El futuro inmediato de Javier Hernández en la Selección Mexicana dependerá de su capacidad para renunciar a su pasado inmediato.
Regresó a las canchas. Se fortaleció de volver al hábitat de sus proezas: el campo de juego. Cierto, lo hizo en la MLS, con todas las licencias que sus aparatos defensivos conceden.
Pero ratificó los frutos de su esfuerzo, de su arrepentimiento, de su reconstrucción, de su purgatorio. Desde noviembre ha venido haciendo público su mea culpa. Come mejor, está más fuerte, perdió al menos seis kilos, está más atlético, más poderoso físicamente.
La gran duda era si mantenía intacta esa complicidad con el gol. Si todos esos esfuerzos habían sido correctamente encaminados. Saber si ser más rápido, más fuerte, iba a ser respaldado por ese espíritu asesino en el área que siempre mostró.
Ya no quedó duda. Lo demostró ante el Inter de Miami y lo hizo bajo un intenso calor, y lo hizo en una demostración de psicomotricidad que rayaba lo violento. Habían regresado con esa repentización, olfato, anticipación, hambre, frenesí que había perdido.
El primer gol confirma que físicamente está apto para el ritmo de la MLS. Anticipa, protege, resiste, acomoda y fulmina. La vieja rutina de un jugador que en el área chica suele no perdonar.
El segundo gol muestra su otra faceta. La del oportunista, la del desesperado, la del cazador furtivo, la del Chaplin del Gol. Cierra a segundo palo, tras la confusión y el error de defensa y arquero. Ése, el Javier Hernández que vive en una eterna emboscada.
Algo es definitivo. El Javier Hernández de los dos años anteriores no hubiera sido capaz de consumar estas dos anotaciones. Estaba demasiado pesado, distraído, lento y torpe para conseguirlo.
El Chicharito de 2019 y 2020 se habría tropezado en la maniobra de control, posesión y disparo en su primera anotación, y habría terminado despatarrado, frustrado, rendido y sofocado en el área del rival.
Y el Chicharito del West Ham, el Sevilla y el Galaxy, en su primer año, habría llegado un segundo tarde y 20 centímetros lejos del balón en la jugada del segundo gol. Y se lo habría perdido.
Pero se ha reencontrado con el gol. En el primer partido de la temporada, anotó un gol más que en toda su estadía en la Liga de España con el Sevilla y los mismos que en todo el 2020 con Los Ángeles.
¿Está Javier Hernández de vuelta como para ser tomado en cuenta para la Selección Mexicana por parte de Gerardo Martino, en tiempos en los que el técnico piensa en la naturalización de Rogelio Funes Mori como la mejor opción para el Tri?
Física y futbolísticamente parece que sí, que Javier Hernández se ha reconstruido de entre sus propias ruinas.
Pero, ¿está espiritual y mentalmente apto, pleno, concentrado para regresar a la Selección Mexicana ahora que hay una nueva gestión, una nueva forma de seleccionar y dirigir, y una implacable forma de disciplinar a los inquietos de carácter?
Él mismo lo declaró a Los Ángeles Times. Reveló haber tocado fondo, haberse despeñado en escenarios tenebrosos como ser humano y en esa decadencia arrastró su mejor versión como futbolista.
Ha roto relaciones con muchos de sus socios –o cómplices–, en aquella rebelión de los jugadores en el seno de la Selección Nacional, en plena Copa del Mundo de Rusia, tras la victoria por 1-0 sobre la peor Alemania de la historia.
Javier Hernández ha demostrado en su carrera más carácter y temperamento que gran exquisitez futbolística. No hace magia ni filigranas con el balón. Lo suyo había sido, y tal vez vuelva a ser, la sangre fría y asesina en el área chica.
Esa misma fortaleza lo tiene de pie en estos momentos. Perdió a la familia y está intentado reconquistarla. Perdió el rumbo y su carrera y está intentado recuperarlos. Perdió el sitio que le pertenece en la Selección Mexicana y sabe que el único salvoconducto para recuperarlo es el gol.
Y hoy, lo potencian varios factores. Quiere irse del Tri dejando una historia, una huella, una marca de goles, y muy especialmente, ratificar que quienes lo habían sepultado debieron asegurarse de que ya no resollaba, y además, sepultarlo boca abajo.
Gente de su entorno, sin más detalles, asegura que le habría hecho un promesa a su abuelo, a Tomás Balcázar (QEPD), el hombre más influyente en su vida junto con su abuela materna. Él, Hernández Balcázar, como un referente de la Selección Mexicana. Javier se siente en deuda con Don Tomás. Cada gol será un homenaje a su memoria.
La fractura de cráneo de Raúl Jiménez, tras el choque con David Luiz, ha dejado sin el artillero de lujo al ejército de Martino. Las circunstancias ofrecen a Javier Hernández la gran oportunidad de reclamar su sitio, incluyendo el gafete de capitán.
“Yo no me he retirado de la selección. El día que no quiera ir, me voy a retirar... lo llevo diciendo, yo hasta el día que no quiera jugar en una selección, me retiro, o el entrenador va a saber que no quiero ir”, dijo Chicharito a los medios sobre una eventual y futura convocatoria.
“Para que se abran las puertas de la selección tengo que hacerlo yo con un buen nivel, mostrando un nivel que al fin de cuentas le pueda gustar al entrenador y al cuerpo técnico para un nivel de selección; obviamente, eso se va a dar cuando yo haga bien las cosas en mi club y por eso mi deseo”, puntualizó Javier Hernández.
Por lo pronto, ante el Inter de Miami, le hizo saber a Gerardo ‘Tata’ Martino que antes de darle una oportunidad a Rogelio Funes Mori, debe tomarlo en cuenta.
Sin embargo, para sacudir la testarudez del técnico argentino, necesitará algo más. Confirmar su nivel de juego en los siguientes partidos ante Red Bulls, Seattle Sounders, LAFC, Austin y Portland, antes de que Martino entregue su lista definitiva para las competencias del verano.
El Tri deberá jugar el desenlace de la Liga de las Naciones y la Copa Oro, un territorio fértil para que Chicharito ratifique que la poderosa, intensa, minuciosa, rabiosa y hormonal reconstrucción que ha llevado a cabo es totalmente genuina.
Una frase de Quino, en Mafalda, sirve para emplazar al delantero: “Hay personas que nunca dejan de sorprender y hay personas que nunca dejan de decepcionar”. Chicharito es dueño de su destino.
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