Esa tarde desalmada del 1946 desalmada por lo fría, el viento que venía del río se colaba en el Monumental por el hueco que dejaba la “herradura”. Jugarían River contra Huracán y el estadio estaba lleno. El Tano Renato Cesarini – que dirigía los entrenamientos con trajes de seda, zapatos mocasines y camisas italianas, todo a medida- había dejado la dirección técnica para irse a dirigir a Italia y Don Carlos Peucelle –inolvidable maestro- se haría cargo del River de “La Máquina”.
Al minuto de juego, un jugador rubio, de físico portentoso y con velocidad de atleta, inalcanzable para sus ocasionales marcadores Ramos, Ferreyra y Vaghi a quienes iba pasando como a postes jugándola larga desde su propio campo, unos 70 metros, llegó al área, esperó que el arquero Soriano le saliera –no recuerdo porqué no jugó Amadeo – y la clavó en un ángulo. Huracán 1-River 0 ( terminaría 1-3). Mientras los hinchas del Globo lo celebraban en la popular alta, Don Antonio Liberti, presidente de River, extasiado, no pudo más que exclamar: “¿Quién es ese fenómeno…?. Y le pidió emocionado a su amigo y asistente que siempre estaba sentado a su lado: “Rofranito, averigue por el rubio, lo quiero en River el año que viene…”.
Nicolas Rofrano –creo que había sido jugador hasta 20 años atrás- le respondió asombrado: “Don Antonio, ese muchacho es nuestro, se llama Alfredo Di Stéfano, ¿no se acuerda que el padre habló con usted hace un par de años para que lo probáramos? Bueno, lo probamos, quedó y hasta jugó, usted se debe haber olvidado, pero se lo tuvimos que prestar a Huracán…”.
—Y por qué se lo prestamos a Huracán, miren qué pedazo de jugador— dijo en voz alta un Liberti enfurecido.
—Y…Don Antonio fíjese quiénes están jugando…: Baez, Pedernera, Labruna y se está poniendo en forma el Charro Moreno listo para agarrar la Primera…¿ qué quiere que hagamos…?
—¿ Un año y vuelve a River, no?—, preguntó temeroso Don Antonio.
—No sabemos presidente, le dimos la opción de compra a Huracán por 80.000 pesos…-
—Están todos locos en este club, ¿qué les pasa?— vociferó Liberti.
Y al día siguiente fue personalmente a ver al Teniente Coronel Tomas Adolfo Ducó- gestor de la Revolución del 43′ que produjo el derrocamiento del general Pedro Pablo Ramírez poniéndole fin a la “Década Infame”- pero sobre todo presidente de Huracán. Y luego de una “amable” negociación –se hizo cargo del salario de Alfredo- consiguió que éste regresara a River. Lo que implicó a su vez que Adolfo Pedernera se fuera a Atlanta en 1947 por 140.000 pesos, una cifra récord.
Esta nota no tiene como pretensión ser una biografía de Alfredo Di Stéfano sino permitir que nos lleguen dulces flashes a la memoria. Lograr módicamente contar algunos aspectos del hombre que sin proponérselo y sin alardes cambió el fútbol del mundo, marcó una revolución táctica, generó lo que se conoció como el “fútbol total”. No será necesario recordar que la FIFA lo consideró como el número uno de los jugadores de todo el mundo por encima de Pelé y de Cruyff (2 balones de Oro, los de 1957 y 1959 y 1 Súper Balón de Oro1989). Por cierto que la aparición de Diego modificó los lugares pero jamás Alfredo bajó del top five, ni aún con el advenimiento bendecido de Lio Messi, un prodigio ya perpetuado. O sea que entre los mejores 5 jugadores del mundo de los últimos 60 años, hay siempre –y habrá, ¿por qué no?— 3 argentinos: Alfredo, Diego y Messi, según el orden cronológico.
Lo recuerdo con emoción. La profesión me permitió conocerlo, escucharlo y compartir horas de inmenso valor histórico. Mis compañeros Juvenal –Julio César Pasquato que se había iniciado en los 50′ en la histórica revista River de Roberto Neuberger, quien bautizó a Di Stéfano como “La Saeta Rubia” en el título de una columna de El Gráfico- era el más cercano de nuestra redacción aunque nadie lo admiró y nos enseñó a valorarlo tanto como el entrañable Enrique Macaya Márquez. Pero también lo conocían bien otros maestros, también compañeros de El Gráfico, con cuyas enseñanzas Dios me privilegió: Osvaldo Ardizzone, Emilio Lafferranderie (El Veco), Hector Onesime – un hermano- , José María Otero, quien se fue a radicar a Madrid hace casi 50 años y estuvo siempre cerca de Alfredo desde entonces hasta el 7 de Julio del 2014, cuando nos dejó con 88 años. Oterito, hombre de gran cultura porteña, futbolera y tanguera, era uno de los autorizados a sentarse a la mesa exclusiva que el Real Madrid le había asignado a Alfredo en su restaurante y a la que sólo podían sentarse sus invitados. Era la mesa del más grande jugador del club y además Presidente Honorario desde el año 2000.
