A pesar de la crisis económica y del mal momento que vive la Selección Nacional, al menos 60 mil aficionados mexicanos preparan sus maletas para volar más de 13 mil 800 kilómetros hasta llegar a Qatar y alentar a su equipo durante la Copa del Mundo, de acuerdo con datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Y es que en los últimos siete Mundiales (desde Estados Unidos 1994 y hasta Rusia 2018) las playeras verdes, los sombreros de paja y las caras pintadas de tricolor han inundado las calles de las sedes donde juega la escuadra azteca, siendo una de las hinchadas más numerosas, aunque este gran apoyo no ha sido un factor para superar los octavos de final.
Para Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), este fenómeno tiene que ver con la identificación, pues para estos aficionados lo más importante no es el resultado en la cancha ni el gasto que represente asistir al estadio, sino la emoción de acompañar a su Selección. Así lo explicó en un artículo publicado en la Gaceta UNAM:
“No tienen definido qué harán ni en qué hotel estarán. Y, en ocasiones, lo que piensan es que no importa, ‘ya veré qué hago’, dónde se hospedarán, aunque sea en una banca. ‘No sé cómo lo voy a pagar, ya lo veré después, aunque venda mi coche. Aunque me corran de la casa’. Todo eso no importa. No es un cálculo racional, sino más bien tiene una lógica emocional”
Incluso comparó dicha emoción como cuando una persona de religión judía, de cualquier parte del mundo, acude al Muro de los Lamentos, ubicado en el santuario sagrado de Jerusalén, Israel.
“Es como cuando alguien va al Muro de los Lamentos siendo judío, en realidad no tiene que ver con una cuestión de tipo racional, sino con una identificación emocional y grupal. Es cumplir con algo que representa lo que se pareciera a lo sagrado. En el caso mexicano, como ya no tenemos lo sagrado, nos identificamos de otra manera”
Trujillo Correa señaló que esta identificación también se relaciona con una forma de vida inmediatista: “Nos inventamos actividades y tiene que ver con que en los pueblos hace un siglo trabajabas duro todo el año y tenías un sólo día de festividad para disfrutar y desahogarte. Esta oposición entre el trabajo intenso y la diversión es el mismo mecanismo. Trabajamos mucho y nos damos estas festividades para desprendernos de todas las limitantes con la realidad y fantasear con la fiesta”.
Pero lo anterior no solo se ve en el Mundial, puede ser en cualquier evento mediático que involucre un connacional, como en la Fórmula 1, los premios Oscar o la nueva película de Marvel.
“Aunque no sepamos nada de eso. Hay una identificación grupal, también promovida por los medios. Por ejemplo, el 15 y 16 de septiembre en realidad tenemos pocas conductas y hábitos de civilidad mexicana, pero cuando viene esa fecha todo el mundo va al Zócalo para disfrutar la fiesta, no para hacer una reivindicación de honores patronales a la bandera”, agregó.
Mentalidad, insuficiente para ganar
En cuanto al tema deportivo, el psicólogo sostiene que, para que los futbolistas mexicanos puedan tener una Copa del Mundo exitosa, digamos llegar a cuartos de final (el quinto partido), no necesitan mentalizarse, sino infraestructura, trabajo, educación, cultura, entre otras cosas.
“Lo que ahora se ve en la Selección es que no hay nada de eso. Es una estructura muy comercializada, muy alentada, muy basada en lo inmediato. Entonces, no hay una colectividad o proyecto de futuro; es un verdadero desastre. En este sentido, no existe ninguna fundamentación para pensar que pudieran ser exitosos y entonces hay que creérsela. Lo que vamos a encontrar es que es una forma de engaño colectivo que, además, está muy padre porque pasamos del famoso ‘sí se puede’ al derrotista ‘no se pudo’”, concluyó.
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