Las hermanas Muzychuk: las ajedrecistas ucranianas que dan batalla en el tablero y en la vida

Anna y Mariya viven en España tras la invasión rusa y se destacan por talento y personalidad. Como referentes de la actividad boicotearon con sus ausencias un Mundial en Arabia Saudita

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Anna y Mariya reunieron fondos para donar en Ucrania para paliar las consecuencias de la guerra
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Las hermanas Muzychuk: Anna, de 32 años, y Mariya, de 30, son dos ajedrecistas ucranianas que a lo largo de su carrera junto a los escaques y los trebejos han dado sobradas muestras del enorme talento. Sus padres, Natalia y Oleh Muzychuk, entrenadores de ajedrez, fueron los responsables de pulir sus rudimentos, de conseguir que se destacaran durante la infancia, brillaran en la adolescencia y alcanzaran las grandes conquistas en sus años de juventud.

Frente al tablero de ajedrez lo han conquistado todo; sus jugadas ya forman parte de la memoria del juego, pero, acaso, el legado más importante no haya sido el de los movimientos innovadores con el tenue rey, el sesgo alfil, la encarnizada reina o el peón ladino, sino el de la transmisión de sus ideales; sus convicciones en las batallas diarias frente al tablero de la vida. Sus posturas ante la guerra, la huida de Ucrania, o la lucha por los derechos y libertades de las mujeres.

La noche del pasado 23 de febrero, cinco días antes del cumpleaños 32 de Anna, ella y Mariya, se rindieron al sueño tras otra jornada estresante y amenazante que atravesó sus vidas en el pequeño departamento en Leópolis (Lviv, en Ucrania) distante a 70 kilómetros de la frontera con Polonia. Los rumores llegaban desde la región de Donetsk advirtiendo el cruce de tanques rusos por las fronteras que venían ocupando desde 2014. Además, desde el 16 de ese mes, más de 200.000 soldados rusos estaban apostados sobre los límites con Ucrania bajo el engañoso ardid de un entrenamiento militar; nadie creía en el artilugio, pero tampoco que el horror se dispararía. Sin embargo, a las 5 de la mañana del día siguiente el mundo fue sacudido por el espanto de una guerra: Rusia pateó el tablero, invadió a Ucrania y a millones de familias se les escapó el futuro.

A las 7 de la mañana desperté con el ruido de una sirena; no sabía qué pasaba, sólo tomé mí celular y vi las noticias. Era un desastre, estaban bombardeando a Kiev desde Bielorrusia, bombardeaban a nuestros barcos en el mar, desde el Norte invadían nuestro país hacia el Oeste y el Sur. Allí reaccioné a los gritos: ‘Mariya, despierta; ha comenzado la guerra’”. El relato le pertenece a Anna Muzychuk, su primer recuerdo que contó tras su arribo a Hamburgo vía Polonia, camino hacia España en la búsqueda de un refugio.

El relato se vuelve más desgarrador cuando precisa en detalles las peripecias de una huida atribulada.

“Nuestra generación nunca había visto una guerra; no sabíamos qué hacer. Una prima en Kiev nos contaba de los bombardeos y de la gente huyendo con sus autos por las calles. Mis padres -que vivían alejados de la zona de conflicto- nos recomendaban comprar comida y medicamentos, y aunque era un día laborable, había multitudes haciendo filas y los negocios ya no recibían pagos con tarjetas. También nos aconsejaron dejar el departamento porque vivir cerca del aeropuerto y de la estación de ferrocarril no eran puntos seguros para un país en guerra. Por eso junto a Mariya decidimos irnos; nos compramos dos boletos de autobús. Necesitábamos una prueba de antígeno -necesaria para cruzar la frontera- pero los laboratorios habían cerrado, finalmente lo conseguimos y partimos hacia la estación, con una bolsa y una computadora portátil cada una. El resto quedó en la casa.

