Llegó la hora de avisar desde este rincón del planeta que el mundo ha vivido equivocado. Que todo ese afecto y admiración hacia Rafael Nadal por su entrega dentro de la cancha de tenis, por los valores que muestra fuera de ella y por el asombro que genera su juego, que ha pulido hasta acercarse lo más posible a la perfección, también tienen su contrapeso. Los muchos admiradores del español, incluidos los que esperan su presencia el 23 de este mes en el Parque Roca de Buenos Aires ante el noruego Casper Ruud, reclamarán explicaciones por afirmar semejante cosa. Las hay, tanto que se pueden enumerar hasta diez razones -acaso un poco caprichosas- para repudiar a Rafa. O al menos, para no quererlo tanto:
1- Privó de varios títulos de Grand Slam a los argentinos
Cuando Gastón Gaudio venció a Guillermo Coria en la inolvidable final de Roland Garros 2004, parecía que la Generación Dorada se preparaba para gobernar el tenis, al menos en las canchas de polvo de ladrillo. El sentido común indicaba que sobre todo el Mago, derrotado ese 6 de junio después de desperdiciar una ventaja de dos sets a cero, y que contaba por aquel entonces apenas 22 años, tendría su revancha con varias coronaciones en París. Pero en 2005 sobrevino en escena el insaciable Rafa, que en su primer título justamente venció a un argentino, Mariano Puerta, y desde ese entonces casi no dejó resquicios para festejos ajenos. Un desconsiderado.
2- Casi no se le conocen polémicas
Nadal no solo lleva más de dos décadas de carrera sino que hace 18 años está en el nivel más alto, donde la ambición y el afán competitivo son condiciones necesarias no ya para crecer sino al menos para mantenerse. De alguna extraña manera supo hacer que ese espíritu ganador conviviera con una calma mansa a la hora de declarar, cuando esquiva con paciencia todas las preguntas periodísticas que apuntan a suscitar algún roce con sus competidores más importantes, como Novak Djokovic y Roger Federer. Una conducta que no solo hace más aburridas las ruedas de prensa sino que obliga a los medios de comunicación a trabajar más en busca de un título.
3- Se mueve fuera de la cancha como si no fuera una estrella
“No saben lo que me acaba de pasar”, comentaba un atribulado periodista en la sala de prensa del O2 Arena de Londres, donde se jugaba el Masters 2013. El experimentado presentador televisivo contaba que mientras desayunaba en el comedor de su hotel le tocaron el hombro, y cuando se dio vuelta estaba Rafa saludándolo y preguntándole cómo estaba. La anécdota generó el lógico estupor del grupo que lo rodeaba: ¿cómo podía ser que una estrella del tenis se comportara de esa manera? Es una conducta antinatural que puede generar la sensación de que los tenistas son seres humanos al alcance de cualquiera.
4- Desautoriza a los que le quieren hacer creer que es el mejor de todos
Tiene que ver también con su conducta en las conferencias de prensa. Más de una vez los periodistas lo han tentado con la sugerencia de que la discusión sobre quién es el mejor del Big 3 quedaba saldada, por ejemplo, por haber conseguido más títulos de Grand Slam que Roger Federer. O que su récord favorable en el historial mano a mano contra el suizo -que se cerró con él arriba 24-16- demostraba su superioridad. En todos los casos, Rafa respondía que ninguna de esas estadísticas era determinante. Incluso tuvo el tupé de declarar recientemente que no cambiaría en nada el grado de su felicidad con su carrera si Djokovic lo supera finalmente en cantidad de títulos grandes. Con tanta humildad, deja mal parados hasta a sus propios fans.
5- Eligió pelear por sus colegas cuando podría no haberse metido
Rafael Nadal no solo se diferencia de los ídolos del tenis de los 80 por haber sostenido un duelo mucho más civilizado con sus colegas en la pelea por la cima del tenis. Mientras aquellos se centraban solamente en aplastar a sus rivales y aprovechaban sin mayor culpa las mejores posibilidades que tenían sobre los jugadores de bajo ranking, el español pelea hace años desde el Consejo de Jugadores de la ATP por generar mejores condiciones para los que ocupan los escalones más bajos de la clasificación. ¿Simple solidaridad o más bien una búsqueda por hacer gala de su superioridad moral?
6- Hincha del Real Madrid
Con un tío, Miguel Ángel Nadal, que fue figura del Barcelona y la selección española en los 90, Rafa tenía la puerta abierta para sumarse a la hinchada del equipo catalán. Incluso apareció hace algunos años una foto en la que, cuando era niño, posaba con su tío y tenía puesta la casaca blaugrana. Pero finalmente se decidió por hacerse del Real Madrid, como su padre, lo que le valió festejar entre otras cosas ocho títulos de la Liga de Campeones de Europa. Como si no tuviera suficiente éxito con lo que consigue él mismo como tenista, también acapara alegrías como aficionado.
7- Evita ser pretencioso
Lejos de las celebridades que iluminan al mundo con reflexiones acerca de las grandes cuestiones de la humanidad sobre las cuales nunca estudiaron, Nadal elige delegar en personas capacitadas las preguntas que escapan a su área de conocimiento. Un desconsiderado que nos deja con la curiosidad latente sobre su pensamiento más íntimo, como si solo le perteneciera a él.
8- Es reservado en su vida familiar
Su casamiento con Mery Perelló -otra cultora del perfil bajo- escapó a los flashes y apenas dejó trascender imágenes a través de su fundación. También privó al gran público de detalles sobre el nacimiento de su hijo, para el que evitó nombres extravagantes, como corresponde a las celebridades, y le puso Rafael. Así, limita al gran público a conformarse apenas con ver lo que él puede mostrar haciendo su trabajo en la cancha de tenis.
9- Corrección exasperante dentro de la cancha
Es casi imposible verlo enojado a Nadal, aún en las escasas oportunidades en que el trámite le es adverso. Sin importar errores arbitrales o actitudes agresivas de sus eventuales rivales, él sigue enfocado en su plan para llegar a la victoria y deja mal parados a los que sucumben al poder de las emociones.
10- Mantiene el fuego sagrado cuando ya podría ir pensando en otra cosa que el tenis
A los 36 años, con un físico golpeado por lesiones diversas, el español se resiste al paso del tiempo y se entrena como si fuera el primer día de su carrera. En cada partido hace sentir, como ha sido una constante en su carrera, que ganarle cada punto será una proeza. En este, como en los puntos anteriores, es necesario que afloje un poco Rafael. El resto de los mortales necesita parámetros más razonables para evitar frustrarse.
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