Con 23 años de oscuridad, de fracasos a cuestas, la esperanza parece ser sólo una cruenta burla de un sedicioso optimismo. Peor aún, cuando el espectro poderoso de la #MegaCruzazuleada palpita poderosamente en la memoria, tras el 4-0 de la vuelta ante Pumas.
Sí, creer en Cruz Azul, a estas alturas, parece un acto suicida, cuando apenas han pasado 105 días de la madre de todas las hecatombes celestes. Ante desencantos semejantes, hasta Joaquín Sabina reclama que “tardé en olvidarla 19 días y 500 noches”.
Las redes sociales, ese circo mediático en el que todos somos equilibristas saltando al vacío, e irónicamente sin red de protección, se han convertido en una deliciosa rotonda de los memes, el escarnio, diseñados con la tinta indeleble de la envidia, con Cruz Azul de protagonista.
Recurrentemente, a lo largo de esta tortuosa era, Cruz Azul se convierte en una enternecedora Cenicienta, aunque al final, el equipo y su afición, en un suicidio masivo, terminen sus vidas a lo Romeo y Julieta, tomaditos de la mano, y claro, a sabiendas de que les aguarda esa reencarnación cíclica de la fe, cada seis meses.
Pero, ¿será este Guard1anes 2021 el fin del maleficio? En la cancha, todo se confabula para que así ocurra. El equipo no deja dudas de que sobreponerse a la catástrofe del 4-0 de ese 6 de diciembre, le ha tomado menos tiempo que a Joaquín Sabina.
¿Por qué creer en Cruz Azul? Más allá de la mitología siniestra que envuelve al número 23, La Máquina dio una nueva demostración, más contundente incluso, este sábado ante un Atlas, que ofreció su mejor partido del torneo, luego de ocho juegos sin perder, sin contar claro, el bochornoso triunfo en la mesa gansteril del futbol mexicano ante América.
Cierto, lo de Jonathan Rodríguez es ya espectacular, pero lo de Luis Romo es esplendoroso. ¿Cuánto hace que un futbolista mexicano, con afanes defensivos generalmente, es capaz de soltar dos latigazos letales de 40 metros, con todas las licencias para que su compañero resplandezca implacablemente en el marcador?
Además, lo de Luis Romo no es nuevo ni casual. Su crecimiento desde Querétaro hasta ser pieza inamovible de La Máquina ha sido vertiginoso, y seguramente Chivas y América deben lamentar haber negociado por él, y no firmará este tipo que pensaba que su futuro sería dedicarse, literalmente, a pescar ostras, y terminó siendo una perla dentro de su vida misma.
Pero, retomemos el tema: ¿Por qué, ahora sí, tras 23 años de desencanto, creer en Cruz Azul?
1.- Tiene el mejor plantel del fútbol mexicano. No es el más caro, pero es el más valioso. Rebasa en funcionalidad a las pomposas nóminas de Tigres, Rayados, América y Chivas.
2.- El técnico peruano Juan Reynoso ha asumido un inesperado y poderoso liderazgo sobre el grupo. Los jugadores le creen al entrenador y al ser humano. Esa es una plataforma inquebrantable.
3.- En un mismo partido, Cruz Azul se permite lujos. Reynoso mueve de posiciones a jugadores, y altera totalmente el posicionamiento del equipo en la cancha. Una muestra impecable ocurrió ante Atlas. Cuando quiso, trastocó el juego.
4.- Hay una ansiedad de revancha palpable en todos los jugadores. Otros titulares, aceptan de buena gana ser suplentes. Aparentemente, han sometido sus egos al bienestar colectivo. Si hay que reinventarse, se reinventan. Ignacio Rivero, Juan Escobar, Orbelín Pineda, Yoshimar Yotún y el mismo Romo, como ejemplos.
5.- A pesar del sarcófago moral que lleva a cuestas por ese 4-0, el equipo ha montado un escudo de solidaridad capaz de desafiar mitos, retos, atavismos, temores acumulados en 23 años. Parecen haberse perdido el miedo a sí mismos.
6.- Llegaba ante Atlas con un estigma: decisiones polémicas del VAR y chiripazos. Ante unos Rojinegros resucitados, resolvió el partido con absoluta autoridad. Vaya, hasta jugueteó, obscenamente, con esa ruleta rusa de las #Cruzazuleadas, con el penalti al minuto 96 para el 3-2.
7.- Es el equipo que mejor juega al fútbol. Puede ser incluso el más agradable del torneo, tomando en cuenta la baja calidad en este Guard1anes 2021, y a la espera de que pronto resucite el verdadero abanderado del fútbol de embeleso, el León. Y jugar bien, con generosidad, además de sumar resultados, cierra la ecuación.
8.- Juan Reynoso recorrió un vía crucis delicado. Ese peligroso pasaje, ese riesgoso impasse, de saber manejar la #MegaCruzazuleada ante Pumas, lo ha sabido sortear. Era un arma de doble filo. Ha sabido canalizar el impacto de ese 4-0 sin que persevere como una extorsión moral, como un chantaje sentimental. Por el contrario, los ha convencido de llevar su vergüenza a cuestas pero sin opresión.
9.- Consciente o inconscientemente, la directiva ha blindado al equipo. O mejor dicho, el equipo se ha blindado ante su directiva. Además, ya no aparecen los monumentales escollos, ni las vulgares traiciones de los Víctor Garcés o de los Álvarez Cuevas. Los tahúres han sido expulsados. Las hienas pasan hambre. Pero, ojo, no descarte alguna puñalada trapera de uno de esos perversos, cuando el equipo llegue a instancias críticas.
10.- Más allá de ser el ejecutor final en la cancha, el pasaje penoso del ‘Cabecita’ Rodríguez, coquetón y bebedor en una fiesta, terminó por ser el punto de quiebra en el mal inicio de La Máquina, con dos derrotas al hilo. Ante la urgencia de la chusma por quemarlo en leña verde, directiva y cuerpo técnico lo indultaron. El grupo se fortaleció desde fuera hasta un núcleo de solidaridad impenetrable.
¿No bastan estas 10 referencias? Posiblemente no. Porque es Cruz Azul, porque siempre ha sido así Cruz Azul, exclamarán los necios apóstoles de la obviedad.
Cierto, el momento decisivo será la Liguilla. Y una poderosísima referencia de ello será el partido de la Fecha 15 ante el América, un equipo tan ordenado, tan seco, tan pragmático, que sólo ha cedido el mando a La Máquina, por el despojo ante el Atlas.
Pero Cruz Azul tiene el método y el antídoto para El Nido. Hasta el momento, ningún equipo se ha atrevido a atacarlo, a írsele encima, a imponer condiciones. Solamente lo hizo el León en algunos pasajes y ejerció superioridad, hasta que un descuido al minuto 92, le permitió a Federico Viñas contar una historia distinta con el 2-1.
¿Podrá ser, entonces, el año de Cruz Azul? Insisto en que más allá del sortilegio enigmático del número 23, este equipo, como enuncia un proverbio coreano, en lugar de compungirse y sólo contemplar su propia tormenta, ha aprendido a bailar bajo la lluvia...
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