La confesión del Gordo Ortigoza
Néstor Ortigoza es un especialista a la hora de rematar penales. Sin embargo, antes de ejecutar el lanzamiento que se convirtió en el 2-0 de San Lorenzo ante Boca, su ritual se hizo extenso y extraño. Tomó carrera y luego volvió hacia el balón para acomodarlo. Se demoró un tiempo extra y terminó colocando el balón en el ángulo superior izquierdo del arco defendido por el portero Lastra. Pero, en pleno festejo, se volvió hacia los juveniles xeneizes e hizo el gesto de silencio. Y agregó: “Conmigo no, eh, conmigo no”.
En efecto, los chicos locales, que como ante Banfield defendieron la casaca auriazul debido a que los titulares se encontraban cumpliendo 7 días de aislamiento tras romper la burbuja en Brasil durante los incidentes ante Atlético Mineiro, le dijeron algo al experimentado mediocampista, de 36 años, en pos de desconcentrarlo, lo que provocó su enojo. Anoche, entre risas, el ex Argentinos y Estudiantes de Río Cuarto optó por guardarse las palabras que escuchó en la Bombonera.
En diálogo con el programa ESPN F90, Orti contó: “‘Gordo errá' me decían los pibes hijos de puta...”. La ocurrencia provocó las carcajadas de todo el panel. “Te hacen pensar los pendejos. Yo decía ‘donde erre esto estos pendejos me cargan toda la semana’”, confesó su temor. Pero su remate fue implacable. Y volvió a celebrar con la casaca azulgrana, algo que no ocurría desde 2017.
La secuencia del penal del mediocampista
Más allá del ataque de furia momentáneo, casi una reprimenda para las jóvenes promesas de Boca, el volante reconoció sus cualidades, que ya habían demostrado en el empate 0-0 ante Banfield en el estadio Florencio Sola. “Los chicos eran atrevidos, pero tienen las ideas clara, juegan muy bien. Desde el minuto cero salieron a presionar, a meter, a correr y a imponerse. Mirá que le metían fuerte y no arrugaban los pibitos. Si aflojábamos lo perdíamos”, los elogió. Y destacó principalmente al lateral Valentín Barco, de flamantes 17 años, que ingresó en la segunda parte.
El nivel de Ortigoza en este regreso a Boedo sorprendió a propios y extraños. Es que venía de la Primera Nacional y en Estudiantes de Río Cuarto, sin el brillo de sus mejores épocas. Muchos pensaban que se incorporaba para conducir el vestuario, que cuenta con los hermanos Ángel y Óscar Romero. Pero en dupla con el colombiano Gordillo, en estas primeras tres jornadas de la Liga Profesional hizo gala de su manejo y pegada. Y recibió la confianza de Paolo Montero. “Firmé por una temporada. Si no volvía acá, me retiraba a fin de año. Esto me dio vida. Estoy en el lugar que yo quiero. No volví para la foto y los aplausos. Estoy jugando porque me gané el puesto en buena ley. Si no estoy para competir, me tengo que retirar”, concluyó.
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