Cada final de una competencia de importancia como un Mundial significa el inicio del trabajo para la Comisión de Árbitros. La necesidad de revisar en detalle las incidencias relevantes para evaluar los pasos a seguir. Allí se inicia el análisis de la tarea arbitral, de los aciertos y errores, de cómo fundamentaron las reglas y de los factores que no acompañaron al juego limpio. Después del Mundial del 2014, los especialistas en arbitraje tuvieron un desafío extra por delante: la mordida de Luis Suárez a Giorgio Chiellini durante Uruguay-Italia.
Esos análisis proyectaron cambios para el Mundial de Rusia 2018 que se avecinaba, incluyendo la implementación del VAR que luego se extendió por las distintas ligas del planeta. Sin embargo, el uruguayo Luis Suárez también hubiera puesto a prueba al “Árbitro Asistente de Video”.
En junio de cada año, FIFA y la IFAB hacen llegar un libro a los árbitros cuyo contenido es sagrado como la Biblia. Los jueces debemos saber y comprender qué quiso decir en sus contenidos el legislador y el por qué de los cambios. Y, a partir de su lectura e interpretación, comenzar a aplicarlos en un todo. La estrategia PLAY FAIR (juega limpio) –antiguamente llamado FAIR PLAY (juego limpio)– va dirigida puntualmente a los protagonistas, que son los que deben cuidar el espíritu del juego. Apunta a que ningún infractor se quede sin sus castigos deportivos, aumentar el tiempo efectivo del juego y que sea lo más equitativo, atractivo y agradable.
Brasil 2014 dejó un hecho que no pasó desapercibido, que hizo que la regla en su contenido sufriera agregados y que los mismos fueran subrayados con énfasis. En la previa de Rusia 2018 apareció una conducta violenta que no figuraba detallada en las escrituras y que meses antes del Mundial pasado empezó a ser considerado como un hecho de suma gravedad.
Se jugaba el minuto 78 del encuentro entre Italia y Uruguay, por la fase de grupos del Mundial 2014, con el arbitraje de Marco Rodríguez, mexicano conocido como un ortodoxo de las reglas y exigente en lo disciplinario. Dos campeones mundiales se jugaban su futuro en el torneo. Cerca del área de meta de Italia se desarrolló una escaramuza y cayeron al suelo el italiano Giorgio Chiellini y el uruguayo Luis Suárez. Luego la televisión nos mostró el famoso “mordisco” que Suárez le había aplicado al italiano, sin que el balón estuviera en disputa entre ellos.
El delantero ya tenía antecedentes de esas manifestaciones y repitió el mismo cuadro que sufrieron Otman Bakkal (PSV de Holanda) en 2010, y Branislav Ivanovich en el 2013; casualmente, ambas agresiones nunca fueron observadas por los árbitros.
“Yo después que lo hice me di cuenta enseguida. Hacemos el gol a los minutos creo de Godín y yo no lo festejo tanto como lo festejaron todos porque ya estaba pensando en el después. Entro al vestuario y lo primero que hago es hablar con mi mujer. Me preguntó qué había hecho y, obviamente, no quería aceptar la realidad al principio. Negando, llorando... Algunas sensaciones de felicidad en el vestuario, pero todos mirando los teléfonos por lo que se veía. Fue un momento doloroso para mí y para el grupo”, expresó el propio Suárez sobre el hecho en una entrevista con The Players Tribune.
La FIFA y la IFAB no dejó todo esto como hechos casuales, sino que se comprometió en sumarlos a las reglas y encasillarlos como un hecho sumamente grave, para que a la hora de que lo juzgue el Tribunal de Disciplina valore el mordisco como tal y no deba buscar en qué figura encasillarlo a la hora de fundamentar la sanción.
Por eso, el reglamento que se difundió para la temporada 2018/19 sumó un detalle en el párrafo de la Regla 12 (Faltas y Conductas incorrectas) vinculado a “escupir o morder”. La carta de leyes actual indica que esa acción obligará a dar un “libre directo” en caso que se visualice este hecho y también es considerada una “infracción sancionable con expulsión”.
“Entre las infracciones merecedoras de expulsión, se incluyen las siguientes: comportarse de manera agresiva o con intimidación física (p. ej. escupir o morder) con un jugador, un suplente o un miembro del cuerpo técnico adversario, con un árbitro, un espectador o con cualquier otra persona (p. ej. recogepelotas, personal de seguridad o de la competición, etc.)”, aclara el apartado 12 del reglamento.
También existe este tema en el protocolo del VAR: “Si el juego se reanudara después de ser detenido, el árbitro no podrá llevar a cabo una revisión salvo en casos de confusión de identidad o ante una posible infracción sancionable con expulsión por conducta violenta, escupir, morder o actuar de forma extremadamente ofensiva, insultante, o humillante”.
El término “morder” también aparece para aclarar que es parte de una “tarjeta roja directa (no segunda tarjeta amarilla o amonestación)”. La definición “Conducta violenta, morder o escupir a otra persona” aparece allí entre “evitar una ocasión manifiesta de gol”, “juego brusco y grave” o “actuación ofensiva, insultante o humillante”.
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