Durante sus épocas como director técnico campeón con Boca (1969) o con River (1981) fue cuando más lo pudimos disfrutar en esos almuerzos de los lunes en La Raya de la calle Pavón cuando Don Carlos Vinagre, el dueño y fundador, se convertía en inigualable anfitrión de una mesa con Alfredo, Pipo Rossi, Adolfo Pedernera, Sanchez Lage , Pepe Peña y otros amigos del fútbol que se iban alternando. Cita obligada que luego continuó Tito Codina y hoy prolonga su hijo Claudio en La Raya de Plaza San Martín. Un verdadero ateneo nocturnal sobre fútbol y que en tiempos de Alfredo comenzaba a las 13 y podría extenderse hasta las 21… Qué lindos aquellos tiempos de aprender a escuchar para luego poder contar. Y de esos encuentros entre amigos que vivían el fútbol como una pasión excluyente.
Pensar que uno de esos comensales –Campeón Sudamericano en Ecuador 47′ con la Argentina- era quien inesperadamente se fue a Colombia por la huelga de jugadores de 1949 y conmocionó a ese país adonde fueron a recalar más de 200 profesionales argentinos –la mayoría cracks- en busca de trabajo, aún cuando la FIFA no reconocía a esa liga, la DiMayor. Para cuando el conflicto se resolvió Millonarios era contratado desde varios países de Europa. Todos querían ver al equipo donde jugaba este fenómeno llamado Di Stefano, alguien que cuidaba el primer palo en un corner de los contrarios, marcaba a los rivales cuando atacaban a su equipo y si capturaba el balón tocaba rápido e iba a buscar… Aquellos pelotazos a Gento –el wing izquierdo- desde 40 metros para que éste la controlara, llegara al fondo, tirara el centro y Alfredo, el iniciador de la jugada en su propia área, llegaba para marcar el gol…
De aquellos relatos surgen grandes momentos. Es que Alfredo nació en Barracas, - 4 de julio de 1926- en la calle Salum y como su padre – origen italiano de Capri- quien vendía papas tuvo un conflicto con algunos intermediarios pesados del Mercado de Abasto, lo amenazaron y se tuvo que ir. Adquirió una casa en Flores, en la calle Carabobo, pero las amenazas no cesaron. Fue así que se compró un campo de 8 hectáreas en Los Cardales, por entonces un pueblito de 1000 habitantes . Desde allí siguió vendiendo sus papas y formó una especie de Comisión de Paperos de la Provincia de Buenos Aires. Sus hijos varones –muy hinchas de River- jugaban al fútbol. Y ambos lo hacían muy bien: Alfredo –”El Alemán”— por sus ojos claros, su carita redonda, el hoyuelo de su mentón y un rebelde mechón rubio, y Tulio. quien también jugaba fenómeno pero debió dejar por un problema de meniscos. Don Alfredo, el padre alentó siempre a que sus chicos jugaran y fue así que los anotó en el club Unión Progresista de Los Cardales, fundado en 1928. Hoy en el Bar Di Yorio de los hermanos Alberto y Alfredo Di Yorio hay un museo artesanal y exclusivo dedicado a la memoria de Alfredo Di Stéfano pues Alberto, el mayor de los Di Yorio siempre estuvo en contacto con Alfredo. Y en el fenomenal museo del Madrid hay una gigantografia donde se ve a Tulio y Alfredo –los hermanos Di Stéfano- pieza única cedida por Alberto Di Yorio. El bar que es una reliquia solo sostenida por amor, queda frente a la plaza en la calle Rivadavia 16 y es el comercio más antiguo de Los Cardales, tiene 115 años. Alguna vez en sus mesas Alfredo confesó sus sueños adolescentes sin imaginar, tal vez, que sería lo que ayer fue Diego y hoy es Messi, el número uno del fútbol mundial.
