A Hernán, pocos lo llaman Hernán por la peatonal de Rosario. Cuando el hombre se pinta el rostro y se disfraza de payaso para vender globos en la intersección de las calles Córdoba y San Martín, se convierte en Cuchuflito. Detrás del maquillaje, hay una historia: este rosarino que lleva más de dos décadas en el centro de la ciudad santafesina trabajando como animador infantil fue vecino de la familia Messi, cuando Lionel transitaba su infancia antes de probar suerte en Barcelona.
A media mañana empieza a juntar aire en su pecho para inflar los látex que tienen todo tipo de formas. Hernán, que también se dedica a la animación en fiestas infantiles y pelea diariamente contra la tecnología con “el juguete más viejo del mundo” (por el globo), guarda una entrañable anécdota con Lionel Messi entre sus mejores recuerdos.
La historia tuvo lugar en el Parque Municipal de la localidad de Villa Gobernador Gálvez, situado a escasos kilómetros de Rosario. Y, como siempre, hubo una pelota.
“Leo habrá tenido 10 años. Fuimos con los hermanos, Rodrigo y Matías. Giancarlo, el muchacho que manejaba los equipos del cuadro del barrio La Bajada (donde vivían los Messi), ese día lo llevó al Leo. Le hizo partido a unos muchachos y, antes de empezar, uno le dijo que sacara al pibito chiquito porque se iba a golpear”. La referencia del “pibito chiquito” era para Lío, que recién se estaba dando las primeras vacunas con hormonas para su crecimiento.
A sabiendas de las condiciones de Lionel, el “promotor” del Barrio La Bajada respondió desafiante: “No, al pibito chiquito dejalo que me hago cargo yo”. La cancha no era de pasto, ni de cemento, ni de tierra: era de arena, así que fue una especie de fútbol playa. Hernán no puede borrar de su mente el baile infernal que la Pulga les dio a los adultos del otro equipo, tirando paredes con sus hermanos 5 y 7 años mayores.
“Yo nunca vi un pibe de 10 años que volviera locos a todos esos mastodontes. ¡Vos sabés que los volvió locos a todos!”, relata como si hubiera visto al diminuto Lionel ensayar fintas y gambetas por primera vez en su vida. El resultado fue favorable para los de La Bajada. El ex vecino de los Messi no recuerda el tanteador exacto, aunque rememora con tono soberbio: “Ganamos. No me acuerdo hoy, pero lejos”.
El retorno triunfal al barrio fue a pura risa por la lección que los Messi, con Lionel como figura, les habían dado a los contrincantes que habían subestimado al jugador más joven de ese partido. “Hizo un montón de goles. No lo podían agarrar. Fue cómico aparte porque el chabón, canchero, dijo ‘el pibito chiquito se va a golpear’”. Luego del desafío, el refresco esperado: tomar la famosa gaseosa de gusto a cola que sabía aún mejor si se había apostado antes del arranque. “Hacíamos eso con los pibes, disfrutábamos eso”, concluye Hernán, que con quien más relación tenía era con Matías, el hermano del medio.
Messi, el fútbol y Rosario, una ciudad que todavía esconde cientos de historias mínimas sobre el astro argentino que son dignas de ser contadas.
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