En la estación de trenes también está la terminal de autobuses; aquello era un caos. Teníamos los billetes a Cracovia (Polonia) pero muchos viajes fueron cancelados. La espera fue dura, más de tres horas y con intenso frío. Cuando llegó el autobús sólo quedaban cuatro asientos libres; nos marchamos dejando todos nuestros afectos detrás, a nuestros padres, abuelos y amigos. El viaje fue extenuante; más de 20 horas, sin agua ni comida, y con largas filas de autos y de controles en la frontera. Es que el 24 de febrero no sólo fue el día de la invasión sino también el primer día de la movilización: los hombres entre 18 y 60 años no podían salir del país; la decisión la había tomado el presidente y ningún ciudadano ucraniano adulto masculino podía dejar el país. A un niño de 18 años que viajaba con nosotras lo enviaron de regreso. Las mujeres y niñas se despedían de sus esposos, padres y hermanos. Todos llorábamos, algunos no resistían la separación y regresaban juntos a sus hogares. Cuando cruzamos la frontera polaca fue apenas un alivio, pudimos beber agua y comer algunas galletas, pero había un nuevo problema: los bancos de Ucrania habían bloqueado algunas tarjetas porque la gente estaba retirando demasiado dinero. Afortunadamente mi tercera tarjeta de crédito funcionó y seguimos el viaje”, detalló la mayor de las hermanas Muzychuk.

Tras alojarse dos noches en un hotel en Polonia, continuaron el viaje hacia Alemania y finalmente llegaron a España; el refugio definitivo fue en Valencia. Allí se reunieron con otros ajedrecistas y fueron alojadas en casas de familias. Aún mantenían la esperanza del regreso. “Cuando salimos del país, pensamos que regresaríamos en una semana; la gente nos decía que en el siglo XXI las guerras no pueden durar mucho tiempo. Pero no fue así; todavía nuestros pensamientos siguen allá porque no se puede acomodar la vida en una bolsa e irte a otro lado” dijo Mariya, la hermana menor.

Durante el mes de abril, las hermanas Muzychuk participaron de una exhibición de simultáneas de ajedrez llevadas a cabo en el Mercado de Colón de Valencia. Allí se organizó el festival “Ajedrez y Gastronomía” que incluía una cena por el chef Ricard Camarena; lo recaudado se destinó para asistir al país invadido. Acompañado por el éxito siguió recaudando fondos con otras exhibiciones en Torrelavega, en Cantabria y por Internet. La solidaridad se esparció como un reguero; Anna y Mariya Muzychuk recogían los frutos y reconocimientos en su lucha por los derechos y las libertades de las mujeres sucedida cinco años atrás.

Es que, hasta 2017, los nombres de las hermanas Muzychuk, aunque acumulaban un palmarés brillante, no ocupaban grandes espacios fuera de la órbita del ajedrez. Ambas nacidas con dos años y medio de diferencia en la ciudad de Stry, en la región de Leópolis (un punto de la geografía ucrania con pasado polaco y austro húngaro, que tras la Segunda Guerra Mundial fue parte de la URSS), allí descubrieron el ajedrez a partir de los 3 años bajo la atenta guía de sus padres. El juego le dio rápido paso al estudio y enseguida se volvieron competitivas; en poco tiempo los progresos se dispararon hasta los astros.

Anna, la mayor, a los 5 años fue subcampeona Sub10 en Lviv, bicampeona europea Sub10 (en 1998 y 2000), maestra internacional (2001) y campeona mundial Sub16 (2005). En 2012 obtuvo el título de gran maestro masculino y ganó tres campeonatos mundiales en la especialidades blitz, en 2014 y blitz y rápido en 2016. Al año siguiente fue subcampeona mundial femenina tras caer en la final con la china Tan Zhongyi.

Mariya fue campeona europea Sub10 (en 2002), y bicampeona de Ucrania en 2012 y 2013. Ese año obtuvo los campeonatos por equipos, Mundial y Europeo. En 2014 se consagró campeona mundial femenina al batir en la final a la rusa Natalia Pogonina. También recibió el título de gran maestra.