Quiero volver a lo que recuerdo haber escuchado del propio Alfredo siendo un joven cronista…Era más o menos así: el campo de los Di Stéfano quedaba en la ruta 4 que une el Río Luján con lo que entonces era la ruta 9 y hoy es la Panamericana. Y los 5 kilómetros que mediaban entre la casa y la cancha de Progresista, los Di Stéfano lo hacían trotando a manera de precalentamiento detrás del sulky que conducía su padre. No era todo: antes que se aplicaran los conitos para entrenar, el papá de Alfredo hacía que sus hijos convirtieran a los árboles del campo en tales conitos. Y así los entrenaba físicamente. Me recuerda el menor de los Di Yorio –Alfredo- que la cancha de Progresista tenía luz pues el ferrocarril Mitre que unía Victoria con Capilla del Señor había facilitado la luz eléctrica en toda la zona y eso permitía que se jugaran partidos por la noche.
Alfredo también nos contó alguna vez que después de fatigosas giras ya que a Millonarios lo contrataban de toda Europa para verlo a él y para colmo viajando en avión con el pánico que les tenía, volvió en 1952 a Buenos Aires en procura de calma, Aquí, ya vivía en Carabobo al 500 donde residía su hermana Norma quien una vez me dejó pasar para que pudiera ver la casa de aquel amado ídolo mientras lo esperaba “pero sin sacar fotos”. Yo veía una silla, un sillón, un espacio y pensaba “aquí se sienta Alfredo, el número uno…”. Y mis ojos de novato se encendían. En esa brevísima entrevista Alfredo solo me dijo para El Gráfico que debía viajar a España pues era concreta una cuantiosa oferta del Barcelona. Ya había trascendido que Ladislao Kubala, su jugador más emblemático, que también jugaba de 9, padecía de tuberculosis y el Barsa solo veía a Di Stéfano como su reemplazante.
Dirigentes catalanes llegaron a Buenos Aires y le adelantaron a River dos millones de pesetas, algo así como 45.000 dólares por la mitad del pase. La otra mitad era de Milonarios. El Madrid también vino a ver a Liberti al tiempo que otro grupo de la comisión directiva del Madrid se dirigió a Colombia para negociar con Alfonso Senior, el presidente de Millonarios. Y su oferta fue el doble: 180.000 dólares. En el medio estaba Alfredo ya entrenando en Barcelona pues parecía que todo estaba arreglado. Nada más opuesto a la realidad: el Barsa y el Madrid entraron en un severo conflicto y sería la FIFA quien lo dirimiría. Sin embargo no hizo falta pues Alfredo nos narró con ese español ansioso y atormentado que mezclaba la lunfardía de Barracas, algunos giros porteños y el castellano de Madrid, algo que cambió su destino. Pasó lo siguiente: una cierta tarde luego del entrenamiento con el Barcelona dos señores muy serios se le apersonaron. Ellos vestían trajes oscuros, cubrían sus cuerpos con largos abrigos con solapa levantada y ambos cubrían sus cabezas con sombreros de época.
—¿Señor Di Stéfano?.-
—Si…-
—Nos va a tener que acompañar, tome todas las cosas que tenga, todas…-
—¿Qué pasa, adónde vamos?— preguntó Alfredo
—Señor, está en las mejores manos, tranquilo, vamos a Madrid.-
Al llegar a la Capital española, luego de ser tratado con gentileza, admiración y cordialidad le dijeron: “Señor, antes de ir al hotel deberemos pasar por la sede del Real Madrid Club de Fútbol”.
Alfredo leyó un contrato por mucho más dinero que el prometido por el Barcelona pero no fue esto lo que lo llevó a firmar sino una sugerencia “dulcemente” verbalizada por sus anfitriones: “Una vez que firme –le dijeron—, no tiene usted idea señor Di Stéfano lo feliz que se sentirá nuestro Generalísimo; nos pidió tanto para que le convenciéramos…”.
Desde 1953 hasta 1964 jugó en el Real Madrid, club el que convirtió 308 goles en 396 partidos oficiales. Además obtuvo 5 de Copas de Europa, 1 Intercontinental (1960), 8 campeonatos de Liga (1954-55-57-58-61-62 -63 y 64) más 1 Copa España del Generalísimo en el 62′.
