Borussia Dortmund y actualmente es uno de los mejores futbolistas de la liga alemana. Motivados por el 'fenómeno Sancho', varios jugadores del City, como Pablo Maffeo (VfB Stuttgart), Javairô Dilrosun (Hertha BSC) y Rabbi Matondo (Schalke 04), siguieron su camino.
También otras perlas de las inferiores inglesas emigraron a Alemania en busca de más atención, como Reiss Nelson (Arsenal Sub-23) que llegó cedido al TSG Hoffenheim; Keanan Bennetts (Tottenham Sub-23), fichado por el Borussia Mönchengladbach; Allan (Liverpool Sub23), a préstamo en el Eintracht Frankfurt; Marko Grujic (Liverpool), al Hertha BSC; y Dodi Lukebakio (Watford), actualmente brillando en el Fortuna Düsseldorf. La tendencia es preocupante y se acrecentó con los casos de Marcus McGuane, fichado por el FC Barcelona (España); Ronaldo Vieira, quien se fue a la Sampdoria (Italia); y Reo Griffiths, quien eligió unirse al Olympique Lyon (Francia). Cada vez más perlas del fútbol inglés eligen emigrar hacia el extranjero en busca de oportunidades.
Esta es la verdadera cara del fútbol inglés, un ecosistema donde el juego ya no es el único protagonista y el éxito a nivel continental de un pequeño grupo de clubes poderosos importa muy poco al verdadero hincha británico, que reza para que el destierro de sus mejores perlas no mate todo lo bueno que han insinuado sus selecciones. Durante años, la liga inglesa ha impulsado sin cesar su crecimiento, siempre en los niveles más altos, pero mirando muy poco hacia las raíces. Eso ha sumergido a sus componentes más esenciales debajo de una estructura regida por el dinero y los negocios. El City, Tottenham, Manchester United, Liverpool, Arsenal y Chelsea, son solo la punta del iceberg.
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