Pero en 2017, la FIDE dispuso que los campeonatos mundiales de ajedrez Blitz (partidas a 3 minutos) y Rápido (a 10 minutos) se jugarían en Riad (Arabia Saudita). Fue entonces cuando las hermanas Muzychuk se unieron en un gesto de rebeldía que tuvo alcance mundial.

“En pocos días voy a perder mis dos títulos mundiales, uno a uno. Solo porque he decidido no ir a Arabia Saudí; por no jugar con las reglas de otros, por no llevar abaya, por no tener que ir acompañada cuando estoy en la calle y, en resumen, por no sentirme una criatura secundaria”, fue el inicio de un posteo de Anna en la red de Facebook.

Y sobre el final de la publicación completó: “Estoy dispuesta a defender mis principios y saltarme el evento, en el que en cinco días esperaba ganar más de lo que consigo en 12 torneos juntos -250.000 dólares para las ganadoras de cada competencia-. Todo eso es molesto, pero lo más molesto es que casi a nadie le importa”.

Cuando alzaron la voz contra la decisión de que se juegue el Mundial en Ucrania recibieron miles de mensajes de apoyo
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Anna y Mariya jamás imaginaron lo que sucedería horas después, la publicación recibiría más de 170 mil likes, sería compartida 74 mil veces y recibiría 25 mil comentarios.

“Entre las reacciones que más me han emocionado están las de los hombres y las mujeres de países musulmanes, que me animan y agradecen un gesto que puede ser útil para mejorar y visibilizar su situación; ojalá también sea un granito de arena para mejorar las condiciones de vida de las saudíes en particular y las mujeres del mundo en general”, contó la mayor de las hermanas.

Pese a este gesto de reivindicación de los derechos de las mujeres, Anna dice que se considera más “igualitarista” que feminista: “No me gustaría que me asociaran con el feminismo radical, sino con un igualitarismo razonable, con el fin de que las mujeres sean tratadas de la misma forma que los hombres”.

Pese al boicot y a la ausencia de varias de las mejores jugadoras del ranking femenino la prueba se llevó a cabo igualmente y tuvo por vencedoras a la georgiana Nana Dzagnidze (en partidas blitz) y a la china Ju Wenjun (en rápidas) pero la FIDE evitó hacer nuevas competencias mundiales en ese territorio.

En agosto último, a seis meses del comienzo de la invasión rusa las hermanas Muzychuk decidieron representar al equipo de Ucrania en la más poderosa competencia por equipos del calendario de la FIDE, la Olimpíada de Ajedrez en Chennai (India). Allí Anna y Mariya brillaron acaso como nunca antes, y se quedaron con la medalla dorada, la segunda en el historial femenino de ese país (la anterior en Turín en 2006). Juntas Anna y Mariya habían conseguido las medallas de bronce en Tromso (2014) y Bakú (2016), y la de plata en Batumi (2018).

Por estas horas, y mientras siguen separadas físicamente de sus mayores afectos, las hermanas Muzychuk, en una prueba más de su valentía deportiva, decidieron participar del torneo femenino Candidatura que la FIDE organiza en Montecarlo; escala previa para elegir a la aspirante al título mundial. Con extremo cuidado los organizadores confeccionaron los cruces de los grupos evitando el enfrentamiento entre jugadoras rusas (juegan bajo bandera de la FIDE) y ucranianas. Por eso, Anna será rival de la india Humpy Koneru y Mariya de la china Tingjie Lei.

Para una prueba tan exigente en la que la memoria y la concentración son armas primordiales, las hermanas ucranianas parecen correr en desventaja. Aunque para Anna y Mariya Muzychuk, la victoria o la derrota sólo representará el sabor agridulce de un resultado; en el mundo del ajedrez tienen licencia para decir y hacer lo que les dé las ganas. Ellas ya triunfaron en la lucha de sus ideales y convicciones. Una batalla que se juega en otro tablero; con altruismo, libertad y respeto. Sin dudas, en otro mundo.

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