Su figura fue excluyente, una celebridad respetada en el universo del fútbol por su inclaudicable despliegue; ese nuevo orden que sin darse cuenta le estaba generando una revolución táctica al fútbol mundial: nada de posiciones fijas; todos suben, todos bajan, todos sorprenden, todos desbordan, todos relevan, todos marcan, todos rompen líneas; todo es ensayable y todo es perfectible…. Fue así que Rinus Michels después de dejar el fútbol jugando para el Ajax de Holanda lo estudió un año completo, lo filmó con las herramientas tecnológicas de entonces, le registró piques de 35 metros a 28 km de velocidad y en ciertos partidos un promedio de 13.5 km recorridos durante los 90 minutos de juego. Fue tras ese asombroso aspecto de entrega física cuando Michels conversó muchas horas con él y transmitió la revolucionaria idea del fútbol total; esa creación de Alfredo y, a su manera, Michels se convirtió en el ideólogo y creador de aquella moderna máquina de hacer fútbol que fue el Ajax del 65′, prolongada en “La Naranja Mecánica” del 74′ de la cual Cruyff fue su máximo exponente. Esa manera de jugar la adoptó también el Barcelona de los holandeses y continúa vigente en la selección de Países Bajos que jugará el Mundial de Qatar…
Qué tiempos tan bellos aquellos. Pensar que siendo periodistas incipientes íbamos con el entrañable amigo Julio Lagos, el querido Gordo García Blanco y algún otro colega recién egresado —como nosotro— hasta el cine Novedades de la calle Florida 344 para ver en acción una vez por semana a Alfredo. Pasaban un minutito y medio en el noticiero que producía una empresa española llamada NoDo. Después nos aguantamos otra hora de dibujos animados para volver a ver a la delantera del Madrid: Raymond Kopa (francés), Héctor Rial (ex San Lorenzo a quien Alfredo bautizó como “El Nene”), Di Stéfano, Ferenc Puskas (inolvidable húngaro, sub campeón mundial del 54′) y Paco Gento (español) quienes tenían como centro half al uruguayo –gran amigo de Alfredo- José Pepe Santamaría. Dios mío, lo que jugaban…
Era tan mítica su figura que le dedicaron 14 libros y 11 películas. Además, hasta fue modelo publicitario vestido con ropa de jugador del Madrid y luciendo medias para mujer de una nueva marca, dada la perfección de sus piernas… Estuvo en la selección española del Mundial 62′ en Chile, pero no jugó por estar lesionado. Seguramente la biografía más emblemática la narró el propio Alfredo y la escribieron los periodistas Enrique Ortega y Alfredo Relaño, director del As. La obra se llama “Gracias vieja” y es un tributo a su mamá: Doña Eulalia Laulhé Gilmont, de padre francés y madre irlandesa. Su vida fue prodigiosa y el fútbol le resultó siempre y hasta el final un amor fiel, bello y pasional… Alfredo además fue tan célebre que le pasó en el 63′ y en Caracas lo que le había ocurrido a Fangio en el 58′ en La Habana: fue secuestrado por el comando revolucionario FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Venezuela) durante una Copa de Campeones. Resultaba la manera más eficaz para que todos los medios del mundo lo reflejaran e hicieran visible la existencia de un grupo insurrecto contra el dictador Pérez Giméenez. Pero la admiración y el respeto eran tan enormes que al igual que con Fangio sus captores lo “devolvieron” sano y salvo a las 48 horas, pidiéndole disculpas y requieriéndole como rescate solo autógrafos y fotografías.
Y luego de retirarse en 1966 como la figura más grande del fútbol mundial en el Espanyol de Barcelona se dedicó a la dirección técnica y le fue exitosamente como todo cuanto emprendió: salió campeón con Boca (Nacional y Copa Argentina 69′), con Valencia la Liga (71′) y la Recopa (80′); con River (81′), con el Madrid –donde estuvo del 82′ al 84′ y del 90′ al 91′- la Supercopa ( 90′), además de haber conducido a Sporting de Portugal, Rayo Vallecano y Castellón, más por pasión que por obligación…
Recuerdo y sueño…Vuelvo al cine Novedades con Julito Lagos y el Gordo Garcia Blanco para ver un minutito de Alfredo en acción. Lo escucho en los vestuarios de Boca o de River gruñendo a pesar de ganar. Entro su casa paterna de la calle Carabobo y repaso las fotos colgadas de limpias paredes cual perfectos cuadros. Lo sigo oyendo en la punta de la mesa de la vieja Raya de Pavón y brindo con aquel noble y abundante tinto. Lo veo a mitad de los ‘60 desde un palco del Bernabeu en la agonía de sus huesos crujientes. Escucho a Cruyff y a Rinus Michels diciendo, “A este fenómeno le debemos nuestro estilo”. Ingreso a la FIFA en Zurich para vislumbrarlo con su estampa de crack perpetuo en el Hall de la Fama con la chapita que dice: “Mejor Jugador del Mundo del Siglo XX”. Y sentado a una mesa del bar de los Di Yorio, en Los Cardales, veo a pasar a Diego abrazándolo y a Leo anticipándole su sueño de campeón mundial.
Jamás lo olvidaremos Maestro…
Archivo: Maximiliano Roldan
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